—¡Señorita Delia…! —El débil sonido de los gritos y los golpes en la puerta era la voz de Mbok Yem. ¿Por qué tenía que gritar tanto? Miré el reloj de la mesita de noche y vi que eran las 4;40 de la madrugada. Entrecerré los ojos para asegurarme. Me levanté de la cama y me apresuré hacia la puerta. Mis ojos miraron con agudeza para saber a qué se refería al gritar con esa cara de preocupación. —¿Señorita ha estado llorando? Tiene la cara hinchada —preguntó Mbok Yem, mirándome de cerca. —¿Qué pasa, Mbok Yem, por qué has golpeado en la habitación tan temprano? —Todavía me pesan los ojos de haber llorado toda la noche. —Está… afuera, al frente hay un montón de basura —dijo, haciéndome fruncir el ceño. No entendí lo que quería decir. ¿Basura? —¡Vamos señorita, mire! —Tiró de mi mano para qu

