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Andrómeda es mi nombre

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Blurb

Amelia Walton tenía un secreto que la volvía un objetivo, pero ¿quién no lo tenía? Aprender a vivir más allá de las amenazas era algo que se le daba muy bien. Podía ser exitosamente la joven dulce y respetuosa que el mundo conocía, así como podía ser una mujer sensual y poderosa con pelo color lila. Nada es imposible cuando el mundo no te mira a los ojos, porque engañar con medias verdades es un talento con el que había crecido.

Claro que nunca imaginó que un encuentro inesperado con un hombre mayor, interesante y enmascarado cambiaría su vida, al abrir los ojos con un nuevo día. Es a partir de ese momento que las reglas cambian y sus pobres experiencias inocentes son cambiadas por un mundo peligroso, lleno de adrenalina, diversión, pero también mucha incertidumbre. Un hombre en traje con los ojos llenos de hielo, un sobre en la mesita de un hotel y el tiempo, serán decisivos para ella.

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Graduación
AMELIA Era su día de graduación y se suponía que debía ser algo especial, pero no estaba resultando nada parecido a eso. Su educación era algo importante para sus padres, porque siendo parte de una familia con apellido importante en el mundo de los negocios, debías seguir un legado que muchas veces se sentía imposible de alcanzar, sin embargo, no podía dejar de intentarlo, eso sería incluso peor. Observó la tarima del auditorio donde sus compañeros pasaban para recibir su título y esperó a que fuera su turno. Los aplausos se escuchaban desde todas las esquinas junto a algunos gritos emocionados, aunque se suponía que aquello estaba prohibido. Su institución era demasiado formal como para permitir algún tipo de emoción real. La fila avanzó con rapidez y entonces fue su turno de levantarse para poder tomar el título que la alejaría de ese círculo de desconocidos con los que nunca había llegado a simpatizar del todo. -Amelia Walton- su nombre resonó en los altavoces y ella subió las escaleras escuchando los aplausos y los gritos de la que debía ser su nana. Ella caminó pasando por los puestos de los profesores para que le colocaran la medalla y luego recibió su título del director de la institución. Regresó a su puesto con la misma emoción con la que había subido para sentarse en la misma silla y esperar a que aquel acto terminara. Una hora más tarde los estudiantes lanzaron sus birretes, Amelia se había sentido tentada de hacerlo, pero se arrepintió al último segundo. El cúmulo de gente en el auditorio no la dejaba moverse y solo cuando vio el rostro sonriente de su nana, su niñera desde que era bebé, fue que sonrió con alegría. La mujer la abrazó con fuerza antes de mirarla completamente con lágrimas en los ojos. -Ay mi niña, que grande estás- le dijo la mujer emocionada -si fue hace poco que te ayudaba a vestirte y con la tarea del colegio, ¡que rápido pasa el tiempo! -No tan rápido, nanita- comentó ella con la misma sonrisa. -Ay, claro que sí- insistió la mujer -mírate. Ahora te irás a la universidad como tu hermano y ya no los tendré en casa para cuidarlos y consentirlos. -Menos trabajo- dijo ella abrazando a la mujer -alégrate un poco. Puedes visitarme y yo iré a casa en vacaciones, no pasa nada. Su nana iba a decirle algo más cuando sus padres llegaron de entre la multitud, ambos miraban las caras sonrientes de los padres a su alrededor como si la vergüenza debiera golpearlos. Eran la pareja perfecta, tan impecable como todo el mundo los describía y tan estrictos como se los imaginaban. Solo su padre se salvaba en ciertas ocasiones. -Felicitaciones Amelia- le dijo su padre con una sonrisa -estamos muy orgullosos de ti. -Lo estamos- aseguró su madre dándole un incómodo abrazo -felicidades. -Gracias- ofreció ella con la misma sonrisa que ellos le daban. -Me hubiera gustado verte dando el discurso de tu promoción, como yo lo hice- comentó su madre sin dejar de ver el celular en su mano -pero no se puede pedir todo de los hijos, eso sería demasiado. Un silencio incómodo llenó el pequeño espacio mientras su pecho golpeaba con dolor, ese tipo de comentarios eran comunes en su madre. Jessy sostuvo su mano con dulzura. -Te llevaremos a cenar por tu graduación- le informó su padre interrumpiendo -hice reservaciones para esta noche. Sé que te gustará, fui con el gobernador hace poco. -El auto te llevará a casa, Jessy…- le decía su madre a su nana todavía sin verla. -Me gustaría que Jessy viniera- pidió ella interrumpiendo a su madre -me gustaría celebrar con todos. Ella había querido decirles que quería cenar con toda su familia porque su nana era parte de la familia, pero eso sería demasiado para ellos. Sus padres permanecieron en silencio con miradas intensas, algo común en sus actitudes. -Muy bien- aceptó su padre -es tu noche, así que puedes tomarte las libertades que desees. Una forma simple de decir que en otro momento eso no sería tolerado. Ella le sonrió a Jessy quien la tomó de la mano con cariño haciéndola sentir apoyada mientras atravesaban la multitud para llegar al auto de sus padres. Unos minutos más tarde llegaban a un restaurante exclusivo y bastante lujoso donde su padre fue recibido como si se tratara de un rey o algo parecido. Su madre no se quedaba a atrás, todo el mundo los miraba mientras se sentaban en la mesa. -Christian no está aquí- comentó ella -¿qué sucedió con él? -Tu hermano quería venir, Amelia- le explicó su madre -pero sus notas no han mejorado desde la última vez que las revisamos, por lo que decidimos que era mejor para él que se quedara en la universidad con el objetivo de subir sus calificaciones. Espero que puedas comprenderlo. -Claro- ofreció Amelia sabiendo que aquello era un castigo de sus padres. Se sintió mal por su hermano. No era mucho mayor y ambos eran bastante cercanos, sabía que a Christian le dolería no haber podido ir a su graduación, pero no lo culpaba. Era probable que sus padres hubieran usado su acto de grado como una excusa para presionar a su hermano y cuando este no había podido cumplir la meta, lo habían castigado impidiéndole ir ese día. Su nana tomó su mano con una sonrisa al ver su rostro. -Me sorprende que no le hayas pedido a alguna de tus amigas que viniera con nosotros- comentó Jessy intentando distraerla. -Todas tenían sus propias cenas esta noche- se excusó ella con una suave mueca aunque su nana la observó con más atención de la que deseaba. -Por supuesto- fue la respuesta de Jessy. Ellos ordenaron la cena luego de ver el menú y fueron servidos mucho más rápido que el resto de los comensales. Sabía que el cargo de su padre en la política hacía que las cosas mejoraran en restaurantes o eventos, pero que su madre fuera la CEO de una de las empresas más grandes del país lo hacía incluso peor. Toda la gente a su alrededor estaba acostumbrada a tratarlos con preferencia, algo que Amelia detestaba desde que tenía memoria. -Pronto te irás a la universidad del Este, Amelia- comentó su padre con emoción -¿cómo te sientes? -Llena de emoción y alegría- aseguró ella con una sonrisa -estaba bastante segura de quedar, así que no me sentí nerviosa esperando por la carta. -Eso es sorprendente- comentó su madre tomando un bocado de su plato -considerando que fuiste solo la segunda de tu promoción, ¿cómo podrías tener esa grado de confianza si no eres la mejor? Su garganta se volvió un nudo lleno de gritos rabiosos. -Fui la segunda mejor- afirmó ella -creo que eso me da cierto nivel de confianza. Estoy por encima de muchos otros estudiantes. -Sigues sin ser la mejor- rebatió su madre -no deberías sentirte tan confiada. Creo que si te hubieras esforzado mucho más, tal y como te lo pedí en incontables ocasiones, podríamos estar celebrando tu exitoso discurso en este instante, pero no lo podemos hacer porque te basta con el segundo puesto, Amelia. Esa pasividad no te ayudará en la vida. -No me basta con el segundo puesto…- intentó ella, pero se calló antes de que la voz se le quebrara. -No es eso lo que estás demostrando este día- afirmó su madre con una expresión de hastío -y ya no lo puedes hacer, la graduación ya pasó. Pido solo lo mejor de mis hijos, es una lástima que ni Christian, ni tú puedan con las expectativas de superación que tengo para ustedes. Las decepciones no dejar de llegar nunca. -Lamento ser una decepción- musitó ella perdiendo cada gramo de emoción y sentimientos en las lágrimas que no derramaba. -No lo seas- ordenó su madre -deja de rendirte en tus esfuerzos y has más. Fue un alivio cuando la cena por fin terminó y sus padres decidieron levantarse de la mesa luego de estar centrados en sus celulares por lo que parecía una eternidad. Llegaron a la casa un tiempo más tarde y sus padres se despidieron casi de inmediato para acostarse, la única que se quedó a su lado fue Jessy. Las lágrimas cayendo como siempre lo hacían cuando su madre soltaba uno de sus discursos de superación. -Oh, mi niña- su nana la abrazó -no puedo verte así en un día tan importante. Tienes que sonreír, no dejes que te quiten la emoción. -Ya lo hizo- afirmó ella con una ira profunda -Silvia no sabe cómo hacer otra cosa que estar llena de amargura. Ya no puedo estar aquí, no puedo… Lloró en los brazos de su nana con tanto dolor y melancolía, sintiéndose un fracaso aunque no lo fuera. -Suficiente- rugió Jessy con dolor -iremos a tu habitación y te acostarás. Necesitas descansar. Subieron y su nana la ayudó a acostarse, pero no importó cuando tiempo estuvo allí, el sueño no fue amable. Fue entonces que una ira como nunca había conocido junto a un dolor de sordo en su pecho, lleno con todas las críticas que su madre había soltado alguna vez, explotó como una bomba de tiempo. Sintió la necesidad de hacer algo que rompiera las normas, que contradijera cada palabra llena de veneno. -Seré la mujer que sé que soy- afirmó ella levantándose. Se vistió con un conjunto atrevido que nadie nunca había visto, se puso una peluca de color lila así como unos tacones de cuero que la hacían sentirse poderosa. Salió por la ventana de su habitación cuidando que nadie la notara y tomó un taxi en dirección al primer bar que recordó. Se sentó en la barra con esa actitud seductora que tanto había querido vivir y esperó solo unos minutos hasta que el primer hombre se acercó para intentar conquistarla. -¿Un trago, preciosa?- Preguntó él directamente. -Mejor un baile- rebatió ella. Jamás aceptaba tragos, era peligroso incluso siendo alguien más. -Claro que sí- aceptó él con una sonrisa complacida y la tomó de la mano para llevarla a la pista. Bailó exactamente como deseaba, disfrutó de la seducción de cada movimiento hasta que el hombre desconocido que la acompañaba quiso llevarla a un rincón oscuro. Se dejó hacer sabiendo que él querría apoderarse de sus labios con una marca de conquista que no era real. El toque fue ardiente, tan rudo como imaginó y ella sonrió controlando la situación en cuestión de segundos, disfrutó de la sensación de sentirse deseada, tan libre hasta que se aburrió, nunca era suficiente. Se separó de las manos insistentes de aquel hombre. -Es momento de irme- afirmó ella y se alejó antes de que él pudiera responder. -¿Tan pronto?- Preguntó el tipo tomándola del brazo como si quisiera impedirle irse. -Ahora mismo- rugió ella antes de soltarse con fuerza. Nunca aceptaba esas invitaciones, razones había muchas. Quitarse la ropa que la envolvía la dejaba con la piel de la inocente y tímida mujer que era en su interior, no podía mostrarle a nadie ese punto débil porque arriesgarse a hacerlo era demasiado. Disfrutaba de la libertad, de romper las normas y romper cada estúpida expectativa que su madre le había impuesto, pero nada de lo que hacía se sentía suficiente alguna vez. Esa experiencia era solo una prueba. Fue mucho más tarde que regresó a su hogar sin que nadie lo notara, la casa estaba en absoluto silencio y ella se encerró en su habitación con la sensación de sentirse bien, pero vacía. Sabía que romper las normas no era un cambio real, su madre sería siempre la arpía que era y que les robaba energía vital a todos. Al menos de ese modo podía hacer algo que la hacía sentir mucho mejor, su madre no ganaría.

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