POV: EMMA
En lugar de bajar a las oficinas de Emy's AP, través de mi depertamento, a la mañana siguiente conduje hasta el almacén de Sean Thompson en el centro. El edificio cuenta con su propia área de estacionamiento cercada y cerrada. Erick me había dado el código de acceso, un código de acceso que no funcionó como el lo había predicho. Me lo dijo ayer que pase por Hoteles Thompson para recoger una llave.
-Puedes pasar con esto. El ya sabe que irás- cierro la puerta de tras y entro en el almacén. Sean vive en el piso de arriba, el piso de abajo esta vacío, una enorme área en expansion que no esta acondicionada aún para nada en particular. Es una lástima, es un gran espacio.
Me sacudo la lluvia de principios de otoño de mi abrigo, me paso la mano por mi cabello y presiono el boton del elevador hacía la guarida de Sean. Estando arriba, se abre la pesada puerta de un ascensor de metal y entro cerrandola detras de mi. No hay duda, Sean está al tanto de mi entrada. El raspado de metal había hecho eco en los techos altos y en las ventanas altas, no tenía idea de como se mantenía limpió. Sin embargo, lo estaban. La lluvia golpea los cristales libres de telearañas, cuando entre en el departamento, me quedo con la boca abierta de asombro. Nunca había visto nada como este lugar.
Elegantes paredes de ladrillo a la vista, salpicadas de ventanas. Pisos de concreto con alfombras separando ambientes. Una larga mesa de madera rodeada de sillas de tela que no hacían juego, ocupaban la mayor parte del comedor. Un sofá de cuero, una silla y una mesa de cafe, marcaban el área de la sala de estar. Gruesos pilares de concreto. estaban intercalados con algunas paredes divisorias, como la que ocultaba el área detras de la mesa del comedor. Una cama se asomaba por una puerta alfinal del pasillo. A su derecha estaba la cocina, dividida por una larga encimera y media pared sobre el fregadero.
-No te pongas comoda- me llegó una advertencia, se escucho una voz baja masculina detrás de la pared que debe de estar ocultando la oficina de Sean. Con mis tacones resonando, luego sileciando cuando piso la alfombra, me abro camino hacía las entrañas del santuario Sean, con el corazón latiéndome con fuerza. Típicamente no soy del tipo nervioso, pero la tenue luz dentro del almacén y la lluvia sombría golpeteando las ventanas le daban al lugar una cualidad espeluznante. Mientras caminaba más cerca de la habitación de donde procedia la voz, escucho el distintivo crepitar del fuego.
En el aire había un tipo de crujido completamente diferente, un zumbido bajo de premonición en mis huesos. Erick había depositado su confianza por telefono, pero ahora que el aire en la casa de Sean me estaba presionando, me sentía menos segura de mi promesa de reformar al hermano Thompson. De pie en el pasillo de Sean, era como estar en la entrada de una cueva donde un oso invernaba y yo estaba desarmada.
‹Pero estas armada› la voz de mi conciencia me recuerda. No había estado mintiendo cuando le dije a Erick que podía manejar esta situación. Como mujer que se había alejado del dinero, las expectativas y el hombre que mi familia habían elegido para mi, soy capaz de superar el desafío que viene. Soy una mujer que me he ramificado por mi cuenta y he tomado el control de mi vida, sin la bendición de mi familia. Un ex soldado malhumorado con un chip en el hombro no iba a asustarme.
Cuadrando mis hombros, me doy la vuelta a la pared para encontrar ninguna puerta que la separa del espacio de la oficina de Sean. El hombre de cabello oscuro en cuestión escribia en un papel, con la cabeza gacha. Una lámpara en su escritorio iluminando su camino, en el tenue resplandor, se distingue el borde de una barba y un rastro de tatuajes que decoraban su brazo. Entrecerrar mis ojos no me ayudo a distinguir las imágenes entintadas. Sin levantar la vista, volvió hablar.
-Puedes irte-
‹que te den, Thompson› digo en mi cabeza. Estuve tentada a decirlo en voz alta, pero no estaba segura de que reacción tendría. En su caso su reaccion podría ser peor que un ladrido, y su ladrido era francamente intimídate. No es la primera vez que me enfrento a un hombre que cree el tiene el control, pero estaba jugando un juego largo, prefiero, no presionar demasiado todavía.
Entro en su oficina y me presento, con la versión de mi misma que queria que el conociera.
-Hola señor Thompson. Mi nombre es Emma. Emy's AP, me envio para servir como su asistente personal. Su hermano ya me ha puesto al tanto sobre las últimas novedades de HotelesThompson...
-Emma- Arrojo su bolígrafo sobre el escritorio giro su cabeza y me miro a los ojos. Mi lengua se pego al techo de mi boca y el resto de mi discurso junto con ella.
Con su cabello oscuro alborotado como si se hubiera pasado repetidamente sus dedos a través de el, una barba igualmente oscura y espesa que bordeaba una mandibula fuerte. Sean Thompson llamó mi atención. Sus profundos ojos azules se entrecerraron mientras rastreaba mis tacones de aguja y subía por mi vestido profesional que traía puseto para esta ocasión, y, si un poco apretado en los muslos. No había nada abiertamente s****l en el vestido, pero sin importar lo que usara, mis curvas ponían a prueba los limites de las costuras. Soy una mujer y me niego a ocultar mi feminidad, o silenciarla especialmente para este hombre.
Se movió del escritorio, empujando con su palma en lamadera, y sus tatuajes se flexionan, sus músculos se movieron tentadoramente. ‹Señor, ten piedad› El crujido en el aire esta vez no era un zumbido de advertencia si no algo más. Algo pesado y ponderado, una atracción no deseada, de ese tipo que sientes por un hombre cuando sabes que no deberías hacerlo. El tipo enpaquetado para ser tentador, pero cuando te acercas, aprendes que la belleza tentadora esta mezclada con veneno mortal.
El sentimiento es tan fuerte, la atracción tan palpable que lucho por no avanzar un paso.
-No- dijo
-¿No qué?- aprieto con mas fuerza mi bolso, clavando los talones en el suelo.
-No me gusta Emma. Demasiado ornamental- su labio se curvo con lo que parecía ser disgusto y yo aplasto la tentación de ofendereme. Pero esté era su juego y yo no lo iba a jugar.
-¿Te puedo nombrar diferente?-
-La mayoría de gente me llama Emi- El tarareó, el sonido aspero se engancho en mi pecho y los latidos de mi corazón se aceleraron un poco. Esto es horrible, simplemene desagradable. La atracción por un hombre equivocado me había sucedido dos veces en mi vida. Una vez con mi segundo novio, al que le había regalado mi virginidad, y la otra vez con el hombre que mis padres habían elegido para mi, que resulto ser el rey de los idiotas. Dos veces había vivido para arrepentirme de seguir mis hormonas. No cometeré el mismo error una tecera vez. Especialmente con mi negocio en juego.
-Como estaba diciendo Señor Thompson-
-Sean- me interrumpe
-Sean- corrijo, forzando una sonrisa.
-No...- sus cejas se bajaron y ladeo la cabeza pensativo. -Vuelve a Señor Thompson-
El estaba provocandome. Se suponía que yo reaccionaría y comenzaría a discutir. Esté era su patrón, unos cuantos empujones más y esperaría a que me diera la vuelta y saliera corriendo llorando y gritando que nunca volvería. ‹Muy mal, amigo, muy mal, escogiste a la chica equivocada›
-Muy bien- Enderezo mis hombros y lo intento de nuevo.
-Señor, Thompson. Su hermano me dijo...-
-¿Que pasa si te llamo Emmita?-
-¿Perdón?-
-Nah, no ese no es bueno. Oh- chasquea sus dedos -Em-
-Absolutamente no- lo corto, dejando que mi autocontrol flaquee. Mi ex me llamaba Em y lo odiaba.
-No, tienes razón- la boca de Sean se frunció. -Ese es peor, no me gusta ninguno de los nombres cortos para Emma. ¿Qué pasa si te llamo...?- desliza su mirada sobre mi vestido, que era profesional y de una longitud rspetable. Su evaluación me hizo sentir como si no llevara nada. -¿Bettie Page?-
Se recosto en su silla, su camisa se amoldaba en su pecho muy en forma -¿Estás segura de que vienes de Emy’s AP? ¿y no de un servicio de prostituas?-
- Señor Thompson- Mi voz sonaba con autoridad que exigía respeto. La furia subía por mi cuerpo llegando a mi cabeza, el vomito verbal amenazaba con salir sin parar, pero tenía que ser más inteligente que él. Ya fue suficiente, me negaba a que el me intimidara, ya sea que el aire se rompiera con una atracción díscola o no. No importa si el piensa que yo soy una humilde asistente personal o no. Yo no seré su juguete, y mi elección de vestimenta, sin importar cuan provocadora le encontrara este machista de mierda, no era nada de lo que tuviera que avergonzarme.
-No permitire...- Se empuja para ponerese de de pie, arriba, y luego dio un paso pesado hacia mi, luego otro. favoreciendo la pierna con la prótesis, vestido con un zapato a juego con el otro, la pierna de color metal sobresaliendo de un desgarro en sus jeans.
-Cambie de opinión, Bettie- inclinó la cabeza hacia un lado, con un brillo pícaro en sus ojos cuado me miraba fijamente.
-Tu puedes llamarme Sean-