No beso ranas

2138 Words
Llegué a la ciudad hace un par de años, apenas llegué una historia resonó en mi cabeza, un paradigma. Los chicos malos, no sabía perfectamente su historia ni cómo es que ellos se conocieron, pero... Eran dos bandos. El clan D, liderado por Darwin y Delia, este era por debajo del clan que mandaba en la ciudad, aunque en realidad siempre tenían altercados, siempre luchando por ver quien era el mejor. Después estaba el clan de los chicos malos, aquel que lideraba la ciudad y tenía a todos envueltos en miedo, en terror. Los cinco. Caleb, Gael, Los gemelos Gilberto y Guillermo y aquella cereza del pastel, Uriel, él lideraba el bando, el más malo de todos. Cuando me mude aquí me dijeron que tenía que tener algo claro, había dos bandos que dominaban la ciudad y si algo tenías que saberte de memoria era que ellos podían arruinar tu vida de manera permanente, ninguno buscaba nada serio en sus relaciones de una noche. Cada uno era un caos, algo que por el simple hecho de cruzarte en su vida en el momento menos indicado podía hacer que fuera el fin de todo lo que conocías o conociste alguna vez de por vida. El fin de tu vida. Solo tenías que tener algo claro y era la regla más importante para las chicas. “No te enamores de ellos” Miro a los chicos que se encontraban al fondo del café, me asustaba ir con ellos, demasiado, me forme para pedir un café y espere a que los chicos se cansarán de esperar por mí y se fueran, no ocurrió. Caminé con lentitud a la mesa de al fondo y no dije nada hasta estar a su lado, algo tenía claro, Caleb me había mentido, porque para hablar de Drey no era necesario tener a los cinco malos aquí. Hice una mueca cuando llegué, no obstante, antes de hablar ellos lo hicieron primero. —Hola Julieta—, saludó Caleb, sonreí incómoda—, ¿Ya los conoces no? Él es Gael. Era el menor de ellos, eso lo podía notar, me sonrió de lado e hizo un movimiento con su cabeza. Era alto y su cabello oscuro cubriendo este por un gorro de lana, sus brazos y mano estaban cubiertos por tatuajes y sus ojos eran castaños claros, su rostro estaba cubierto ligeramente por una barba. —Los gemelos, Gilberto y Guillermo. —Un placer—, dijeron al unísono. Sus ojos eran verdosos o miel, su cabello castaño ligeramente oscuro, y uno de ellos portaba una sonrisa burlona. —Y Uriel, pero seguro de él sabes su nombre—, mis mejillas se colorearon en carmesí—, Por ser tu vecino... —Ajá, sí. Un gusto chico—, balbuceo. Mis ojos viajan hacía cada uno se ellos—Creí... Creí que hablaríamos de Drey. — ¿No te sientas? — Pregunto uno de los gemelos a lo que negué, estaba bien así, no confiaba en ellos—, Dudo que crezcas más. —Qué gracioso—, Le dije con una sonrisa fingida. —Hablaremos de Drey, no te mentí—, Dice con una sonrisa — Por cierto, termino con el payaso de Luke, ¿No? Una risa burlona salió de mis labios, ¿Payaso? Lo decía con cierto toque de burla y enojo... Pero, ¿Cómo lo sabían? Recién habrían terminado ayer y sabía que los rumores corrían rápido, pero... ¿Tanto? —Sí, algo así—, alargué. Para apoyar las palmas de mis manos en la mesa de aquel café—, No era solo para hablar de Drey, ¿Cierto? Se miran entre sí y Gael niega, suspira y me mira con una mueca. —Resulta que... Siento como un líquido frio recorre mi rostro bajando poco a poco, dejando un camino entre mi cuello y espalda. ¡Puaj!¡Que asco! — ¡Rayos! —, exhale con asco. Sintiendo como mis mejillas se enrojecieron de nuevo—, ¡Qué asco! —, Me quejé. Me quité el cabello que se pegaba a mi rostro y miré entre este como el rostro de los cinco era un poema, y detrás de mí las risas de los chicos que habrían hecho esto resonaban en el lugar. — ¿¡Acaso son tontos!? ¡Qué diablos les ocurre! —, chille con molestia despegando el cabello de mi frente—, ¡Son unos tarados! Después de eso, todo paso demasiado rápido, Uriel tenía a uno de los chicos tomado del cuello, mientras que Gilberto y Gael sujetaban a los otros dos chicos impidiendo su escape. Guillermo me paso un par de servilletas, pero mis ojos miraban a Uriel... No preguntó, su rostro se giró con aquel golpe, uno tras otro generando que un hilo de sangre saliera de su labio. Se detuvo y yo noté como el rostro de él era pálido, lleno de miedo, a pesar de querer defenderse, no lo logro. —Antes de que te rompa la cara, dime por qué hiciste esa maldita estupidez...—siseo con molestia—¡Ahora! No espero respuesta, siguió golpeándole ante el hecho de que no recibió respuesta alguna, me quedé petrificada, aturdida. Los nudillos de Uriel se miraban ya heridos, rojos y cubiertos de sangre, suya y del chico que estaba recibiendo aquella paliza. Sentí mi corazón pedir paz, mire la escena y sentí los nervios a flor de piel, todos miraban hacia acá donde cuatro de los cinco malos tenían acorralados a dos de ellos y el otro sufría y pedía con la mirada que Uriel lo dejara. —Uriel no...—Suplico, él me ignora, mientras que la tensión aumentaba—, Por favor para... ¡Uriel basta! La pelea dentro del establecimiento era una tensión increíble, los golpes resonando y todo esto... Me parecía estúpido. — ¡Él lo ordeno! —Dijo el chico temblando, intentando zafar su agarré— ¡Fue el, él nos pagó! Uriel golpea una vez más al chico antes de soltarlo y que caiga al suelo. —Lárgate antes de que me arrepienta de haberte soltado—Le gruñe, veo como el chico se levanta, sangre sale de su nariz y boca sin control. — ¿Por qué lo hiciste? —Susurro con dirección a Uriel, el me mira, pero no dice nada. Su rostro este rojo, frunce las cejas y le dice "esta será tu primera y única advertencia", me frustro; sale del café dejándome ahí confundida. Los cuatro chicos salieron detrás de él y yo solté un suspiro, para dejarme caer en mi asiento, tapando mi rostro con ambas manos. *** Algo que solía pasar en Clifford, es que los rumores corrían con bastante velocidad y apenas llegué a casa de Drey, ella ya sabía al derecho y al revés que me habría reunido con los cinco, y que estos habrían golpeado a los dos chicos después de haberme molestado. — ¡Le gustas! —Dice Drey brincando en la cama, rio ante su acción y niego—¡Claro que le gustas! —El solo me "defendió", pero no me gusta esto, odio los golpes y van dos días seguidos que presencio eso—confesé dejando caer mi cabeza para atrás—Odio esto. —Consecuencias de enamorarte de uno de los cinco, Juls—, Canturrea Drey, dejando caer su peso en la cama, reí, para imitar su acción—, Estarás frita. —No estoy enamorada de él, guarda silencio, boba—, Giré mi rostro en su dirección, notando cómo es que ella rodaba los ojos. —Aun no me has contado que hacías con los cinco malos—señaló, a lo que se acercó a mi—, Habla, Juls. Hago una mueca y suspiro, si le contaba que Caleb me había pedido hablar conmigo por ella se ilusionaría, y no podía confiarle a mi mejor amiga, así como así, primero tenía que saber si esto iba a ser serio, no la quería ver rota por otra persona. No otra vez. —Era para decirme algo. Aunque, después de lo que sucedió, no tuvieron oportunidad—, Confesé, omitiendo un par de cosas. La mayor parte de los detalles. Nunca fui buena mintiendo, siempre terminaban descubriendo mis mentiras. —Ajá, entonces, si te dicen me cuentas—, Hace un puchero y yo rio levantándome de su cama. —Quizá, me tengo que ir Drey, nos vemos luego—, me despedí. Tomando mis cosas—, Suerte en la universidad. Ella asiente y sonríe. — ¡Si vas con Uriel usas protección! —Boba—, Dije entre risas. Apenas terminé de tomar mis cosas salí de su casa, que compartía con su hermana, apenas iba a mitad del camino, aquel cielo grisáceo, comenzó a hacer su labor, la lluvia comenzó a caer, burlona de que iba a pie. Comenzaba a tener frio y la piel se me erizo, faltaban cinco o seis cuadras para llegar a casa y los autobuses habían dejado de salir desde hace media hora. Debí de haberme quedado con Drey y Lily. Tallo mi rostro con frustración y sigo caminando. El sonido de una moto llamo mi atención, y terminó por captarla Uriel, quien apenas lo vi, me miraba completamente burlón. —Rana—, Repitió, blanqueo los ojos. —¿Qué dices? —, Pregunté con toque de confusión. ¿Me decía verde? —Te vas a convertir en rana—, Dijo, deteniéndose apenas hice lo mismo—, ¿Sabías que existen los paraguas? —No me digas—, Alargué divertida—, Y sobre lo de rana… Da igual, mientras encuentre a alguien que me regrese a la normalidad… Estaré bien. —No lo encontrarás. Pero, me has encontrado a mí—, Se mofó—, Sube, que yo no beso ranas. Apenas lo dije solté una carcajada, era un tarado. —Sería una rana guapa—, Le rete. Seguramente, no. Sería verde y viscosa y dudo que eso tenga un atractivo. Dudosa, me subí a su motocicleta, aferrándome a su espalda, nunca me habrían gustado, me causaban cierto toque de miedo. Así que, ante el miedo, y el frío mi cuerpo temblaba, cómo una tonta gelatina. —Te vas a enfermar, boba—, Regaño, blanqueo mis ojos ante sus palabras. —No es mi culpa que lloviera—Me defiendo—Si tuviera el don de Karen Smith para predecirlo no hubiera ocurrido. —Quizá... Llegamos y bajamos de su motocicleta, le sonrió y él hace lo mismo para mi sorpresa no le había visto el rostro el cual estaba cubierto por moretones, y un poco de sangre al igual que sus nudillos. — ¿Qué te ocurrió? —, Pregunté dando un paso hacía él, notando esto, retrocedió inmediatamente. —Me tengo que ir—se excusó. Para ver hacía su departamento—, Deberías ir a cambiarte, te vas a enfermar—, Repitió. Pensé en ello, pero mi cabeza iba más hacía las heridas que cubrían su piel. Sabía que era un chico malo y seguramente, eso tendría todo que ver. —Deja que te cure las heridas, por favor—, Le pedí, él negó—, Anda, te lo debo, tu me trajiste. —Estaré bien Julieta. —Por favor, no tardare—, Le repetí, él suspiro con pesadez, pero terminó por acceder ante mis suplicas. Subimos las escaleras hasta llegar a mi departamento, en lo único que podía pensar era en lo que le habría pasado, tendría que ser un completo tarado para que lo golpearan de ese modo. ¿Qué habría hecho? ¿Sólo sabía meterse en problemas? Abrí la puerta de mi departamento, para adentrarme al igual que él, apenas lo hice me saqué la sudadera mojada y miré de reojo hacía él, quien se sentó en el sofá y miró con curiosidad a mi gato. —Eres demasiado dulce. No tenías que hacer esto—, escuché mientras me introducía al baño, en busca del botiquín. —Claro que no—, Le dije, antes de salir me miré al espejo, mi cabello estaba ligeramente mojado y mi maquillaje un poco corrido. Él único momento en que logró hablar con él, y me veo fatal. Ley de Murphy 2, yo 0. Regresé a la sala, para comenzar a pasar el algodón por sus heridas, él no se inmutaba, cómo si siquiera le doliera, Uriel me generaba demasiadas dudas. —Espera, tienes algo aquí—Dice tomando mi mentón—No te muevas, te puede picar. Se acerca un poco más a mí, y me da una pequeña sonrisa, le miré con un poco de nervios. — ¿Qué tengo? —La sonrisa más linda que he visto.
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