Los pechos de Serena brillaban de sudor y parecían haber crecido; sus pezones estaban, sin duda, profundamente rojos y prominentes. Temblaba suavemente al ponerse de pie, con una enorme sonrisa en el rostro, y casi se desplomó sobre mí, riendo mientras tomaba su cuerpo desnudo en mis brazos y la estrechaba contra mí.
Mientras se vestía temblorosamente, el Dr. Andrew habló sobre los cuidados básicos posteriores: asegurarme de que bebiera mucho líquido esa tarde, tal vez dejarla tomar una siesta y, como la estimulación a veces podía ser intensa las primeras veces en las niñas, me indicó que revisara si tenía dolor o irritación antes de acostarse esa noche y me dio un ungüento calmante con instrucciones de frotarlo suavemente sobre su vulva y ano si lo necesitaba.
La transformación en la ac
