NATHANIEL

1959 Words
¡Otra mudanza, como no, toda mi vida igual!   Era ya parte de mi rutina. En fin. Nada cambiaba en realidad, sólo el paisaje. Esta vez me sentía incluso afortunado, mis amigos en los últimos años habían sido más virtuales que físicos, mi madre opinaba que esos amigos no contaban como tales, pero yo no estaba de acuerdo. Mis aficiones eran los juegos de estrategia, Pokemon go y tocar la guitarra. Yo no era una persona compleja ni mucho menos, aunque mi madre se empeñaba en decir lo contrario. En esta ocasión nos habíamos mudado a Scipionis  y casualmente yo conocía a varias personas de ese pueblo que compartían mis aficiones, no estudiarían en el mismo instituto que yo, ni siquiera tenían mi misma edad, pero eso a mí me era indiferente, hacía años que los conocía virtualmente y ahora los conocería en persona, así que a pesar de lo pesado de la mudanza me sentía relativamente feliz. Ahí estaba mi nueva casa, no podía ser más corriente, al menos la calle parecía tranquila, una vecina cotilla miraba desde el balcón de su casa con descaro, me recordaba a un troll de esos con los pelos de colores en bata de andar por casa… No me lo podía creer, ella ahí asomada sin importarle lucir la ropa interior que se veía desde mi posición. Desvié mi mirada de tan horrible espectáculo y por un momento pensé que ya podría haber habido una chica más mona, joven y bien hecha en ese balcón… Ayudé a descargar el coche lo más rápido que pude, procurando no levantar la mirada para no ver por accidente aquella cosa y me apresuré a subir mi equipaje al que desde hoy sería mi dormitorio. Escogería el primero, eso por supuesto, así mi hermana no tendría oportunidad de pelear conmigo. Cuando llegué arriba me paré en la escalera y no pude evitar mi cara de asco…¿Cómo…? El descansillo era diminuto, parecía una casa embrujada, pero al revés, sí por lo general las casas embrujadas son chicas por fuera y sorprendentemente grandes por dentro, esto era justo lo contrario, en el descansillo apenas cabían cuatro personas paradas  de pie, era del tamaño de un ascensor. Suspiré y miré las cuatro puertas que tenía delante, el dormitorio de la izquierda estaba vacío y su ventana daba al patio interior  tenía pinta de ser el dormitorio de matrimonio, lo descarté enseguida, de frente tenía el baño…sin comentarios y a la derecha dos puertas colocadas en ángulo de 90º, ambas con ventanas a la calle desde las que se podía ver a la señora Troll aun mirando desde su balcón, al menos desde ésta panorámica no se veía su ropa interior. Un dormitorio tenía cama, escritorio, cómoda y armario, el otro…un mueble bar, un sofá-cama y una mesa de estudio, además de un armario en la pared. Entré en el segundo, solté mi equipaje en el sofá y abrí el mueble bar, estaba lleno de tarritos de contenido desconocido, y en la parte de abajo, encontré un microscopio profesional ¡Guay! de un salto corrí a mi equipaje, saqué mi cartel de “NATHANIEL PROHIBIDO EL PASO” y lo colgué en la puerta cerrándola a continuación, ya lo había decidido, aquel sería mi cuarto. Ya con la puerta cerrada me detuve más en mirar mi rededor y analicé el mueble bar de arriba abajo. Algunos tarritos estaban etiquetados, otros no, algunas etiquetas eran legibles, otras en cambio estaban tan desgastadas que no se podían leer, por lo que pude ver, tenían pinta de ser componentes químicos, seguramente para el uso del microscopio, ya miraría en internet el significado de aquellas siglas que no entendía y así sabría el contenido de los botes y su utilidad. Saqué el microscopio de debajo del mueble, era algo antiguo, pero de bastante calidad, ninguna tontería, y junto a él había múltiples piezas perfectamente ordenadas que seguramente servirían para distintas funciones, sonreí mientras lo miraba despacio, también tendría que mirar en internet como usar un microscopio tan antiguo. Abrí los cajones del mueble bar y en ellos encontré varios archivadores, parecidos a álbumes de fotos, en su interior había notas a mano, dibujos raros, posiblemente de moléculas,   pegadas junto a éstas notas y dibujos había placas de esas para ver por el microscopio…¿Serían pruebas de ensayo? Era una manera rara de guardarlas, quise leer las notas escritas, pero estaban en un idioma que no conocía, aunque eso también podía mirarlo por internet, guardé los archivadores y el microscopio en su sitio y miré la mesa de estudio que tenía dos cajones a su derecha, abrí los cajones y encontré varios cuadernillos , los ojeé por encima y me dio la impresión de que eran diarios, cuando quise leerlos me di cuenta de que estaban escritos en clave, sólo las fechas eran legibles …1975-1977…¡Uff! ¿Cuántos años tenía esta casa?  Pensé que sería un buen pasatiempo descifrar aquella escritura y decidí guardarlos, seguro que encontraría la clave. Tocar la guitarra me relajaba y me ayudaba a pensar, de las cuatro que tenía sólo había traído con migo una, las demás llegarían mañana en el camión, así que la saqué y comencé a tocar la primera canción que mis manos quisieron, apenas había comenzado cuando escuché la voz de mi madre llamarnos, siempre igual, como empezara a hacer algo que me gustara enseguida me llamaba para cualquier cosa, parecía hacerlo a propósito. Con un suspiro y mucha desgana comencé a guardar la guitarra, y justo cuando abría la puerta para salir escuché un estruendo en las escaleras…no necesitaba mirar para saber qué había ocurrido, mi hermana era la chica más patosa con diferencia sobre la faz de la tierra, seguro había bajado las escaleras rodando. No me cabía duda de que era tan torpe como suertuda, pues a pesar de accidentarse con mucha frecuencia, difícilmente se hacía daño y nuca llegaba la sangre al río. Así que bajé las escaleras con calma, y allí la encontré, toda despatarrada en la escalera, mirándose al espejo que había en la entrada con cara de pasmada. -¡Abi!, ¡quita del medio!, ¡estorbas!, ¡torpe!-le dije en tono seco para que dejara el paso libre. Parece que aquello la despertó de su ensimismamiento, me miró, miró al espejo de nuevo y se rio por lo bajo mientras entraba en el salón. Terminé de bajar las escaleras,  negando con la cabeza, mientras me preguntaba que leches había en el cerebro de mi hermana, yo estaba seguro de que no podía ser tan tonta como parecía. Miré al espejo una vez más, era un espejo viejo, sin marco, pero era guay, en su rededor habían grabadas lo que parecían runas, en muchos de los juegos a que yo jugaba aparecían runas, cada una tenía un significado y un poder distinto, no creía en esas cosas pero descifrarlas era para mí muy entretenido, decidí pedirle a mi madre que no tirase el espejo. Apenas di dos pasos cuando llamaron a la puerta, me giré con desgana y la abrí preguntándome quién podría ser, y crucé los dedos para que no fuese la señora Troll del balcón, al pensarlo  mi mano se detuvo en el aire justo antes de coger el picaporte de la puerta, respiré hondo, cerré los ojos y la abrí, así , con los ojos cerrados . -¡Hola!- dijo una voz de chica, no tenía pinta de ser la señora Troll, así que abrí los ojos. En el momento de hacerlo deseé no haberlos abierto. ¿Cómo podía ser?, ¡acabábamos de llegar! Yo siempre pensé que mi hermana era una pequeña bruja, que por donde pasaba hechizaba a la gente y así conseguía que la vieran como la más genial del mundo, en vez de lo tonta y torpe que era, siempre tenía un grupo de niñas chillonas y molestas alrededor que para colmo no paraba de invitar a casa, siempre alborotando y riéndose por lo bajo cuando yo pasaba, algo que me resultaba molesto, en el último año también venían de vez en cuando chicos que tenían la necesidad de llamar su atención mostrando su “fuerza y hombría ”normalmente rompiendo el mobiliario de la casa mientras peleaban, por suerte, yo siempre andaba vigilando lo bastante cerca para poner cada cosa en su lugar y echar a esos buitres a patadas, esa niña no sabía cuidarse, y yo tenía que cuidar de ella constantemente … Y como muestra de lo bruja que era allí estaba aquella niña. Una cara redonda de ojos verdes almendrados, nariz pequeña y una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja, con unos pequeños dientes cuadraditos, que me observaba al otro lado de la puerta. Apenas la miré comenzó a hablar rápidamente, atropellando las palabras mientras se retorcía sobre sí misma como un rabo de lagartija. -Soy Evi, vivo ahí, justo al lado-dijo mirando la casa que estaba a la izquierda de la nuestra. Acabo de veros bajar el equipaje y pensé que erais vecinos nuevos. Vi que había una chica de mi edad y pensé que podríamos ser amigas.  ¡Ea, genial! La amiguita chillona y revoltosa que para colmo no paraba de hablar, viviría justo al lado, una pesadilla, eso era -¿Está aquí?, ¿puede venir a jugar?-terminó preguntando, mostrándome esos dientecitos… Sin decir palabra, y sin cambiar mi cara, me giré  -¡Abi¡ tienes visita!-y dejando la puerta abierta entré hasta la cocina con la excusa de ayudar a mi madre con tal de alejarme lo más posible  de aquella criatura molesta. Abi salió alegremente a la puerta  y tras presentarse comenzó a hablar con la visitante con voz chillona como si la conociese de toda la vida, la hizo pasar e incluso la embrujó para que la ayudara a limpiar, desde donde yo estaba se escuchaba el parloteo incomprensible pero imparable de las dos pequeñas cotorras, así que me alegré muchísimo cuando mi madre dio por terminada la faena y le dio permiso para salir a la calle. En un momento revisé las cosas que tenía pendiente para hacer, aun no teníamos instalado Internet en casa y no quería agotar los datos de mi móvil buscando todo lo que quería saber, así que pospuse la investigación para otro momento y decidí contarle a mi madre lo que había encontrado en mi cuarto y lo que tenía pensado hacer con ello. -¡Mas tiestos en casa!-dijo-¿No es suficiente con todo lo que traemos en el camión? ¿Dónde vas a guardar todo eso? -¡Mamá!-contesté con súplica en mi voz-el microscopio vale una pasta, y cuando descifre los cuadernos mi juego habrá terminado y me desharé de ellos –dije sin convencerme a mí mismo. Mi madre suspiró, eso era buena señal, la había convencido. Subió las escaleras y entró en el cuarto de mi hermana y comenzó a protestar -¿Pero quién se va de una casa y lo deja todo atrás?, ¡fíjate!, está toda la ropa…-En aquel momento algo se encendió en mi cabeza, alguien que se haya muerto, ese es el alguien que se va y lo deja todo atrás. Me senté en el sofá–cama de mi cuarto y comencé a teclear en la pantalla de mi móvil, contacté con uno de mis amigos de Scipionis contándole todo lo que había encontrado en la casa nueva y mi deducción de que el antiguo propietario debía de estar muerto, enseguida nos inventamos posibles historias tétricas sobre el asunto, de esas que podían ser contadas una noche de Halloween.
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