Mientras tanto, Vincent, conduciendo por las calles de París después de haberse marchado de la casa, no podía sacarse de la cabeza la imagen de Leana abrazando a Bastián, la sensación de haber perdido algo que nunca supo apreciar. La culpa y el arrepentimiento lo carcomían por dentro, mientras trataba de encontrar una manera de lidiar con el caos que él mismo había creado.
Pero sabía que no podía escapar de la realidad para siempre. Tarde o temprano, tendría que enfrentarse a la verdad, enfrentarse a su pasado y aceptar las consecuencias de sus decisiones y aunque no sabía cómo lo haría, algo en su interior le decía que no podía seguir huyendo, tenía que encontrar una forma de reparar lo irreparable, si es que eso era posible.
El viento frío de París le golpeaba el rostro, pe
