Sintiendo una ventaja, mi hija, normalmente muy obediente, no hizo caso a mis advertencias y siguió jugando con la cabeza de mi pene mientras exponía su argumento final.
—A eso me refiero, papi. Estoy aprendiendo cosas geniales y... quiero hacerlo por ti. ¡Pero no tenemos que hacerlo todo, de verdad! Por ejemplo, quizás podría sentarme en tu regazo así por ahora, pero podría meterte... dentro de mí... y quedarme quieta como una buena chica, sin mover ni un músculo, excepto quizás los de adentro, y tú podrías descubrir cómo me siento por dentro, y podría abrazarte en mi v****a y sentir cómo me llenas, y podríamos hablar, y podrías enseñarme algunas de las cosas que les enseñas a otras chicas. Aunque solo hiciéramos eso, solo por unos minutos... ay, me encantaría, papi...
Luchando por volv
