Me despierto cansada. Dormí poco y mal. Cuando pude conciliar el sueño, tuve sueños raros y confusos, donde lo veía a él, a esa mujer y al licenciado Scott inquietándome con su sonrisa y mirada.
Me desperezo y me levanto de la cama directo al baño. Tomo una ducha que termina de despertarme y al salir seco mi cabello y hago algunas ondas para darle un poco de volumen.
Mientras termino de alistarme para ir a la oficina, suena el teléfono del departamento.
—Buen día. ¿Diga? —contesto.
—Buen día señorita Khaltoff —escucho decir, a John, al otro lado del teléfono—. La espera el señor Alexander Thompson para llevarla a la oficina.
—¿Ah? —parpadeo incrédula.
¿Él aquí?!Esperándome para llevarme a la oficina! Mi corazón da un vuelco y mi yo interior comienza a dar pequeños brinquitos emocionada, hasta que cae de bruces al recordar que mi auto y mis cosas se quedaron ayer en la oficina.
Solo está siendo amable y considerado, Anna. No seas tan tonta.
—Dile que bajo en un momento —respondo.
Termino de peinarme, me veo al espejo y me gusta como me veo. Pantalón cuadriculado en gris y blanco con corte skinny, y a la cintura. Camisa blanca manga larga de botones, y unos stilettos amarillos. No llevo bolso, ya que tengo el otro en la oficina, así que salgo del departamento sin nada en manos, más que la copia de las llaves.
—Buenos días John —saludo al recepcionista al llegar a su cubículo y entregarle la copia de las llaves.
Cuando me acerco a la puerta veo un imponente Lamborghini n***o estacionado frente al edificio.
Me acerco a la ventanilla del pasajero y el vidrio se baja por completo, hasta encontrarme a mi jefe hablando por teléfono.
No sé si es cosa mía, o será el sueño y el cansancio, pero lo veo mucho más guapo que ayer.
Aunque se ve como cansado y algo demacrado. Bajo sus ojos se marcan unas leves ojeras que lo hacen ver mayor de lo que es. Pero cuando me ve, sonríe y su rostro se ilumina devolviéndole el gesto de niño.
—Buenos días —saludo y lanzo un silbido mientras observo el majestuoso automóvil—. ¡ Qué espectacular Lamborghini Huracán!
Frunce el ceño observándome y luego sonríe divertido, hasta terminar ensanchando una enorme sonrisa que muestra su perfecta dentadura.
—Buenos días, Anna. Suba.
Me deslizo en el asiento del copiloto y empiezo a sentir los nervios otra vez.
—Permítame un momento —me dice, tapando la bocina del teléfono con la mano.
Arranca el automóvil y concentro la vista en el frente, observando los edificios y las personas que caminan por la acera hacia sus destinos.
Le escucho hablar sobre negocios, la presentación de uno de los productos de las cuentas que manejamos y la campaña de promoción del mismo. Por momentos voltea a verme algo frustrado y solo me limito a sonreírle con la tonta timidez que me caracteriza.
Justo antes de entrar al estacionamiento del edificio, termina la llamada. Voltea a verme y me sonríe decepcionado.
—¿Cómo está? —pregunta en voz baja.
—Muy bien —respondo—. Y, ¿usted?
—Bien. Deseaba hablar con usted, pero estas llamadas… —Suspira y encoge los hombros.
Se estaciona en el lugar designado para el Director General de la empresa y apaga el automóvil.
—¿Sobre qué quería hablar conmigo? —le pregunto con curiosidad, mientras me quito el cinturón de seguridad.
—No es nada importante. Es solo que me gusta hablar con usted —confiesa—. Siento que puedo relajarme y ser yo mismo, sin miedo a ser juzgado o algo.
Sonrío y quiero decir algo, pero las palabras se me atraviesan unas con otras, impidiéndome hablar.
Su teléfono vuelve a sonar. Mira la pantalla y luego voltea a ver hacia arriba cerrando los ojos con frustración.
—Tengo que contestar —espeta resignado.
—No se preocupe. Me adelantaré, porque tengo varias cosas por hacer.
Me voltea a ver mortificado, como queriendo decir algo, pero el teléfono no deja de sonar.
—Diga —contesta con tono hostil.
—Gracias por traerme —musito.
Me sonríe como con tristeza y me despido de él agitando suavemente la mano.
Él la agarra con la mano libre y la aprieta con calidez, mientras continúa hablando por teléfono y me dedica una mirada afligida.
Con nerviosismo me bajo del automóvil. Soltando, con lentitud, mi mano de la suya mientras él me sigue con la mirada.
Camino rápidamente hacia el ascensor, agradecida de no entrar al edificio en su compañía. No sé cómo reaccionaría si todos me vieran entrando al lado del jefe. O peor aún, bajándome de su auto.
Pero si es lo que quieres. Me dice la vocecita en mi cabeza. Que todos te vean y le cuenten a ella lo cercana que te has vuelto de él, en tan solo un día.
Cierro los ojos con fuerza y hago callar la vocecita.
No somos cercanos. Él solo está siendo amable, me repito una y otra vez.
Cuando entro al ascensor, siento caliente el cuerpo y mi sistema nervioso a punto de colapsar. ¿Por qué me pasa esto siempre que me toca? El contacto de su piel con la mía, hace que mi sangre hierva por dentro y corrientes eléctricas recorran todo mi cuerpo.
Alzo la mano hasta la altura de mi rostro y la observo. Aún puedo sentir lo tibio de su mano en ella. La acerco a mi nariz, y me doy cuenta que también ha dejado el aroma de su perfume impregnado en mi piel.
Inhalo y absorbo su aroma cerrando los ojos. Disfruto el cautivante olor. Olor a hombre, a fresco, a sensualidad, a virilidad.
Abro los ojos y separo la mano con rapidez. Me siento tan tonta por estar haciendo esto. ¡Por qué eres tan tonta, Anna!