A Jennifer le gustó la idea al instante y, con mis indicaciones, empezó a acariciarme la polla mientras la metía en el vaso. Ya estaba casi al borde, y tras unas cuantas caricias, llegué al orgasmo; mis testículos se tensaron y luego soltaban pulso tras pulso de semen en el vaso. Jennifer dio un silencioso chillido de alegría mientras observaba cada chorro espeso salir de la cabeza de mi polla, y me dio una sonrisa embelesada. —¡Papá, puedo sentirlo bombeando en mi mano! —susurró con asombro. Gemí y maldije en voz baja mientras el clímax me invadía. Mi mano agarraba su nalga, mis dedos presionaban la carne de su cálido coño. Mientras me estremecía hasta detenerme, completamente agotado, ella me lanzó una sonrisa maliciosa y aprovechó la oportunidad para lamer rápidamente las últimas go

