Después de invertir, les aconsejé comprar casas. Ellos vivían con sus padres, y yo con mis tías. Las cosas no podían seguir de esta forma, así que fuimos a elegir casas en el centro de la ciudad.
Las casas eran hermosas. Ellos eligieron una zona céntrica; las casas no eran demasiado caras y ninguno quería alejarse mucho del barrio porque siempre hemos vivido en esta ciudad. Todo lo que conocíamos estaba aquí.
Ramiro se compró una casa grande y muy lujosa. Sebastián era tan engreído como Ramiro, así que compró algo similar. Las casas no fueron tan costosas, solo 2 millones de dólares.
Luego compraron coches. Sebastián y yo siempre peleábamos por las marcas de autos; a él le gustaba Chevrolet y a mí Ford.
Sebastián compró un Chevrolet Cruz, un auto relativamente barato, solo 30 mil dólares.
Ramiro solo sabía de mujeres, así que compró uno que a ellas les gustara para pasear. Él compró un Ford Focus, con eso él estaba más que tranquilo; solo fueron 25 mil dólares.
Hablando de dinero, yo no tenía más que para pasar el mes, así que tuve que pedirles prestado para comprar una casa.
Ellos obviamente se burlaron de mí. Ramiro dijo: "Sabía que vendrías a pedirme. No sé si te puedo prestar; solo me quedan 20 millones". Él tenía una gran sonrisa mientras hablaba.
Sebastián también se burló y dijo: "No me mires, mi casa salió más cara de lo que esperaba. No sé si me alcanzará para salir esta noche; solo tengo 21 millones".
Yo solo sonreí y dije: "Está bien, no importa. Por suerte tengo dos amigos que confiaron en mí y me dieron 5 millones de dólares, cada uno, y todavía no usé el dinero".
Ellos me miraron, dejaron de reír y empezaron a maldecir. Ahora el que reía era yo.
Ramiro dejó de reír y preguntó: "¿Cuánto quieres?".
Yo respondí sonriendo: "Quiero que me prestes 5 millones tú y 5 millones, Sebastián".
Los dos estaban sorprendidos por la cantidad. Sebastián se quejó: "No gastamos mucho en nuestras casas. ¿Por qué quieres tanto?".
Yo respondí, algo molesto: "¿Me van a prestar o no? Para qué quiero, es mi problema". Los dos me quedaron mirando y asintieron.
Yo ya había visto un terreno bien ubicado, no muy lejos de donde ellos compraron, así que fui por el terreno.
Ellos me preguntaron por qué el terreno. Yo les dije que estaba bien con mis tías y que las quería cuidar un tiempo más. Así que iba a construir la casa con mis diseños.
El terreno era muy grande y solo me costó 800 mil dólares; inmediatamente busqué un arquitecto para que viera mis ideas. Yo quería una casa grande.
Sabía que sería para Alex. Yo quería que sea como a él le gustaba: una casa grande, con mucho lujo.
Con todos los arreglos para la casa ya decididos, también quería un auto, pero no cualquier auto.
Siempre soñé con comprarme un Mustang. Me encantaban, así que busqué una concesionaria donde vendieran el último Mustang Shelby GT 500. Estaba enamorado de ese auto.
Lo busqué, y el precio era de 120 mil dólares; yo lo compré sin dudar. Era de color rojo oscuro y se veía increíble.
Ya con el auto nuevo, me fui de visita a lo de Sebastián. Yo quería presumirle mi auto y recordar viejas rivalidades, ya que él siempre soñó con un buen Camaro.
Cuando llegué, toqué la bocina. Cuando salió y vio el auto, dijo: "¡Dios! Qué hermoso, es un sueño, es increíble, es el último Mustang".
Sebastián no dejó de halagar el auto, pero su frase terminó como esperaba: "El Camaro es mejor". Luego subió y nos fuimos a ver a Ramiro.
Cuando llegamos, se sorprendió al ver el auto. Él quería manejar, pero obviamente, le dije: "No, saca tu auto feo si quieres manejar".
Luego volví a hablar: "¿Estás listo para salir y no volver esta noche?".
Él sonrió y dijo: "Vamos".
Yo pensaba solo en ir a un bar, pero de repente nos llega un mensaje a los tres. Era de Andrés, un amigo de siempre. Él estaba casado, por eso ya no lo veíamos mucho.
El mensaje decía: "Los espero en casa, vamos a la fiesta que hace mi jefe.El mensaje decía: "Los espero en casa, vamos a la fiesta que hace mi jefe. Él quiere que invite amigos porque hay muchas mujeres y pocos hombres en el laboratorio".
Los tres nos miramos sorprendidos. Ramiro estaba feliz y dijo: "Vamos, hay mujeres y tragos gratis".
Sebastián y yo reímos. Esto era un regalo de Dios para Ramiro. A él le gustaba mucho este tipo de fiestas.
Así que nos fuimos. Cuando Andrés vio el auto, se sorprendió mucho y dijo: "¿A quién le robaron? ¿En qué andan? ¿Y ese auto?". Todos reíamos, pero luego de explicarle, fuimos a la fiesta.
Cuando llegamos, el jefe de Andrés nos vio y rápidamente nos saludó: "Hola Andrés, ¿estos son tus amigos?".
"Sí, ellos son mis amigos", contestó Andrés. Luego nos presentó: "Ellos son Gus, Sebastián y Ramiro".
Su jefe respondió: "Hola, soy Adrián, espero que se diviertan hoy. Entren y sírvanse lo que gusten". Todos saludamos y agradecimos. Luego entramos.
En la entrada, una mujer muy hermosa preguntó: "Adrián, ¿quiénes eran esos?".
Adrián respondió: "Son los amigos de Andrés, un empleado del laboratorio".
La mujer era Milá Johnson, hermana de Adrián. Ellos eran dueños de una farmacéutica muy famosa en Buenos Aires y tenían mucho dinero.
Adrián preguntó: "¿Por qué preguntas?".
Ella respondió: "Es que me llamó la atención verlos aquí, pensé que también eran empleados, y no los conocía".
Adrián respondió burlándose de ella: "Solo son amigos de Andrés. ¿No me digas que por fin te gusta alguien? Será uno de esos chicos". Él sonreía mientras bromeaba.
Ella se molestó y dijo: "No seas tonto, solo preguntaba".
Al entrar, Sebastián estaba feliz y dijo: "Hay muchas chicas y nos están mirando. Hoy nos llevamos muchas a casa".
Él volvió a hablar y dijo: "Ramiro, ve a invitarlas a bailar".
Yo me reía a carcajadas por el comentario de Sebastián, así que él se molestó y dijo: "Andá vos, ya que tanto te reís".
Yo seguí riendo, luego contesté: "Solo nos miran por tu culpa, feo".
(Así le decimos a Sebastián. No porque sea feo, solo le quedó el apodo por una canción que escuchábamos. Él confundió la letra y dijimos: "Le erraste, feo", y así quedó el apodo).
Andrés, al que le decimos "gordo", es solo un poco regordete, pero igual le pusimos así.
Cuando lo vi llegar, pregunté: "¿Qué pasa, gordo?".
Él respondió: "Inviten a las chicas a bailar".
Ramiro sonrió y dijo: "Espera un rato. Ahora voy y las hago bailar a todas juntas".
Sebastián, sin embargo, se fue a bailar. Andrés me vio sentado y dijo: "Gus, andá a bailar".
Yo respondí con una broma: "No, no tengo ganas de bailar todavía. Seguro que si me ven bailando, se enamoran". Todos empezamos a reír.
Mientras Sebastián bailaba y hablaba con una hermosa mujer, Ramiro ya estaba listo para salir a bailar y conquistar mujeres.
Del otro lado de la barra, yo era observado por dos mujeres.
Una amiga de Mila, la hermana de Andrés, preguntaba: "Mila, ¿por qué miras tanto para allá? ¿Qué te distrae?"
Ella se sorprendió por la pregunta y dijo: "Nada, solo me llama la atención ese chico de allí".
Andrés rápidamente comentó: "Te están mirando del otro lado de la barra, no mires".
Yo respondí: "Que miren, no me importa; solo voy a tomar unos tragos y bailar un rato".
Mientras tanto, del otro lado de la barra, Sofía insistía: "Milá, ¿por qué lo miras tanto? Mejor ve y habla con él".
Ella respondió: "No es necesario, es amigo de un empleado de la empresa".
Sofía dijo, algo molesta: "Pero sabes de dónde es, ¿cuál es su nombre?".
Mila, cansada de las preguntas, dijo: "No, no quiero que piense mal de mí. Si él se acerca y da el primer paso, entonces hablaré con él".
Del otro lado, Andrés insistía; él quería conseguirme novia: "Deberías ir. Es la hermana de mi jefe, tiene mucho dinero. Ella acaba de volverde Estados Unidos, después de sus estudios".
Yo me enojé por lo que dijo y lo regañé: "¡No me interesa el dinero! ¿Acaso no me conoces?".
Andrés bajó la cabeza y pidió disculpas. Yo seguía muy triste por la separación con Mariel. Ya había pasado un tiempo y la separación era definitiva.
Andrés estaba preocupado por mí y dijo: "Hace mucho que estás solo, deberías empezar a divertirte otra vez".
Yo sonreí y respondí: "No te preocupes por mí, gordo. En un tiempo volveré a ser el que conociste antes".
Al escucharme, dijo: "Eso espero".
Sebastián y Ramiro bailaban y tomaban un trago tras otro. Los dos se acercaron bailando y divirtiéndose.
En ese momento, Ramiro miró hacia el otro lado de la barra y notó a Mila mirando y dijo: "Qué hermosa mujer está del otro lado, y me está mirando".
Andrés dijo, algo asustado: "Es la hermana de mi jefe. Si vas, no le faltes al respeto".
Ramiro dijo: "Tranquilo, gordo. ¿Quién te crees que soy? No ves que estoy matando. Ahora vuelvo". Todos nos reímos de su arrogancia.
Sebastián notó a su amiga y dijo: "Voy a ayudarlo. Ella está con una amiga y es muy linda".
Yo sonreí y dije: "Suerte".
Del otro lado de la barra, Sofía vio a los dos acercándose y dijo: "Mila, llamaste la atención de sus amigos".
Ramiro se acercó y dijo con arrogancia: "¡Hola! Soy Ramiro. ¿Quieres bailar? Vi que me mirabas desde el otro lado".
Milá se enojó por su arrogancia y dijo: "¿Que yo te miraba a ti? ¿Pero quién crees que eres?".
Sebastián también llegó y saludó: "Hola, soy Sebastián".
Sofía saludó: "Hola, soy Sofía".
Sebastián dijo: "Vamos a bailar, dejemos que los chicos hablen". Sofía asintió y se fueron.