—¿Crees que esto es aceptable? —Mora gruñó a Alfa Miller cuando no la defendió de inmediato. No le gustaba cómo actuaba y cómo no podía apartar los ojos de mí.
¡Mora estaba celosa!
Parte de mí se sentía bien al ver las tornas cambiadas, y ella sabría cómo me había hecho sentir desde el día en que descubrí que él era mi pareja.
Me había rechazado y me había hecho sentir como una mierda sin valor. Lloré durante días después de eso y me sentí más bajo que un palo de limbo en su posición más baja. Habían destruido mis sueños de tener mi final feliz. Ellos eran la razón por la que dejé mi vida aquí, mi familia y todo lo que había conocido.
Cuando llegué a la manada de mi tío, estaba hecha un desastre. Pero al conocer a Zara, ella se convirtió en mi apoyo. Nos llevamos bien y nos hicimos las mejores amigas. Ella fue quien me hizo darme cuenta de que merecía algo mejor que él de todos modos.
La diosa de la luna cometió un gran error al unirme con él. Él era egoísta y arrogante. Solo pensaba en sí mismo.
—Soy la Luna de esta manada —Mora insistió como si tuviera miedo de que yo le arrebatara todo.
—Eres más que bienvenida a esta manada y a tu Alfa. Me estoy yendo. Puedes seguir con este espectáculo de mierda. Adiós —Me levanté para salir de la habitación, pero el Alfa Miller saltó desesperadamente sobre la mesa para evitar que me fuera.
—Isla, por favor. No te vayas. Necesitamos hablar —el Alfa Miller suplicó como un tonto patético. Lo miré con disgusto y me liberé.
—¿En serio, Miller? Tú eres mi pareja. No la de ella —Mora chilló con los ojos como platos mientras retrocedía de él.
—Lárgate de mi vista, maldita estúpida —Gruñó en tono de Alfa, sobre su hombro hacia ella. Ella quedó sorprendida por su repentino cambio de actitud.
Me repugnaba que siquiera considerara intentar recuperarme. Que se pudriera en el infierno primero.
—Mi lobo nunca me perdonó por rechazarte, y desde que regresaste, ha estado enloqueciendo por ti. Sé que tú también lo sientes —Siguió suplicando.
Me permití mirarlo, encontrando su mirada; él desesperadamente buscaba mi aprobación. Vi en sus ojos cómo me deseaba, la culpa y el arrepentimiento en su rostro.
—Me rechazaste, ¿recuerdas? Dejaste que todos me trataran como mierda. Fuiste con otra hembra y me desechaste como basura —Empecé a decir, dejando salir toda la ira, la frustración y el dolor. Él necesitaba saber cómo sus acciones me habían afectado, cómo todo esto era culpa suya.
—Y ahora ella está embarazada de tu cachorro. No puedo perdonarte por nada de esto —Dije, manteniendo la cabeza en alto. Él no iba a lograr quebrarme.
No iba a deshacer mi trabajo duro y sacar a la antigua yo. Ahora era más fuerte que eso, y merecía algo mejor que alguien que me desechó y pensó que estaba perfectamente bien recogerme cuando le convenía.
Sonreí con suficiencia y negué con la cabeza.
—Tomaste tu decisión. Vívela —Di media vuelta y salí de la habitación.
No iba a quedarme de brazos cruzados y permitir que me trataran como a una tonta. ¡No había manera de que alguien volviera a jugar con mi mente!
Mora era más que bienvenida a quedarse con su debilucho. No era un Alfa a mis ojos.
Salir de la casa de la manada y sentir el aire fresco en mi rostro era una sensación agradable. Sentía todo el peso fuera de mis hombros después de haber puesto al Alfa en su lugar. Mora pensaba que era perfecta, una reina a la que todos debían inclinarse.
Pero no yo.
Ella había hecho mi vida un infierno, y no me gustaba. Aunque no quisiera a mi estúpida ex-pareja, eso no significaba que aceptara cómo me habían tratado.
Aly y algunas otras omegas estaban sentadas juntas en los bancos, riendo y bromeando sobre algo. Aly balanceaba sus piernas de un lado a otro cuando de repente levantó la vista, se encontró con mis ojos y me saludó con la mano.
—Oye, Isla, ¿quieres unirte a nosotras? —Llamó, como si hubiera olvidado nuestra pequeña discusión anterior. Estaba a punto de rechazar su ofrecimiento cuando las otras chicas se volvieron y quedaron boquiabiertas.
—¿Isla Higgins? —Reconocí a una de ellas como Jasmin. Tenía la boca completamente abierta de incredulidad mientras me miraba más tiempo del necesario.
—Esa sería yo —Levanté las cejas.
—Lo siento mucho, es solo que, bueno, te ves tan diferente.
Parecía nerviosa, así que sonreí y encogí los hombros como si no fuera gran cosa. Sabía a qué se refería.
Ya no era Isla, la gordita. Ahora estaba más delgada y tonificada, y mi cabello era diferente.
Estaba a punto de asegurarle que estaba bien, que no necesitaba disculparse conmigo cuando noté que las demás de repente volvieron sus ojos hacia la izquierda de mí y se inclinaron.
No necesité mirar por encima del hombro para saber por qué.
—Isla Higgins, exijo que regreses adentro de inmediato.
Rodé los ojos y suspiré mientras el Alfa Miller me seguía fuera.
Estaba loco si pensaba que podía ordenarme ahora que ya no era parte de esta manada.
—Yo, Isla Higgins, acepto tu rechazo hacia mí como tu pareja y Luna de la Manada Pembroke.
El eco de sorprendidos suspiros a nuestro alrededor hizo que el Alfa Miller se enfadara aún más.
Ya no me importaba.
Él ya no significaba nada para mí, era como si un enorme peso se levantara de mis hombros.