El tiempo había pasado volando para Vincent mientras jugaba con Leana. Se había perdido en sus risas, en su energía desbordante, y por un momento, el mundo a su alrededor dejó de existir. Cada carcajada de la pequeña resonaba en su pecho, cada gesto suyo lo sumía en una mezcla de culpa y ternura que jamás había sentido. Algo en su risa lo desarmaba, lo hacía sentir vulnerable de una forma que no comprendía del todo. A medida que la niña corría de un lado a otro, inventando juegos y aventuras con su imaginación incansable, Vincent no podía evitar sonreír y dejarse llevar por su encanto infantil, su energía imparable hacía que Vincent, un hombre acostumbrado al control y a la rigidez de los negocios, se sintiera como un niño de nuevo. Leana lo había arrastrado a cada rin

