—Ehem —Me aclaré la garganta, señalando mi llegada a las que estaban sentadas despreocupadamente viendo la televisión, estos dos avispones no tienen vergüenza, sabiendo que no estaba en su casa y entraron por la fuerza, debe tener algo que ver con sus tarjetas de crédito bloqueadas.
—¿Delia? —Mi suegra se acercó corriendo y me abrazó con fuerza. —No esperaba que pudieras ver, gracias a Dios, hija, estaba muy preocupada por ti —dijo con una mirada triste.
Lo siento, pero desgraciadamente no me dejaré engañar de nuevo, no confiaré en ellas, son todos igual de charlatanes.
—Mamá, no abraces así a Delia, ven y siéntate aquí, también me alegro de que te hayas recuperado, llevamos mucho tiempo esperándote y siento haberte hecho volver a casa —dijo Sita, tirando de mi mano y sentándome en el s
