ALEXA
Me toma unos días reconstruir mi mundo, ahora que tenemos las buenas noticias guardadas en nuestros bolsillos traseros. Oficialmente quedan seis días hasta que tengamos que reportarnos a Green Bay para el inicio de la competencia, que no es la idea más aterradora que he considerado en mi vida. Así que no te preocupes, no tengo espirales de ansiedad cada media hora ni nada.
Mentiras. Estoy tan nerviosa que podría desplomarme en el suelo y no volver a levantarme nunca más. Por suerte, tengo muchas distracciones de la vida real que me ayudan a no pensar en ciertas cosas, como la ansiedad que lo consume todo o el miedo que se esconde como una garrapata de que fracasaremos en la competencia aquí mismo, en nuestro propio territorio.
Ahora mismo, estoy de pie en la destartalada casa de dos habitaciones de mi hermana en las afueras de Bahía Azul, justo donde se convierte en la parte trasera de un cantera. De vez en cuando, huele a pedos durante horas. Una zona realmente genial de la ciudad por aquí. He estado reuniendo mi coraje en pequeños segmentos desde que recibimos la buena noticia, preparándome para informarle a mi hermana que, ¡sorpresa!, ¡me voy, maldita sea!
No se angustiará si me voy por ninguna otra razón que no sea que pierda la guardería gratuita que le proporciono, así que he estado construyendo mi armadura cuidadosamente. Ya tuve una práctica con mi jefa, quien extrañamente apoyó la oportunidad. No pudo prométeme horas de tiempo completo cuando regrese, especialmente si terminamos llegando a las cinco semanas completas, pero prometió que no me eliminarían por completo del horario. Y eso es suficiente para mí.
Bama y Ricky estan trabajando duro coloreando sus respectivos libros para colorear mientras yo camino por la sala, esperando a que Florencia salga de su habitación. Ella y Benny han estado discutiendo algo acaloradamente allí desde que aparecí. No estoy segura de sí se trata de mí, de los niños o de algo relacionado con su reciente estancia en la cárcel, y honestamente, no importa. Solo necesito que todos estemos en la misma página, en cuanto al horario.
–Lo están haciendo bien, amigos– le digo a los niños. Esto es normal cuando cuido a los niños. Hacer que se concentren en algo creativo. Sacar lo mejor de ellos. Recordarles lo geniales y buenos que son. Soy el antídoto para su madre, que piensa que todos los esfuerzos creativos deberían limitarse a la infancia y a las películas de Disney.
–¿No vas a hacer una? – pregunta Bama sin mirarme.
–Tengo que ir a trabajar, cariño– Reviso mi teléfono. Vine temprano para poder darles a los niños un tiempo extra para relajarse y para poder darle a Florencia su habitual media hora de retraso. No importa lo que esté haciendo, va a llegar media hora tarde. Incluso si solo se trata de aparecer en su propia sala.
–Pensé que te quedarías con nosotros otra vez– se queja Ricky.
–Sabes que cuando llevo este atuendo– hago un gesto hacia mi tan atractivo polo azul y pantalones caqui. –Significa que voy a trabajar–
–Pero puedes cambiarte de ropa y quedarte– dice Bama encogiéndose de hombros, la siempre practica hermana mayor.
–Entonces te dejaré llamar a mi jefa–
Los ojos de Bama se iluminan y extiende la mano. –¡De acuerdo! ¡Quiero hablar con tu jefe! –
–No, quiero hablar con su jefa– dice Ricky, con su cabello castaño cayéndole sobre los ojos mientras se apresura a ponerse frente a Bama y extender la mano aún más. –Voy a hacerlo primero–
- ¡Fue idea mía! – grita Bama.
–¡Yo fui quien dijo que tenía que quedarse! – responde Ricky.
–En realidad fue idea mía que llamaras a mi jefa– digo, totalmente imperturbable por el estallido aleatorio de peleas. Esta es solo la primera de las probables noventa peleas que aún no han ocurrido hoy. Apenas están comenzando. –Y ninguno de ustedes puede llamarla, porque ella es…–
–¿Ella es qué? – presiona Bama, lo que significa que tengo que seguir con una excusa.
–Está en el baño ahora mismo– Termino. La puerta del dormitorio al final del pasillo se abre con un crujido y mi hermana sale, con la mirada fija en el suelo mientras se dirige hacia mí.
Los niños están saltando ahora, cantando. “¡Esta en el baño!”
Flor frunce el ceño.
–Buenos días a ti también– le digo una vez que empieza a rebuscar entre los papeles de la mesa de centro sin mirarme mucho.
–Te dije hola en el pasillo– murmura.
–No te oí– Ya puedo sentir el cambio radical en su estado de ánimo apoderándose de mi como una roca. No está contenta hoy. Pero esta conversación debe tenerse.
–Hey, tienes un segundo? Necesito salir pronto–
Sus cejas se fruncen como si acabara de cantar la letra de una canción en japones. –¿Salir? Pensé que cuidarías a los niños hoy–
Mi estómago se desploma hasta mis pies. –¿Qué? No. literalmente voy de camino al trabajo–
Su boca se afina en la línea aterradora y sus manos se llevan directamente a su frente. –Mierda–
–Mami, cuida tu vocabulario– dice Bama.
–No sé qué voy a hacer– dice, dirigiéndose a la cocina. La desesperación la arrastra en gruesas oleadas. Prácticamente me estoy ahogando con ellas. El nudo en mi estómago se aprieta más.
–¿No puede Benny? –
–Es su segunda cita en el juzgado– dice apretando la parte baja de la espalda contra la encimera mientras me mira. Parece agotada. Intento mantenerme al margen del drama de su vida diaria, pero se me dificulta desconectarme por completo.
–Tiene que estar allí. No puedes simplemente no presentarte a tu propia cita en el tribunal–
–Bien, pero…–
Me interrumpe con un largo suspiro de molestia. –¿De qué querías hablar? No sé qué se supone que debo hacer–
No es exactamente la introducción que esperaba. Podría ser más receptiva a las malas, quiero decir, técnicamente buenas noticias mías si el problema de la niñera se resuelve primero, así que eso debería abordarse primero. –Bueno, escucha. Ya lo resolveremos. ¿A qué hora es la corte? Llamemos a mamá y…–
–Ella no puede ayudar hoy. Por eso se supone que debías hacerlo tú–
Miro hacia atrás a la sala, donde Ricky y Bama estan arrancando páginas del libro para colorear y haciendo aviones de papel como siempre hacemos juntos. –Flor, tengo que trabajar hoy. No puedo…–
–No podemos cambiar esta fecha. Ya la cambiamos una vez–
Suspiro, ansiosa por cumplir con mi plan original de darle la noticia a Florencia. Ahora, además, tengo que organizar el cuidado de los niños de último minuto, pero no puedo echarme atrás en decírselo. Tiene que ser hoy. Porque solo me quedan seis días antes de irme.
–Ya se me ocurrirá algo. Lo prometo. Ahora, tengo que decirte algo–
Ella sorbe por la nariz, cruzando los brazos sobre el pecho.
–¿Estás embarazada? –
Me rio. Es la sugerencia más escandalosa que se le pudo haber ocurrido. –No. Absolutamente no–
–Andy y tu estuvieron juntos durante mucho tiempo–
–Si, y hemos roto desde hace meses–
Se encoge de hombros, ofreciendo una sonrisa irónica. Por un momento, parece la misma de antes. Brillantes ojos azules que brillan con esa calidez de hermana mayor, que ya rara vez veo. Si me concentro lo suficiente, todavía puede convertirse en la Florencia que solía sentarse conmigo con las piernas cruzadas en el suelo de mi habitación mientras probaba minuciosamente combinaciones de sombras de ojos en mis parpados. Incluso entonces, lo hacía por ella. Porque ella quería. Porque siempre he querido mejorar su vida si pudiera.
–Las rupturas no significan nada cuando se trata de tener bebes– señala. –Mira a Ricky. Vino cuando Benny y yo rompimos–
Una parte de mi desearía que la ruptura hubiera sido entonces. Pero, por desgracia, no lo es. Y no habría sacado a mi mejor amigo Ricky de ahí. Así que lo daremos por hecho.
–Me parece bien, pero no, los niños no van a tener un primo pronto. De hecho, estoy a punto de irme de viaje–
La curiosidad se refleja en su rostro, pero se disuelve rápidamente. –¿Qué tipo de viaje? –
La emoción burbujea dentro de mí y no puedo reprimir la sonrisa tonta. –Nolan y yo solicitamos estar en un reality show. Es una competencia de camiones de comida. Voy a ayudarlo.
Ella asiente lentamente, con el rostro neutral. –De acuerdo–
–Empieza a filmarse en una semana aproximadamente– Me muerdo una uña distraídamente. Aquí viene la parte difícil. –Si lo hacemos bien, nos llevará algunas semanas filmar…y podemos viajar por todo el Medio Oeste–
Sigue asintiendo, pero ahora su mirada parece vacía. Mira más allá de mí, por encima de mi hombro, hacia la sala. El silencio entre nosotros se ve interrumpido por el ocasional chirrido o chillido de los niños mientras juegan.
–Estoy muy emocionada– añado finalmente como una forma de recordarle que responda. Su mirada se dirige a mí. Sus ojos se abren ligeramente. –Wow. Eso es impresionante. Debe ser agradable poder pensar en…no se… nada más que alimentar a tus hijos–
Me muerdo el labio superior, tratando de luchar contra la oleada de frustración. Me rasco la frente. Nunca se cómo responder a estos momentos. –Es importante para Nolan. Esta es su pasión…–
–Sabes que esos programas estan amañados, ¿verdad? – Finalmente se aparta de su posición contra la encimera y se dirige hacia el refrigerador. La luz blanca que se derrama desde el interior ilumina su ceño fruncido en estéreo. –Encontraran alguna manera de echarte. Te lo garantizo–
Me quedo mirando una de las baldosas opacas del suelo de la cocina. –Bueno, no se trata realmente de ganar. Solo quiero ayudar a mi amigo–
–¿Vale la pena? – saca un refresco de dos litros y lo deja en la encimera con un golpe sordo. –Es decir, si ni siquiera quieres hacerlo–
–Si quiero hacerlo–
–¿Cuánto tiempo estarás fuera? –
Su voz es más apagada que el siseo del gas que escapa de la tapa giratoria.
–Unas semanas, probablemente. Como mucho– Aprieta la mandíbula y suspira.
–Mierda– Se sirve un vaso de refresco y da un largo trago. El silencio entre nosotros es tan vasto, pero más ruidoso que nunca. Se lo que contiene ese silencio. En su decepción. Su preocupación por lo que hará con los niños, para poder seguir yendo a trabajar y manteniendo a su familia.
–Bueno, por eso quería decírtelo ahora– ofrezco esperanzada. –Para que podamos empezar a pensar en algo. Es decir, volveré…–
–¿Y mientras tanto? – Deja pasar una pausa pesada y amenazas. –Si pierdo mi trabajo- dice mientras vuelve a guardar la botella de dos litros en el refrigerador. -es tu culpa–
Por eso había estado construyendo mi armadura los últimos días. Estas críticas no solo cortan, sino que echan raíces. Ahora me preocupa que Florencia pierda su trabajo por el lío del cuidado de los niños. ¡Hola, culpa prematura! Que llegada tan oportuna, justo cuando me había permitido sentirme emocionada. Y nunca se cómo responder, porque tal vez mi corazón es tan grande que me ahoga. Siento que estoy en deuda con los niños. Mi hermana puede arreglar sus asuntos, así que debo hacer todo lo posible para asegurarme de que salgan bien parados. Incluso cuando eso incluye asumir responsabilidades adicionales en la vida de Florencia.
–Flor, tienes otras opciones además de mi– le digo, incapaz de contener la frustración. Los niños empiezan a gritar por turnos en la sala, lo cual es un buen complemento a la creciente tensión.
–Quiero decir, investigaré algunas opciones de guardería…–
–Eso requiere que tenga dinero, Alexa. Cosa que no tengo. Y menos ahora, con todos los honorarios legales que tenemos que pagar–
¡Pero no es mi culpa! ¡Benny debería mantenerse alejado de los problemas porque es un hombre adulto!>> quiero gritarle.
Me cierro la boca, mirando hacia los niños. Ricky está fingiendo ser un dinosaurio, creo.
La puerta del dormitorio cruje al abrirse y luego se oyen pasos sordos por el pasillo. La cabeza de Benny asoma un momento después. –¿Pueden bajar la voz? –
–Lo siento, papá– dice Bama con voz cantarina. Benny vuelve al dormitorio sin siquiera saludar.
–Tengo que ir a prepararme– dice Florencia, dejando su vaso vacío junto al fregadero, que todavía está lleno con los platos de la cena de anoche y probablemente la de la noche anterior. –Ya que me estas dejando en un lio, ¿puedes al menos quedarte hoy? –
No sé qué decir aparte de: –Si. Llamaré al trabajo y les diré que no voy a ir–
Florencia suspira, lo que supongo que es su versión de un agradecimiento, y regresa a su habitación. Me quedo con los graznadores alternos, ahora que estan saltando en el sofá, a pesar de saber muy bien que no deberían hacerlo.
–Chicos. Agáchense– uso mi voz severa, lo que solo hace que se rían maniáticamente y dejen de saltar al máximo. Ahora, solo están saltando ligeramente, lo que en el cerebro de los niños es lo mismo que hacer lo que dijo el adulto.
Pero es difícil concentrarse en hacer que escuchen. Aún es más difícil cuando siento el pecho como una goma elástica a punto de romperse y estoy practicando lo que le diré a mi jefa cuando finalmente tenga el valor de cancelar el trabajo un días después de informarle que dejaría El Lago por cinco semanas. Necesito hacerlo lo antes posible, porque se supone que debo aparecer allí en menos de una hora.
Y más que eso, sigo atascada en la exasperante falta de ánimo. Ni siquiera una pizca de emoción. Ni siquiera puede obtener un “Hey, eso suena genial”
Me duele, y ni siquiera es mi pasión. Es solo un recordatorio de que no debería y nunca lo haré,nunca voy compartir mi propia pasión con nadie.
Nolan podría ser la única persona excepción, pero solo porque creo que lo entendería de alguna manera, especialmente ahora. Pero incluso entonces, es mejor no mencionarlo nunca, porque lo último que quiero hacer es ilusionarme con el puesto de suplente de la compañía de sedas aéreas.
¿Pero la parte más estúpida? Es que todavía quiero que Florencia participe, aunque sea mínimamente, en mis éxitos y alegrías. Ya debería haber aprendido: mi felicidad no se puede compartir. Debo preservarla y atrincherarla.
Mientras Florencia y Benny se preparan en el dormitorio, salgo al porche delantero para llamar a mi jefa. Alejarme del agujero n***o energético en el que Florencia me ha absorbido ayuda; también el aire fresco. Porque mientras marco a El Lago, se me ocurre una pequeña idea.
Puede que Florencia no está emocionada por mí, pero ¿sabes qué? Voy a asegurarme de que sus hijos se emocionen por la tía Alexa. Aunque solo sea para mostrarles que la vida puede tener opciones más interesantes que ir a la cárcel o trabajar hasta morir.
Los proyectos artísticos del día de hoy se centrarán oficialmente en el arte del menú de los camiones de comida. Toma eso, Florencia la Gruñona.