Demian no desvió la mirada ni un segundo; al contrario, se acercó a mí con esa ira y decepción que no podía contener. —Y que no se te ocurra volver a poner un pie donde yo esté. —me dijo con los dientes apretados. —Y más te vale tener tu teléfono a mano, porque aunque no se haya cumplido el año que nos falta, nos vamos a divorciar. Sus palabras me hirieron más de lo que podía casi soportar. Asentí en silencio, tragando mi orgullo y mis lágrimas. Me levanté del suelo con dignidad, aunque mis rodillas sangraban, tomé la maleta azul del piso, la misma que él mismo había lanzado con desprecio. Me giré y le dije, con la voz quebrada pero tratando de sonar no tan dolida. —Estaré esperando tu llamada, Demian. Él no respondió, solo cerró la puerta en mi cara con tal fuerza que el sonido re

