Por un instante, pareció desconcertada. Luego, una chispa de diversión apareció en sus ojos, y la leve sonrisa que curvó sus labios me dejó claro que encontraba todo esto más gracioso que serio. —Bueno, no es el peor problema que podrías tener —comentó, apoyando una mano en su cadera. —Ya lo sé, pero… no sé cómo solucionarlo. —La miré fijamente, devorándola con los ojos, sin molestarme en disimular—. Pensé que a lo mejor podrías ayudarme. Su expresión cambió levemente, como si no estuviera segura de haber escuchado bien. —¿Ayudarte? —Sí… Ya sabés. —Hice un gesto vago hacia mi entrepierna, donde mi erección seguía imponente—. Si me estimulás un poco… capaz pueda acabar. Ella soltó una risa corta, divertida, mientras negaba con la cabeza. —¿En serio pensaste que iba a hacer eso? —preg

