Luego vino el desastre y la vida de Karen Romano se hizo añicos a nivel de pareja, pero ella se refugió en su trabajo y eso la ayudó a mantenerse a flote, eso sí, alejada de cualquier influencia o compañía masculina.
Todos sus negocios eran realizado en su despacho con sus asistentes, así se cercioraba de que nadie se le acercara con dobles intenciones, ya habían pasado diez años de aquella situación engorrosa para su hermana, nunca más le había solicitado compañía ni mucho menos consejos, se visitaban de vez en cuando, pero cuando le tocaba asuntos del corazón se refugiaba como una tortuga, escondiendo sus emociones dentro de un caparazón.
Por eso sabía que con su hermana estaba pasando por algo nuevo, sus emociones no estaban alineadas como antes, o por lo menos no las estaba controlando, se veía nerviosa, distraída y algo dispersa en su conversación, pero no deseaba tocar el tema con su hermana Lissette, por lo tanto su hermana mayor sabría esperar y en algún momento Karen se abriría y le contaría todo lo que estaba pasando.
Farid había nacido el mismo día que su hermana Amira, pero a los veintidós años había encontrado al amor de su vida y habían contraído nupcias hacía ya cinco años, pronto serían dos bebés porque estaba embarazada.
Ella siempre hablaba de lo rápido que había llegado a ser adulta, así lo manifestó cuando llegó su cumpleaños número 18; diciendo: « ¡Mamá, no es justo, tarde una eternidad para mis quince y ahora ya estoy vieja!» Todos rieron ante este comentario de Amira, sintiéndose vieja con apenas tres años más.
Le encantaba inmiscuirse en todo lo que hacía su padre, los negocios de hidrocarburos eran su pasión y al parecer seguiría los pasos de Hafid al igual que Randolph, pero nos concentraremos en Amira Aziz, una vez alcanzada su mayoría de edad se concentró en viajar y revisar cada una de las sucursales que su padre tenía alrededor de Europa.
Fue en esos andares que conoció a Bruno Fisher, un chico de origen alemán que le flechó el corazón apenas lo conoció, Hafid y Sylvia estaban alertas ante ésta nueva etapa de su hija mayor, más que todo porque no querían que saliera lastimada o que éste muchacho fuese un aprovechado por saber quién era Amira Aziz y lo que representaba.
Bruno Fisher era un pequeño empresario que estaba buscando expansión, su mundo era la tecnología, no había un lenguaje en ésta industria que no conociera con lujos de detalles, le apasionaban los juegos de vídeos y a eso se dedicaba; a crearlos.
Una tarde dónde él salió a buscar un componente para sus creaciones se topó con una chica que venía con muchísima prisa, no viendo al frente y chocando volaron carpetas, algunos objetos pequeños que se esparcieron por el suelo.
También algunas palabras que denotaban contrariedad ante lo que estaba sucediendo, Amira fue la primera en reaccionar al decir:
— ¡Oye, mira lo que hicistes con mis cosas!
Él torpemente había pedido disculpas por aquel encontronazo, sus palabras no fueron muy fluidas y su rostro estaba rojo como la grana.
— ¡Cuan.. Cuánto lo siento señorita! La verdad venía distraído — dijo Bruno.
— Amira al ver la cara que puso el chico también sintió vergüenza y emitió palabras de disculpas.
— Creo que también tengo algo de culpa, venía concentrada en mis cosas que olvidé que existen otros transeúntes— dijo ella.
— Sí, al parecer los dos necesitamos un relax, ¿te parece que aceptes sentarnos por acá cerca y tomarnos un café y así retomar nuevamente nuestro camino?— la voz de Bruno había sonado muy convincente.
Amira le agradó lo original de su propuesta, además de sus hermosos ojos azules, así que se escuchó diciendo:
— Sí, vamos, estaré encantada de reorganizar mi itinerario — rió de buena gana.
Desde ese momento fueron inseparables, por esa fecha ya Amira contaba con 22 años, unos meses después lo presentó a sus padres y un tiempo más tarde se unieron en matrimonio, ya habían pasado seis años desde aquel día, ahora tenían un niño de cuatro años y pronto esperaban a la segunda m*****o de la familia Fisher— Aziz, que obviamente era una hermosa niña.
Sylvia y Hafid estaban enamorados de su nieto, quien se llamaba como su padre, pero todos lo llamaban Junior, desde entonces, siempre estaban animando a Farid a qué los complaciera también con un nieto más, y así ampliar la familia, pero estaba lejano el tiempo en que el hijo mayor de los Aziz, encontrara a la mujer que le hiciera abandonar la soltería; eso pensaban sus padres.
Solo Farid sabía que esa mujer existía, pero que era bastante lejana para él, por todo lo vivido en el pasado, cada día la pensaba más y se le metía en cada fibra de su ser, pero estaba consciente que era una labor de hormiga, conquistar a la fría mujer de piedra e hielo, Karen Romano.
Volvamos a Amira Aziz, ahora Fisher; ya tenía seis meses de gestación, extrañaba a su hermano a quién tenía tres meses sin ver, desde que se había casado era cuando más tiempo pasaban separados; ella había aprendido a acoplar su tiempo entre ama de casa y negocios, le encantaba su vida y también tenía una bonita relación con su esposo 'nerd', así lo llamaba ella, quién tenía muchísimo éxito a nivel de la creación de videojuegos.
Bruno era calmado y centrado en lo que anhelaba, su suegro aprendió a quererlo, aunque al principio tenía sus reservas, pero después de todo éste tiempo era parte de la familia, él y Amira habían comprado una hermosa casa de seis habitaciones y hermosos jardines, donde la abuela Halima se sentía feliz de compartir con su bisnieto.
Mientras Farid pensaba en el día de ese almuerzo, dónde pudo sentir una leve conexión entre él y Karen Romano, que duró tan breves instantes que casi pasaron desapercibidos, pero él seguiría usando la táctica de la indiferencia, para ver si así lograba que ella se interesara un poco en él.
Estaba pensando en como seguir fingiendo indiferencia cuando vió una llamada de un número que desconocía, con el ceño fruncido atendió la llamada, esperando reconocer a su interlocutor, quien resultó ser el objeto de sus pensamientos; Karen Romano.
— Hola señor Aziz— saludó ella— ¿quería saber, si podemos reunirnos en una hora en mi oficina?
— ¡Claro señora Romano!— dijo él extrañado de la llamada— en el almuerzo había quedado todo acordado, se preguntó que habría surgido para que la mujer de hielo lo llamara personalmente.
Karen estaba dando vueltas en su oficina, se sentía abrumada con los pensamientos, ¿que podía hacer? ¿Por qué este hombre no se salía de sus pensamientos? Seguramente era por el estrés de trabajar por primera vez con él, ya todo había quedado claro a nivel de negocios, pero había algo en su mente y corazón que la animaban a llamarlo y eso no le agradaba.
Estaba buscando como alejar al hombre de sus pensamientos, cuando el asistente de diseño le llamó diciendo que las telas las necesitaba más pronto de lo que había imaginado, le pidió que llamara a la empresa productora de telas y ella tuvo la excusa perfecta para llamar a Farid Aziz.