Zita/Zia
La alarma de mi despertador suena a las 6 de la mañana como cada día. Me levanto para hacer ejercicio, como cada día en el gimnasio frente a mi casa.
—Buenos días señorita Bianchi—Me saludan las chicas de recepción
—Buenos días Alma, Lin—Son unas chicas realmente amables. Me pongo mis audífonos y comienzo con el entrenamiento. Esa sensación de tus músculos quemándose por el ejercicio es de lo mas delicioso que existe.
Al fin termino con la rutina de brazos, camino para ir a hacer un poco de cardio a la zona de caminadoras. Antes de llegar choco con alguien.
—Lo siento—Le digo, porque fue mi culpa, iba distraída viendo mi celular. Le doy un rápido vistazo al chico con el que choque, guapillo, alto fuerte, con tatuajes en el brazo, y ojos negros al igual que su cabello. Una sonrisa que deja claro que puede meternos en problemas. Me regala una sonrisa en disculpa por el choque. Me subo a la caminadora y por el reflejo veo que el chico me da un ultimo vistazo, literalmente viéndome el culo, lo que me hace sonreír.
Termino de entrenar, me voy a mi apartamento, para alistarme para trabajar. me encanta mi trabajo, estoy en una pequeña editorial, donde básicamente mi trabajo es pasármela leyendo, eso me encanta. Y he ido subiendo de puesto, ahora tengo una un par de asistentes editores, que leen tantos manuscritos como yo.
Cuando salgo del trabajo tomo bolso, y salgo del lugar. Con mi amiga Amelia a mi lado
—¿Qué te parece si el viernes nos tomamos unos tragos?
—Si estaría bi…—Pero me interrumpe el fuerte golpe de un cuerpo.
—Mierda—La voz grave de un hombre, me hace voltear, abro los ojos en sorpresa, es el mismo chico de la mañana.
—Lo siento—Le digo al ver toda su camisa blanca, manchada de lo que huele como café
—Si deb…—Pero cuando me mira de inmediato su ceño fruncido pasa a una sonrisa—Ey, eres tu
—¿Soy yo? —Digo levantando una ceja
—Si, la chica sexy del gimnasio—Dice con voz ronca, y una sonrisa cínica de medio lado.
—¿La chica sexy del gimnasio? —Le digo incrédula de su adjetivo, pero el solo sonríe, y en sus ojos negros puedo ver cierta perversidad peligrosa, muerde su labio inferior, mientras me mira el cuerpo—Estoy seguro que sabes lo que tienes que ofrecer—Me dice con fingida culpa. Pero me sonríe y su sonrisa es algo contagiosa—En fin, debo me cambiar, para ver a mi jefe—Lo dice mas para él que para mi
—De verdad lo siento—Le digo viendo las zonas donde cayó el café, y la camisa se le pega al muy pero muy bien trabajado cuerpo.
—Bueno, si de verdad lo sientes, tal vez me puedas invitar un café…—Dice con esa sonrisa de nuevo peligrosa.
Le sonrío de regreso, muerdo mi labio inferior. Cuando siento que alguien me toca el codo suavemente, regresándome a la realidad, miro a Amelia que parece algo intimidada por el hombre que tengo enfrente. Mi sonrisa desaparece.
—Debo marcharme—Le digo regresando a mi papel de mujer tranquila y seria. Pero su mirada brilla con algo de perversidad.
—Soy Salvatore—Me dice antes de marcharme, pero yo solo le sonrío, me doy media vuelta, y me marcho.
Me despido de Amelia cuando llegamos a su departamento, y camino al mío. Debo alejarme del chico Salvatore, aunque esta que se cae de bueno, pero ese hombre no augura nada bueno. Parece la clase de chico que puede llevarte por un mal camino. Y por desgracia, es el tipo de chico que me encanta. Mi padre siempre tenía que estar cuidándome de no andar con uno de los chicos de la organización. Y es que ese modo malote, es tan jodidamente sexy, y esos ojos negros son tan prometedoramente perversos. Pero no puedo involucrarme con hombres así. No de nuevo Massimo fue el ultimo y no salió precisamente bien.
(…)
No me he vuelto a encontrar con Salvatore, afortunadamente, hoy es viernes e iré a tomar unas copas con Amelia. Necesito relajarme un poco, y tal vez en el bar, consigue un ligue. Por desgracia Amelia invito algunos mas de la oficina, entre ellos a un chico con el que me llegue a enrollar hace unos meses, me ha insistido en darle una oportunidad, pero yo no tengo relaciones de ese tipo, las relaciones formales te lastiman y te hacen débil. Además es difícil tener una relación normal, cuando tu padre es Giuseppe Vannicelli, el empresario ejemplar de día, y el mafioso matón de noche, y esto es un secreto a voces.
Llegamos al bar y pedimos una mesa para seis, y cubetazos, para abrir aquí, con hielos. De entrada pedimos 4.
—hola Zia—Me saluda Álvaro, el chico antes mencionado—Te ves hermosa esta noche
—Muchas gracias, Álvaro—Le respondo cortésmente
La conversación con los chicos es muy amena, echando un vistazo en el bar, no hay nadie que me interese realmente, por lo que desisto de la idea de pasar la noche con alguien. Llevo 4 cervezas, y estoy bien pero mis compañeros, algunos llevan un par y ya comienzan a sonrojarse. Saco otra cerveza de los hielos, la abro con la mano. Y le doy un sorbo.
—Así que tienes resistencia al alcohol—Una voz grave y demasiado sexy llama mi atención, me giro un poco mientras el cuerpo que pertenece a esa voz se coloca a mi lado, en mi campo visual. Dios que guapo es este hombre. Tiene una sonrisa de medio lado—Puedo aceptar un trago en lugar del café
—¿Qué estas tomando? —Le pregunto al ver que trae una cerveza en la mano, me la muestra—“lagrima negra”, ¿Artesanal?
—¿La has probado? —Me pregunta y le muestro la Stella que tengo en la mano, mostrándole el tipo de cerveza que tengo.
—Probemos una tuya—Le digo tomando de fondo la Stella, mientras el me dedica una sonrisa perversa, y va a la barra.
—¿Qué estas haciendo? —Me pregunta Amelia—Transpira peligro ese hombre—Me dice escandalizada
—Pero esta tan bueno—Le contesto mirando a Salvatore recargado en la barra
—De eso no cabe duda
—No te preocupes, estaré bien
—¿Segura?
—Claro—Le digo con confianza, algo bueno que me inculcó papá fue aprender artes marciales. Y manejo de armas, que si bien no traigo una, podría desarmar a alguien. Salvatore regresa a mi lado, con dos cervezas cerradas.
—¿Nos movemos? —Me pregunta dándole un vistazo a mis acompañantes, yo asiento, y me despido de los chicos, tomando mi bolsa y nos vamos hacia la barra—¿Me dirás tu nombre?
—¿Para que? —Le pregunto, mientras le damos un sorbo a las cervezas—Esto esta buenísimo
Le digo con entusiasmo, y comienzo a leer la etiqueta, mierda 10 grados de alcohol.
—Lo es, es lo que suelo tomar al venir aquí—Dice encogiéndose de hombros y dándole otro sorbo a la cerveza
—Y dices que tengo aguante, 10 grados ¿Eh?
—Pero soy el doble de tamaño que tu, sexy—Me dice con una sonrisa perversa de nuevo—Dime tu nombre
—Mejor pidamos otra—Le digo, y el sonríe mientras niega con la cabeza divertido. Nos tomamos otras 2 cervezas mientras jugamos ese estira y afloja, me pregunta mi nombre pero siempre evito decírselo. Estas 3 cervezas me han pegado mas que las 4 anteriores. El también parece algo achispado.
—¿Por qué no me lo quieres decir? ¿Eres una super agente de la cia o la interpol?
—¿Y tu? —Le pregunto y ríe casi a carcajadas
—No, pero sé hacer cosas muy interesantes con un par de esposas—Dice y esta vez su mirada es completamente lasciva, pasa sus ojos de mi boca a mi pecho, y de nuevo a mi boca.
—¿Por qué no me lo dices? —Me pregunta de nuevo
—¿Para que quieres saberlo? —Se acerca a mi, tomándome por la cintura, pegando su cuerpo al mío, pasa su nariz de la base de mi cuello, subiendo por la curva hasta mi oído, rozando suavemente con su nariz, haciéndome reaccionar con un jadeo ahogado, aspirando, como si quisiera hacerse con mi esencia.
—Porque quiero saber que nombre decir, cuando me entierre en ti—Su voz aunque es casi un susurro, es ronca, grave llena de deseo, le sonrío de medio lado mirándolo a los ojos, su mirada es segura, sabe que me tiene en la palma de su mano—¿Tu lugar o el mío?
—Tuyo—Le digo de inmediato, yo nunca los llevo a mi casa, tienen a volverse algo obsesivos.
Salimos con el tomándome por la cintura. me sorprendo al ver su carro, es un Porsche ultimo modelo, modificado.
Llegamos a un hotel
—¿Vives en un hotel?
—No—Dice con calma, nos dirige al elevador del hotel, donde se coloca tras de mi, abrazándome por la cintura, pasando su nariz de nuevo, por esa zona que provoca un escalofrío en mi piel—Tengo unas ganas de ti desde que te vi en el gimnasio.
—Que galante—Le digo burlón
—Nunca dije que lo fuera—Dice bruscamente tomando mi pelvis y pegándome a él, gruñe en mi oído, al tiempo que yo resoplo al sentir su m*****o, decir que es grande, es quedarse corto
—Ya lo veo
—Pero te voy a coger muy rico, sexy—Me dice haciendo hincapié en “sexy” —Y toda la puta noche
—¿Crees aguantar?
—¿Y tu? —me responde cuando la puerta se abre y entramos a su suite. No damos ni 2 pasos, cuando me gira y de inmediato sus labios toman los mío, suspiro al saborearlo, sabe delicioso. Me desnuda en segundos, y yo a él ya en la cama, tumbada veo como se quita el bóxer, y no puedo evitar abrir los ojos al verlo desnudo, dios es enorme en todos los sentidos, y guapo. Es el ejemplo de virilidad. Se pone un condón y sin esperar mucho, se hunde en mi.
—Zia—Le digo antes de que empiece a moverse, y el sonríe de medio lado, entendiendo que es mi nombre
—Pues, Zia, te voy a follar toda la noche, en todas las formas y posiciones—Me dice con su voz ronca, mientras comienza a moverse lento—Te voy a dejar inconsciente, preciosa
Y debo decir que no solo esta bien dotado, sino que además sabe perfectamente que hacer con lo que tiene. Lo hacemos toda la noche. Me sorprende que tiene un surtido sin fin de condones, lo cual agradezco. Porque este hombre es impresionante. Parece no cansarse.
Cuando pierdes cierta humanidad, con la vida que llevaba con mi padre, encontrar a alguien que sexualmente te llene es difícil, pero este hombre es un monstruo.
Estoy sobre él es la cuarta o quinta vez, no lo sé, pero el esta mirándome, gozando de la cabalgada que le estoy dando.
—Zia—Susurra suave, apretando mis nalgas fuertemente.
—Si—Digo, sus dientes atrapan mi pezón y lo muerde duro, gimo—Salvatore
—Grita mi nombre—Dice, pero aun no estoy lista, y el parece notarlo, con dos agiles movimientos, sale de mi, me gira quedando sobre mi, para después girarme, poniéndome en cuatro, embistiéndome de nuevo, tomándome por la cadera. Es tan duro, tan fuerte, tan rápido—Sé que quieres correrte, Zia, hazlo
Me da una nalgada, y me repite “hazlo” y la nalgada, varias veces. Estoy que exploto, no puedo mas, aprieto mis manos sobre la sabana, mientras me corro, el embiste un par de veces mas, hasta que se queda tieso, gruñendo. Me tumbo sobre la cama, con él encima de mi…