La noche que cambió todo

641 Words
Nunca olvidaré esa noche en la discoteca "El Fuego". La música llenaba cada rincón del lugar, vibrando en mi pecho, retumbando en mis oídos, envolviéndome en una energía que hacía tiempo no sentía. Las luces de colores parpadeaban al ritmo frenético de la multitud, cuerpos que se movían sin descanso, todos atrapados en su propio éxtasis. En ese momento, por primera vez en mucho tiempo, me sentí viva, como si todo lo demás dejara de importar. Caminaba entre la gente, esquivando miradas que no me decían nada, hasta que lo vi. Al otro lado de la pista, Mateo Ramírez. Sus ojos me encontraron en medio del caos, o al menos así lo sentí. No sé cómo describirlo, pero había algo en su mirada que me detuvo en seco. Era una especie de desafío, una invitación silenciosa que me empujó a acercarme. Sin pensarlo demasiado, me abrí paso entre la multitud, sin importarme si estaba siendo demasiado directa. Quería conocerlo. Cuando estuve frente a él, levanté la mano y la apoyé suavemente en su cuello. Noté cómo se tensaba al contacto, pero no se apartó. —¿Quieres bailar conmigo? —le susurré, mientras deslizaba mis dedos con suavidad por su nuca, probando su reacción. Lo vi dudar por un segundo, su respiración se aceleró apenas un poco. Lo tenía. —Lo siento, estoy trabajando —respondió, esbozando una sonrisa entre apenada y divertida—. Mis jefes están aquí, no puedo dejar mi puesto. Lo miré directo a los ojos, midiendo el terreno. No pensaba rendirme tan fácilmente. Había algo entre nosotros, lo sabía, lo sentía. —¿Trabajando? —le dije con un tono juguetón, acariciando la tela de su camiseta—. Pensé que aquí se venía a disfrutar, no a preocuparse por los jefes. Mateo rió por lo bajo, pero en su mirada había algo distinto. Comenzó a hablarme de su trabajo, de cómo era estar ahí cada noche. Su voz suave, combinada con las luces y el ritmo, hizo que el resto del mundo se difuminara. Aunque intentaba mantenerse serio, no podía evitar mirarme de una manera diferente. La tensión entre nosotros crecía a cada palabra, y yo sabía que lo tenía en mis manos. La noche continuó, la música cambió a un ritmo más lento y sensual. Mis amigas me llamaban desde la barra, pero las ignoré. Mi atención estaba completamente centrada en él. Finalmente, cuando vi que sus jefes se marchaban, supe que mi oportunidad había llegado. —Vamos, solo un baile. No te arrepentirás —le dije con una sonrisa confiada, mirándolo directamente a los ojos. Mateo sonrió, esta vez sin reservas. Había cedido. —Está bien, solo uno —aceptó, tomando mi mano. Lo llevé a la pista, sintiendo cómo nuestros cuerpos se sincronizaban con la música. Cada movimiento era natural, fluido, como si hubiéramos hecho esto mil veces antes. No necesitábamos palabras; bastaba con esa conexión silenciosa entre nosotros. Mientras bailábamos, el mundo a nuestro alrededor se desvanecía. Solo existíamos nosotros, en esa burbuja que habíamos creado sin saberlo. Cuando la canción terminó, sentí una mezcla de vértigo y calma. Todo había pasado tan rápido y, al mismo tiempo, parecía que el tiempo se había detenido. Mateo me miró, sus ojos más oscuros y llenos de algo que no podía descifrar. Se inclinó hacia mí y me dio un beso suave en la frente, otro en cada mejilla, y finalmente, rozó mis labios con un beso tan sutil que me dejó con ganas de más. —Hasta pronto, Valeria —murmuró con voz ronca antes de apartarse. Le sonreí, sabiendo que lo había marcado de la misma manera que él a mí. Intercambiamos números antes de que me marchara, y mientras me alejaba, sentí sus ojos siguiéndome entre la multitud. Sabía que, de alguna forma, nuestras vidas acababan de cambiar para siempre.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD