--- La habitación estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz tenue de la lámpara de noche. Afuera, la ciudad dormía, pero dentro de esas cuatro paredes, Aymara sentía que su mundo estaba lejos de la calma. Dante estaba tumbado en la cama, con un brazo bajo la cabeza y los ojos cerrados, pero su mente aún estaba despierta. Había pasado demasiado tiempo enredado en el cuerpo de Aymara, saboreando cada rincón de su piel, dejando que el deseo dictara el rumbo de la noche. Solo cuando sintió su respiración más pausada, supo que era el momento de hablar. —Me iré por unos días —informó de repente, rompiendo el silencio. Aymara yacía sobre su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón bajo su oído. Un torbellino de emociones la agitaba: deseo, celos, inseguridad, y un anhelo profu

