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1506 Words
—¡Oh, mi diosa! ¿Isla? ¿Eres tú? —Sonreí a la chica que estaba de pie a unos metros frente a mí. Aly. Se limpió la frente con la mano y jadeó al verme. —Sí, soy yo. Se veía tan feliz de verme y me alegró el corazón ver a mi vieja amiga. Se abrió camino entre las sillas apiladas a medias para abrazarme. A medida que se acercaba, no pude evitar ver la marca en su cuello. Había encontrado a su pareja. Wow. Aly y yo definitivamente teníamos mucho de qué ponernos al día. Tal vez ella podría informarme de lo que estaba pasando aquí. —¿Me extrañaste tanto como para volver después de, ¿qué, cinco casi seis años? —Aly exclamó emocionada. Estaba tan sorprendida pero feliz de verme aquí. —Oh Aly, estoy tan feliz de verte, pero regresé porque Daniel dijo que mi madre estaba enferma. Necesitaba verme —Suspiré y noté al instante cómo Isla se cerraba. —¿Quieres comer algo? —De repente parecía decidida a distraerme de esta conversación. —Aly, ¿qué está pasando? —Exigí saber. Ella tembló ante mi tono elevado. Pude ver que se sentía incómoda, como si no pudiera decirme lo que estaba en su mente. De la misma manera en que se había comportado mi hermana antes. Esto me hizo hervir la sangre. Mi hermano me trajo aquí y sentía que me estaban tomando el pelo. Era feliz en la manada de mi tío; volver aquí no era lo que hubiera querido o esperado que sucediera. Sin embargo, aquí estaba, frente a mi vieja amiga, tratando de averiguar qué debería decirme mi familia. Gruñí y me di la vuelta, alejándome de ella. Una parte de mí quería arrancarle la información, mientras que la otra parte quería dejarla en paz, ya que estaba claro que alguien le había hecho jurar guardar silencio. Ese solo podía ser Daniel o Cora, ya que habrían sabido que cuestionaría a mi amiga. —Isla, ¡espera! Lo siento —Gritó tras de mí, pero seguí caminando, sin siquiera preocuparme por mirar hacia atrás. Familia mía, son los que me deben una explicación. Cora se secaba los ojos, sentada frente a la casa de la manada. Al principio no me vio. Quería arrastrarla de esa coleta, pero en lugar de eso decidí ser tranquila al respecto. Pensé en ir a ver a mi madre y esperar que estuviera despierta cuando llegara. Daniel aún no había entrado, así que probablemente todavía estaba con esa estúpida Mora y el Alfa Miller. Sonreí para mí, divertida por lo enfadado que estaría al encontrarse con su querida perra junto a mi hermano. Qué acogedores se veían. Tan pronto como llegué a la puerta del dormitorio de mi madre, escuché sollozos desde adentro. Frunciendo el ceño, empujé la puerta ligeramente para ver a mi madre sentada con la cabeza entre las manos. Al principio no me notó, pero al abrir más la puerta, chirrió y la hizo mirar sorprendida. Sus ojos se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de que era yo. Su hija. —¡Isla, oh, mi hermosa hija! —Exclamó asombrada. Desesperadamente se quitó las mantas y se levantó para abrazarme. Le sonreí y corrí hacia ella. Oh, cuánto la había extrañado. Estaba en los huesos. Pero aún era mi madre. —¿Dónde has estado todo este tiempo? —Me abrazó fuertemente, casi ahogándome. —Ya sabes dónde estuve, pero eso no es importante ahora. ¿Estás bien? —Tenía muchas preguntas que hacerle, pero no quería agobiarla. Suspiró y aflojó su abrazo antes de dirigirse a la cama y sentarse en ella. Con las manos en el regazo, me miró y negó con la cabeza. —¿Qué pasa? —Susurré, arrodillándome frente a ella y tomando sus manos en las mías. No me gustaba verla así, con tanto dolor. Empezó a llorar de nuevo y simplemente me senté con ella hasta que se sintió lo suficientemente bien como para hablar. —Isla, tu padre. Bueno, se fue y se fugó con su amante. Simplemente me dejó —Sopló fuerte en un pañuelo y se secó los ojos. Mi padre nos había dejado por otra loba. No es de extrañar que mi madre estuviera tan mal. ¿Cómo podía mi padre hacer algo tan malvado con nosotros? Ya no podía tener respeto por él después de tratar así a mi madre. —Lamento haberte llamado de regreso, pero necesitaba tener a mis hijos cerca de mí. Sé que todos tienen sus propias vidas ahora. Daniel, tú y Cora —Dijo con una mirada triste en su cansado rostro. Me levanté lentamente y negué con la cabeza. Mi madre no tenía nada de qué disculparse. No había hecho nada malo aquí. Odiaba saber que sentía que era su culpa. Mi padre tenía mucho que responder. Un golpe en la puerta me enfureció y no quería que me molestaran mientras mi madre estaba afligida. —¿Quién es? —Abrí de golpe la puerta y vi a Aly parada allí. Crucé los brazos sobre el pecho y golpeé el pie en el suelo. Ella mordió su labio inferior nerviosamente ante mi impaciencia. —Lo siento, Isla, pero el Alfa quiere verte en su oficina inmediatamente. Rodé los ojos y gruñí. Él era el último que quería ver en este momento. —Ve, cariño. Te veré más tarde, y necesito volver a dormir por un rato —Ella se cubrió con las mantas y se dio la vuelta para que no pudiera ver su rostro. Sabía que estaba llorando de nuevo y no me gustaba que me llamaran para irme lejos de su lado. El Alfa Miller sin duda se llevaría parte de mi mente. —Volveré pronto —le dije a mi madre mientras miraba a Aly con desprecio. Ella bajó la mirada al suelo y se apartó para que pudiera pasar. Sabía que ella iba a seguirme e intentar hablar conmigo, pero no estaba interesada en nada a menos que fuera sobre mi madre, ya que ella era la más importante en este momento. La mierda con mi hermano, mi ex pareja y la maldita Luna, era lo que menos me preocupaba. La casa de la manada estaba tan limpia que olía a desinfectante. Vi que la puerta del Alfa Miller estaba entreabierta. Mirando adentro, pude ver que estaba de pie con un vaso de algo alcohólico, sin duda. Estaba mirando al vacío y era bastante gracioso verlo tan absorto en algo que no fuera él mismo. De repente se giró hacia mí y noté un destello en sus ojos cuando se dio cuenta de que era yo. —Isla, me alegra que hayas venido —me aseguró con una gran sonrisa en su rostro. Era un completo idiota, pero sabía cómo mi loba lo deseaba y ella estaba extasiada de estar en la misma habitación que él. —Sí, Alfa, ¿en qué puedo ayudarte? —le dije educadamente pero secretamente, esperando que me dejara volver a lo que estaba haciendo. No tenía deseos de estar cerca de él en este momento. ¡Ni nunca! —¿Te das cuenta de que fui yo quien te permitió cruzar mi territorio de nuevo? Así que creo que la próxima vez que me veas, me abordarás con el respeto que un Alfa merece. ¿Estaba hablando en serio? No pude evitar reírme ya que él era un gran hipócrita. Gruñó para hacerme saber que no estaba divertido. —¿No tienes respeto? —caminó alrededor de su escritorio para pararse frente a mí como si intentara asustarme. Ver la marca en su cuello me hizo enojar de sobremanera. Pero, fue él quien me rechazó. —Con todo respeto, Alfa, fuiste tú quien me rechazó y quien insistió en que nadie me querría. Dejé este clan, sin querer interponerme entre tú y Mora. Ella es bienvenida a ti, y una vez que mi madre esté mejor, dejaré este lugar. No tienes que preocuparte por mí en absoluto. No tengo lealtades contigo. Esta ya no es mi manada. Se veía atónito durante unos segundos antes de que Mora entrara por las puertas. ¡Aquí vamos! Se veía enojada cuando me vio, lo que hizo que me riera dentro de mi cabeza. —¿Qué hace ella aquí sola contigo? —Mora prácticamente le gritó en la cara. Ella era una loca celosa de mierda. Pero supongo que tener un secreto como el suyo te haría paranoica. —Oh, ¿disfrutaste tu conversación acogedora con mi hermano? —le sonreí con suficiencia. Ella se giró para mirarme y tenía la boca abierta. El color se le drenó del rostro del Alfa Miller. Confirmó que no los había encontrado juntos. —¿De qué estás mintiendo ahora? —Mora hizo un gesto con la cabeza. ¡La mentirosa estúpida! Pensaba que podía mentir descaradamente y hacerme parecer un tonto celoso, pero otra cosa le esperaba.
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