Tres meses después… El sol de la mañana se colaba por las rendijas de las cortinas, iluminando suavemente la pequeña sala de estar de nuestro nuevo departamento. Mateo y yo habíamos decidido empezar de cero, alejarnos de todo lo que nos recordaba el pasado, de aquellos lugares y personas que llevaban consigo sombras que no queríamos seguir arrastrando. Al principio fue difícil, renunciar a la comodidad de nuestra antigua casa y a la compañía de nuestros amigos, pero sabía que era lo mejor para nosotros. Me sentía aliviada, como si finalmente hubiera levantado una enorme carga de mis hombros. Había decidido guardar el secreto de mi infidelidad. Álvaro y yo habíamos cortado todo contacto, y aunque a veces lo extrañaba, sabía que esa etapa debía quedar atrás. Mateo no merecía el dolor de sa

