NOLAN
Es media noche y estoy en casa, en mi lugar feliz: la cocina. Estoy muy borracho, ya que llevo bebiendo cervezas desde aproximadamente las seis de la tarde. Otros podrán decir que estoy completamente borracho, pero soy un soltero de veintiséis años que trabaja en un taller mecánico con compañeros que también son como esponjas de alcohol. Mi tolerancia es lo que me gusta llamar robusta. Pero no soy tan tonto como para irme a la cama así de borracho. Lo que significa que el plan de la quesadilla ha vuelto.
Estoy picando cebolletas mientras los champiñones chisporrotean en el sartén. Me seco las manos con un paño de cocina colgado sobre mi hombro desnudo. Suelo cocinar sin camisa, lo que me hace no ser el chef más listo de la cocina, aunque ahora mismo soy el único chef.
Y si, Alexa tiene razón. Podría haber hecho un mejor trabajo con la cena de bodas de River, pero no estoy listo para exponerme de esa manera. Cocinar es algo que hago porque me encanta. No necesito ponerlo a la vista y terminar odiándolo, lo que probablemente hubiera sucedido si tuviera que alimentar las 150 bocas que se presentaron en el Teatro Bahía Azul para la recepción.
Mi teléfono vibra. Son una serie de fotos de mi mamá. Esta despierta hasta tarde, sin duda disfrutando de la euforia de su primer hijo casado. Una de las fotos que me envía es una mía con el micrófono en la mano, dirigiéndome a River y June en la mesa principal durante mi discurso. Es difícil no sonreír, aunque me duelen las mejillas de lo mucho que sonreí esta noche. El resto de la boda fue divertidísimo, y de todos nuestros hermanos, mi discurso fue el más gracioso y el más corto, lo cual está totalmente relacionado.
Xander se quedó hablando eternamente de almas gemelas y de la abuela Rose, mientras miraba fijamente a Madison, pensé que se quedaría embarazada de nuevo en ese instante, o que tal vez se pondría de parto en ese mismo instante. Si, Xander y Madison estan esperando su primer bebe y Dios, Xander se ha vuelto mas intenso ahora que está enamorado, y juro por Dios que, si vuelve a hablar de encontrar el amor verdadero con nuestras herencias, yo mismo lo dejaré en coma.
Me olvidé de la recepción en cuanto empezó la “Macarena” También olvidé a Tessa. Ambas son un rotundo no para mí. Ni siquiera mis amigas, como las llama Alexa, me satisfacen últimamente, lo que me preocupa un poco. Aprendí pronto que las relaciones a largo plazo no son para mí. Me quemé a los dieciocho años con la chica con la que creía que iba a pasar el resto de mi vida. Yo era el estúpido idiota buscando ideas en Google sobre como proponerle matrimonio, mientras ella buscaba chicos sedientos de nuestra zona y enviaba fotos desnudas a mis espaldas. Es fácil decir que éramos demasiado jóvenes para saberlo, porque lo éramos. Y ahora lo sé. Mi corazón no aguanta esa mierda, así que no pienso tocarlo a largo plazo ni con un condón de tres metros.
Mi estómago ruge de emoción ante la quesadilla tan deliciosa. Me acerco a la nevera, saco un paquete de tocino que olvide no y preparo otro sartén. Este refrigerio nocturno acaba de alcanzar su nivel de asombro. En cuanto el tocino hierve en la estufa, me limpio las manos de nuevo y saco el teléfono del bolsillo trasero de mi pantalón. Y así, le envió a Alexa una foto de la situación en mi estufa.
Su respuesta es rapidísima. Te lo juro, a veces pienso que nos comunicamos telepáticamente y que los celulares son solo un señuelo. Antes no hablábamos tanto por mensajes ni llamadas, pero en los últimos años nuestra amistad ha florecido, pasando de ser amigos de toda la vida a ser mejores amigos. Me envía una foto como respuesta: su dedo medio contra lo que veo como su manta de fondo. Probablemente esta abrigada en el sofá. Ese es su lugar feliz, al menos lo que hace para relajarse al final del día.
Nolan: chica, podrías haber tenido esto
Alexa: Debió perderse la invitación. ¿Enviaste correo postal o FedEx?
Nolan: Supongo que no escuchaste cuando estabas haciendo el amor con ese jugador de futbol.
El calor me arde en el pecho, dejo el teléfono y vuelvo a la cocina. Nunca se acostó con ese tipo, pero bien podría haberlo hecho. Lo vi acariciarla en la pista de baile, deslizando la mano por la curva de su cadera para apretar ese melón compacto que noté una o dos veces esta noche. Puede que estuviese rondando como el Policía hermano mayor, aunque no soy su hermano y solo soy dos meses mayor.
Aún así, necesita que alguien la cuide. Alexa es carne fresca, y los idiotas pueden oler eso. Lo sabré yo. Soy uno de esos idiotas.
Alexa: No hubo amor hecho, muchísimas gracias. Su aliento olía a bacalao y cerveza rancia.
Nolan: buena combinación. Creo que la pondré en el menú para nuestra próxima cena.
Alexa: Eres un imbécil, lo sabes ¿verdad?
Nolan: Cállate y ven por tu quesadilla.
Mi corazón late fuerte ahora, y no sé exactamente por qué. le doy la vuelta al tocino, a los champiñones y preparo mi tortilla. Apenas hay para dos, pero compartiría si hiciera falta.
Alexa: Lo siento, no estoy tratando de ser la tercera rueda con tu amiga.
Sonrió, mirando mi ventana. Deslizo la pantalla y un momento después mi teléfono suena. Lo pongo en altavoz y lo dejo sobre la encimera. Contesta al segundo timbre.
–Ni se te ocurra hablar del soborno– dice a modo de saludo. –Estoy en mi sofá, perfectamente cómoda–
–Pero te hice una quesadilla– digo, intentando no sonreír en mi voz.
–Mira, preparas la mejor comida de Bahía Azul, pero ni siquiera esa jugosa tira de tocino me convence para escuchar a esa chica reír a altas horas de la madrugada– hace pausa. –¿Espera, estoy en altavoz? ¡Nolan! –
–Estás en altavoz– confirmo mientras apago el quemador para los hongos.
–Ay, Dios mío– gime dramáticamente. –¿Por qué haces estas cosas? ¿Me escucho? –
–No, Alexa, no lo hizo– Mi corazón late fuerte. Le doy la vuelta al tocino. –Ni siquiera esta aquí–
Un inmenso silencio llena el aire por un momento, y luego Alexa dice. –Oh–
-Como dije, te hice una quesadilla–
-Nolan, estoy borrachaaa–
Suspiro, apagando el fuego para escurrir la grasa del tocino. En tiempos como estos, sería mucho más fácil si viviéramos juntos. Parece raro mencionarlo. Pero seriamos compañeros de piso. No me sentiría raro pidiéndole a cualquier tipo que hiciera lo mismo.
–Yo también. Y esto va a ayudar–
–¿No puedes simplemente enviarla a mi apartamento con uno de esos repartidores en bicicleta? –
–¿Si, porque tengo uno de esos tipos viviendo conmigo? –
–Pues deberías, con la cantidad de comida que preparas y con la que me tientas cuando no puedo ir. Ya es hora de que convenzas a un repartidor en bicicleta para que se mude–
–Quizás deberías mudarte– digo, sintiendo de nuevo el extraño tirón en el pecho. El corazón me late con fuerza en los oídos. Ahí está, lo dije. –Así estarías saliendo de tu habitación ahora mismo en lugar de cruzar la maldita Bahía Azul–
–Oh, sí, me mudaré. Gran idea– El sarcasmo se filtra a través del teléfono. –Estoy segura de que tus amigas les encantaría aparecer para su noche de diversión y encontrar una compañera de cuarto en tu apartamento–
–Vivimos en el siglo XXI, Alexa. Hombres y mujeres pueden vivir juntos como amigos. Ya lo hacían en los noventa. ¿No viste Friends? –
–Eso fue un poco antes de nuestro tiempo– dice Alexa
–Si, bueno, repasa tu historia y ve Netflix algún día– Acerco mi sartén de hierro fundido a la estufa con un ruido sordo.
–¿Es ese el hierro fundido? – pregunta Alexa.
–Es el hierro fundido–
–¿Le estás poniendo la salsa? –
Se refiere a un alioli casero que uso prácticamente en todo. –Le estoy poniendo la salsa–
Ella gime de nuevo. –¡Dios mio, que imbécil eres! –
Miro el reloj. Son casi las doce y media. Hay tiempo de sobra para ir a buscarla y seguir divirtiéndonos esta noche. –¿Y si voy a recogerte? –
–¿Puedes conducir ahora mismo? – parpadeo, evaluando el estado interno de mis órganos. –No. Pero una vez que me coma esta quesadilla…probablemente podré–
–No puedes comer la quesadilla sin mí. Eso anula todo el propósito de comer quesadillas juntos–
–¿Qué tal si te mando un Uber? –
ella lanza un suspiro. –Nolan Ian Parker. No. no voy a ser llevada de un lado a otro como una de tus quesadillas zorras–
–Entonces, ¿lo que estás diciendo es que no quieres que convierta esto en un FaceTime para que puedas verme preparar esta comida? –
–Exactamente–
Presiono el botón para iniciar la videollamada. Un momento después, ella está frunciendo el ceño en la pantalla de mi teléfono. Levanto el teléfono y la saludo dedicándole mi sonrisa más grande y cursi.
–¡Que bueno verte! – digo con mi voz más profesional y falsa.
Una sonrisa tira de las comisuras de sus labios, aún lucen un rojo rubí brillante. Su cabello azabache cae sobre sus hombros en suaves ondas, con el elegante recogido desmontado, lo cual es un golpe bajo que no me estaba esperando en esta llamada.
– No de la misma manera–
–Está bien. intento ser un buen amigo al permitirte presenciar este acto sagrado de creación. Pero si prefieres no apoyarme…–
–No, no. No pasa nada. Llamarme en plena noche para obligarme a verte comer algo que no puedo. Es muy considerado de tu parte–
Me río mientras rocío aceites en el sartén de hierro fundido y coloco la tortilla en su lugar.
Finalmente ella dice: –¿Estás planeando cocinar sobre esos abdominales marcados o puedo ver realmente lo que estás haciendo? –
Ah, claro. Casi olvido que el teléfono me apunta al estómago. Aunque nunca está de más recordarle con que trabajo estoy trabajando. A veces pienso que ella no aprecia el esfuerzo que hago por mi cuerpo. Sin embargo, nunca lo deja ver si lo hace, y en momentos como estos, alegre, sintiéndome libre y relajado, me gusta ir un paso más allá y ver si me pica. Solo para ver si realmente hay una oportunidad.
–¿No lo sabias? Soy la quesadilla–
Ella resopla. –No es para nada lo que pedí–
Pero claro, Alexa nunca pica. Es porque solo somos amigos. Eso es todo lo que seremos. Es todo lo que podemos ser. Además, ¿Quién quiere ser el tipo del que se burlan por cortar un tomate y ponerlo en una ensalada de frutas?
Ese tipo seria yo si alguna vez me atreviera a intentarlo. Y Alexa se reiría de mi en la cocina.
Me cuesta colocar el teléfono en un estante cercano para que la estufa quede a la vista. Cuando llego al lugar perfecto, Alexa dice: –Creo que nunca antes había tenido tanta intimidad con tu nacimiento del pelo–
–¿Cómo se ve? –
–Mas o menos lo que esperarías de un chico de casi treinta años–
–Veintitantos– la corrijo.
–Está bien. Seguro que no afectará tu imagen con tus amigas. Les gustan los hombres mayores, ¿verdad? –
Me coloco en la línea directa con la cámara para que pueda ver lo duro que la estoy mirando antes de volver a la estufa.
–¿Sabes? Esto es como esos reality shows– dice un momento después, mientras caliento la tortilla. Y entonces suelta un gruñido.
–¡Dios mío, Nolan! ¡Así es! ¡Tienes que hacer el reality! –
–Qué? – cojo la mezcla de quesos que prepare antes y espolvoreo un poco sobre la tortilla.
–¡La maldita competencia de la que hablaba Edward! E. Coli! – chasquea la lengua. –No, se llamaba Patrick. Mierda. Da igual. Sabes de quien hablo. Del novio de tu prima–
–¿Por qué lo llamas Edward? E. Coli? –
–Porque me dije a mi misma que se había intoxicado con la comida por esa extraña cena y que por eso paso tanto tiempo en el baño y yo tenía toda una historia en mi cabeza. Lo que sea. Simplemente no importa. ¡Nolan, has la competencia! — Suspiro sacudiendo la cabeza. –No muevas la cabeza así–
–No estoy ni cerca de preparado para participar en una competencia–
–Eh, sí que lo estás – Su teléfono cruje y su parte de la videollamada se apaga.
–¿Qué estás haciendo? –
–Estoy buscando esto. No puedo creer que lo haya olvidado. Lo harás–
–No lo haré – le recuerdo. –Tengo un trabajo de tiempo completo–
–Mmmm–
Incorporo los ingredientes a la tortilla y empiezo a tostar los lados. Se ve bien. No, se ve genial. Mi estómago vuelve a rugir de impaciencia. Alexa se está perdiendo algo.
–¡Wow! — dice un momento después, justo cuando apago la estufa. –Lo encontré. Y esto es genial–
–Apuesto a que si–
–Tu falta de entusiasmo no es nada– dice, y luego su mirada vuelve al video. Sus labios forman una O, y el primer pensamiento que me cruza por la mente no es lo que suelo pensar de Alexa: follable. Me encantaría que esos grandes labios envolvieran mi polla, pero es demasiado raro pensar en ello. Así que lo retengo en lo más profundo de mi cuerpo para no volver a pensar en ello. Fácil.
–Casi me pierdo el emplatado– susurra.
–Si, casi. ¿ves? La competencia no vale la pena. Casi te hace perder el emplatado– Saco el famoso plato verde lima que siempre usamos para las quesadillas y lo sirvo sin mucha fanfarria.
Esto es el “emplatado”. En realidad, no es nada. Pero para nosotros, es algo importante. Porque somos muy raros. –Esa estuvo buena– murmura.
–Bastante intenso- Apago el último quemador y saco mi gran cuchillo rebanador. La pared del fondo de mi cocina tiene una banda magnética y está llena de diez cuchillos diferentes. Con esta colección, solo podría ser un chef aficionado o un asesino en serie.
–Enserio, Nolan. Deberías postularte a este concurso. Es un concurso de camiones de comida del Medio Oeste. Si te eligen participarías en cinco desafíos diferentes por todo el Medio Oeste. Todos se graban y se compilan en un pequeño y divertido reality show. ¡Podrías ser famoso!–
–Realmente no quiero ser famoso–
–Bueno, podrías ser el ganador y comenzar una nueva carrera–
–Alexa, ya tengo una carrera–
Me paso una mano por el pelo. El gel ya no me hace efecto, así que me caen los mechones gruesos sobre la frente mientras termino de cortar la quesadilla en cuatro gajos puntiagudos.
–Si, pero tu vocación es cocinar–
Me burlo. Tiene razón, pero hay demasiados obstáculos en ese camino. Es mejor no dejarlo pasar. Simplemente dejar que las cosas se desarrollen como lo harán durante las próximas décadas. Si no tengo expectativas, no puede haber fracaso. Además, no podría compararme con mis hermanos mayores. Ninguno de ellos. Entonces, ¿para que molestarse? > la molesta voz de mi conciencia resuena en mi cabeza.
–Mi vocación es pagar la renta y pasarla bien– digo, pero las palabras suenan huecas. Tiene razón. Ya hemos tenido suficientes conversaciones nocturnas sobre lo aburrido que estoy en el taller como para que me lo heche en cara. Una parte de mí todavía piensa que solo necesito aguantar la rutina unos años más antes de que se vuelve más natural y quizás incluso agradable. La otra parte sabe que tengo que preservar para demostrarle a papá que sabía lo que hacía cuando dejé la universidad. Aunque no estoy seguro de si alguna vez supe lo que estaba haciendo. Y menos ahora.
–Esta es la respuesta más absurda que he escuchado– dice Alexa con una risa incrédula. Hace como si me estuviera estrangulando.
–Vaya, ¿no eres la señorita borracha y luchadora? –
–Soy la señorita cómoda en el sofá y harta de tus mierdas–
–Mi nombre sonaba mejor– le digo, señalando la cámara con una rebanada de quesadilla.
–Escucha. No puedo obligarte a aprovechar esta oportunidad única que podría hacerte ganar cincuenta mil dólares…–
–¿Cuánto? –
–Cincuenta mil dólares para el ganador. Solo buscan negocios nuevos de Camiones de comida. Ya tienes el camión listo. ¿Por qué no intentarlo? –
La frustración finalmente se desborda. –Alexa, no tengo…– hago comillas exageradas. –lo que sea para esto. Si, tengo un camión de comida, pero no tengo equipo. No tengo caja registradora. Ni siquiera tengo un puto menú. Y mucho menos un…plan de negocios o algo así–
Digo todo esto porque lo he estado pensando, en lo más profundo de mi mente. Hay un pequeño anotador que vive en lo más oscuro de mi cerebro y procesa y registra todo lo que ignoro conscientemente. Probablemente se llame Tom. Y lo que se le ocurrió fueron todos los consejos y respuestas de mis hermanos: Wyatt diría ¡Claro que sí, adelante! Xander me daría un sermón sobre tener un plan de negocios y un fondo de ahorro. Enzo me imploraría que hiciera crowdsourcing y le dejara desarrollar mi aplicación. River sería un entusiasta, pero cauteloso, con muchas historias sobre él y June siendo dueños de sus propios negocios.
Y yo aquí me pregunto porque tengo un tomador de notas imaginario en mi cerebro llamado Tom. Es demasiado. Y esto es antes de haber expresado la idea en voz alta. Imagínate intentarlo.
–Puedes conseguir todas esas cosas. Puedes hacerlas, comprarlas o crearlas. El concurso no empieza a rodarse hasta principios de julio o algo así. Así que tienes tiempo de sobra para organizarte–
–Y una vez que me ponga las pilas, me enfrentare a un grupo de tipos que saben lo que hacen–
–Dice nuevos camiones de comida– comienza.
–Claro. Así que el señor que lleva cinco años despotricando sobre un restaurante puede entrar con su flamante camión de comida y destrozarme. Hey, es demasiado. No puedo con todo yo solo– me doy cuenta de que solo tengo excusas. Pero son válidas. Y ella esta borracha y es idealista. O tal vez estoy borracho y soy negativo.
–¿Entonces, encuentra ayuda? –
Mastico mi quesadilla, tan decidido a rechazar esta idea que apneas puedo concentrarme en lo deliciosa que esta. Me devano los sesos buscando una salida infalible, y mientras mastico y miro fijamente la pantalla del teléfono, se me ocurre.
–Bien. Lo haré si me ayudas–
Ella resopla. –¿Qué? –
–¿Tanto quieres que lo haga? Entonces ayúdame–
–Estas bromeando, mierda–
–No– Ella nunca aceptara.
Trabaja de tiempo completo y algo más en el restaurante El lago durante el verano, y nunca se tomaría un día libre. Y el resto de su tiempo libre lo ocupa cuidando a sus sobrinos. Cada segundo de su verano está comprometido. No tiene tiempo para lanzar este enorme negocio conmigo. –Se mi mano derecha y lo haré–
Se cubre la cara con las manos. –¿Cómo iba a saber que dirías eso? –
Voy por mi segunda rebanada de quesadilla. –Bueno. Ahí está el trato. Aceptas o no–
Ella se queda callada por un largo rato. Pasamos por una feroz pero importante batalla de mirarnos fijamente, sonriendo con suficiencia y suspirando profundamente. Finalmente, ella gime y echa la cabeza hacia atrás.
—Bien, Nolan– dice, con una expresión de disgusto y una ternura infernal. Frunce los labios de una forma que nunca antes había visto. O quizás nunca me había fijado sin ese tono rojo en sus bonitos y fruncidos labios. Y luego añade: –Tu ganas. ¡Lo haré, carajo! –