El Peso Del Linaje Vodrak
Tharion apoyó una mano firme sobre el respaldo de un sillón antiguo, los nudillos marcados por siglos de lucha y decisiones difíciles.
- El linaje Vodrak no fue forjado por vínculos débiles, Viktor. Fue sellado con pactos de sangre, sacrificio y voluntad. Lo que llevas dentro... - su mirada se tornó más dura - no es sólo deseo o vínculo. Es legado. Y tu consorte, con su sangre del viento, ha respondido al llamado del linaje como si lo hubiera llevado siempre en la piel.
Viktor apretó la mandíbula, desviando la mirada y llevándose la mano al pecho. Sus pupilas vibraron un instante con un resplandor azul, como si una ráfaga de emoción ajena cruzara por su pecho.
- ¿Qué sucede? - inquirió Tharion, agudizando los sentidos.
- Isabella…
Desgarro Invisible
Mansión Von Draak, ala este. Habitación de Isabella. Al mismo tiempo
La habitación estaba fría, a pesar de la calefacción. Isabella yacía en la cama, aún vestida, el rostro pálido y los ojos fijos en el techo. No dormía. No podía.
Las sombras parecían más densas esa noche. El aire olía a tormenta aunque no había nubes. Su pecho subía y bajaba con dificultad, como si respirara por otro cuerpo.
Y entonces ocurrió.
Su espalda se arqueó de golpe. Una punzada helada atravesó su vientre, como si le hubieran abierto el alma. Gritó sin sonido. La lámpara del tocador explotó, la cortina se desgarró sin que nadie la tocara. El aire empezó a girar, remolinos de viento afilado que parecían protegerla... o advertir.
Isabella no entendía qué pasaba, solo sentía miedo. Un miedo antiguo. Como si el peligro estuviera frente a ella y también... dentro de ella.
- Vik... Viktor...- susurró apenas.
El Eco Del Poder
Sala del consejo, torre norte del castillo.
Viktor se encontraba en una reunión forzada con tres antiguos del linaje Vodrak: Elos, Damar y Veridan. La mesa era de piedra negra y las paredes estaban cubiertas por tapices con los escudos del clan. Hablaban de leyes antiguas, del peligro de revelar su existencia, del “niño humano que escribió sobre nosotros”, de erradicar todo.
- Tu juicio se nubla, Viktor. Has dejado que la humana te debilite - gruñó Elos - El linaje Vodrak no puede mezclarse con sangre errática. Tu vínculo... debe romperse.
Viktor entrecerró los ojos. Pero antes de responder, sintió un tirón en el pecho. Su corazón se apretó como si alguien lo estuviera exprimiendo. Una visión cruzó su mente: Isabella en la cama, jadeando, rodeada de cristales rotos y viento. Su energía... fuera de control.
Se levantó tan de golpe que la silla cayó al suelo.
- Su poder no es errático. Ha aprendido a manejarlo. Nuestro vínculo es fuerte. No se atrevan a juzgar un vínculo que ni siquiera entienden. - gruñó con voz baja, casi gutural - Si ella sufre, yo sufro. Si cae, yo también caeré. Si llegan a tocarla, enfrentarán mi ira y mi poder.
Las antorchas titilaron y por un segundo, el poder de barrera de Viktor se manifestó a su alrededor, formando un muro invisible que distorsionó el aire, haciendo que Damar retrocediera.
Tharion apareció en el umbral, sin necesidad de anunciarse.
- Viktor tiene razón. Si el vínculo se rompe... el linaje entero podría tambalearse. Porque este ya no es solo un lazo emocional. Es una unión de legado, de esencia, de equilibrio.
- ¿Y qué propones, Tharion? - espetó Veridan.
El anciano patriarca los miró a todos como si fueran aprendices.
- Que se mantengan juntos. O prepárense para el caos que traerá la sangre del viento y el escudo de los Vodrak cuando sean arrancados el uno del otro.
El Eco y El Llamado
La mansión estaba en silencio. Demasiado.
Isabella permanecía de pie junto a la ventana abierta de su habitación, los pies descalzos sobre el mármol frío, inmóvil. No parpadeaba. No respiraba. Solo el leve temblor de sus dedos delataba que algo en su interior luchaba contra una presión invisible que la desgarraba desde adentro.
El lazo.
Viktor.
Pero no era solo él. Algo más había despertado. Algo que no estaba lista para contener.
Sus ojos, normalmente de color gris, se habían tornado casi blancos, como si el cielo mismo se hubiera helado en su mirada. Los colmillos sobresalieron de su labio inferior y su cuerpo temblaba por la tensión mágica que le recorría la columna como una espina encendida.
Sin pensarlo, sin razonar, salió de la mansión. No necesitaba dirección. El vínculo la guiaba.
La ciudad dormía, ajena al susurro de alas que no se veían y al viento que torcía las hojas en su paso. Isabella corría. Parecía flotar. Una sombra entre sombras, un lamento azul deslizándose por los tejados. No sabía cómo sabía dónde estaba él. Solo que lo necesitaba.
Que el dolor era insoportable.
Visita Nocturna
Willem Redgrave estaba despierto en su apartamento, aunque su cuerpo suplicaba descanso. Había pasado horas revisando foros, artículos, y copias extrañas de archivos digitales que hablaban de la editorial Nox & Thorne. Y de Viktor. Su cabeza era un caos.
La ventana de su dormitorio estaba entreabierta. No lo pensó, solo lo dejó así porque el calor era pesado.
Pero entonces… lo sintió.
Una brisa helada. Y luego, una figura entrando sin esfuerzo, con el cabello suelto como si viniera del otro lado de un sueño.
- ¿Qué...?
Sus ojos se abrieron como platos al reconocerla. Isabella.
Pero no era la misma.
Su cuerpo parecía flotar por un segundo antes de caer de rodillas. Los ojos, de un blanco azulado luminoso, parecían ciegos. Los colmillos - colmillos reales - brillaban bajo la luz tenue del pasillo.
- ¡Oye! - gritó, retrocediendo, el corazón desbocado.
La joven levantó la cabeza con dificultad, como si le pesara el alma y sus labios se entreabrieron.
- Ayúdame…
La voz no era más que un susurro. Una súplica desde el fondo del abismo.
Luego, se desplomó.
Willem saltó de la cama justo a tiempo para atraparla entre sus brazos. Su cuerpo estaba helado al tacto, como si hubiera cruzado un desierto de sombras para llegar hasta él. Pero lo que más lo impactó fue que, mientras la sostenía, su pecho dolía. Como si el mismo fuego invisible la atravesara también a él.
- ¿Qué te está pasando…? - susurró, arrodillado en el suelo, con ella temblando entre sus brazos.
A lo lejos, una presencia se agitó.
Y alguien más ya sabía que Isabella había cruzado el límite.