Harlan estaba de pie junto a Jennifer, donde ella seguía en esa posición, temblando ligeramente por la intensidad de lo que acababa de pasar, a gatas sobre la mesa de centro. Aprovechaba nuestra conversación para juguetear con su coño un poco más desde atrás.
Mientras la frotaba suavemente y se deleitaba con los jugos que goteaban de su raja, la felicitó por lo bien que había estado, diciendo que era una de sus chicas favoritas a las que había tenido el placer de entrenar para una sesión. Pensé que probablemente era una mentira piadosa que la personalidad campestre de Harlan usaba para hacer sentir especiales a la mayoría de las chicas, pero pude ver que infundía en mi hija una renovada confianza y orgullo, lo cual solo podía ser algo bueno. Jennifer se sonrojó y le dio las gracias, apret
