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Dante llegó a la casa de Aymara pasada la medianoche, acompañado por Aurelio. Como ya era costumbre, ambos llevaban bolsas con provisiones. Dante, más que ser su pareja, se había convertido en el administrador de todo en el hogar de Aymara, cubriendo gastos sin siquiera consultarla.
No era algo que ella aprobara.
Pero él lo hacía de todos modos.
—Deja las cosas en la cocina y vete a dormir en tres horas nos vamos — le indicó Dante a Aurelio, quien asintió con una leve sonrisa, acostumbrado a su actitud.
Después de acomodar todo en su lugar, ambos subieron las escaleras en silencio, cada uno a su habitación. Antes, Dante solía tocar la puerta antes de entrar. Ahora, simplemente sacaba sus propias llaves y abría cuando quería.
Al abrir la puerta de la habitación de Aymara, sintió
