ALEXA
Me despierto a la mañana siguiente con cautela. No suelo despertarme así, pero desde el momento en que suena la alarma a las siete, siento que se me olvida algo. Algo importante a la vuelta de la esquina.
Bostezo y me doy la vuelta en mi cama matrimonial. La gran ventana de mi dormitorio está cubierta con cortinas rojo oscuro, pero puedo ver la brillante luz del sol filtrándose por los bordes. Anoche me acosté muy tarde, gracias a mi conversación interminable con Nolan, lo que significa que llegaré a mi entrenamiento matutino con falta de sueño y algo de resaca.
Se me escapa otro bostezo y me doy la vuelta, pensando en nuestra conversación. Por alguna razón, a Nolan le gusta cocinar sin camisa. No sé si es un masoquista del aceite de cocina o si solo quiere recordarle al mundo lo que no puede tener. Sus abdominales marcados no dan lugar a debate. Da igual cual sea el debate: sus abdominales ganan. Y se está volviendo realmente molesto.
Retazos de mis sueños de anoche regresan a mí. Nolan definitivamente estaba allí. ¿Cómo no iba a estar? Aprieto los muslos y dejo escapar un pequeño suspiro. Hay algo realmente sexy en verlo cocinar, y lo digo como su amiga.
Puedo reconocer cuando mi amigo es atractivo. No significa nada. Y sobre todo no significa que quiera experimentar con Nolan, aunque técnicamente si lo quiero.
Mi mano se desliza hacia la línea de mis bragas y mis ojos se cierran de nuevo. Anoche fue demasiado. Entre su vestimenta formal de n***o sobre n***o, el cabello peinado hacia atrás y sus hombros musculosos que tensaban su camisa, simplemente no era justo para el seguir todas esa atracción reprimida con realmente mostrarme el cuerpo esculpido que me provocó toda la noche.
¿Por qué ahora qué?
Mi dedo medio se desliza dentro de mis bragas y roza el punto hinchado de mi clítoris. Lo rodeo lentamente mordiéndome el labio inferior. Dios, estoy tan cachonda. Me pellizco una vez, saboreando la punzada de placer que recorre mis extremidades. Mi imaginación se llena de la cara de Nolan. Sus antebrazos. La sensualidad de su voz áspera cuando hablamos por la mañana o cuando lo pillo desprevenido con un chiste.
Dios, ¿a que sabrá? ¿A que sabrán sus besos? ¿Suaves, intensos o algo intermedio?
Los círculos alrededor de mi clítoris se aceleran, mi vientre se tensa mientras imagino a Nolan sujetándome contra una pared. Y entonces saco mi mano de mis bragas y me incorporo.
–¡Esto es demasiado incómodo! – Le digo a nadie. Me levanto de la cama y veo mis grandes ojos verdes en el espejo junto a ella. –Solo estoy cachonda– le reitero a mi reflejo. Mi coño palpita. Casi puedo ver las sábanas vibrar con mi excitación.
Pero es verdad. Solo estoy excitada. Hace mucho que no tengo sexo. Muchísimo. Porque Andy y yo dejamos de tener sexo meses antes de romper. Eso significa que toda mi energía s****l acumulada está dirigida a una persona que no me convence. Ni siquiera me imaginaba tener una aventura de una noche con Nolan por muchas razones, pero sobre todo porque es mi mejor amigo. Así que masturbarse con su imagen está totalmente fuera de cuestión.
Me apresuro a ir al baño y me echo agua en la cara. Ojalá esto me devuelva la cordura. Después de una rápida rutina para despertarme, me pongo mi ropa deportiva. Pantalones cortos ajustados, sujetador deportivo y camiseta de tirantes absorbente, y cojo mi mochila, que ya está lista en la puerta.
Siempre lo dejo para la mañana en que mi horario coincide con una sesión de entrenamiento en Green Bay. Porque estas mañanas son pocas. Es una hora de viaje de ida y una de vuelta, y una clase o sesión de al menos dos horas una vez en el gimnasio. A veces, apenas llego a Bahía Azul a tiempo para el trabajo.
He aprendido a valorar y a atesorar estas preciosas sesiones. Entre ayudar a Flor, mi propio horario de trabajo y la distancia, tengo suerte si puedo ir dos veces al mes. Una vez que llego a la ruta 2 hacia el este, pongo la música a todo volumen. Katy Perry, muchísimas gracias y me permito soñar despierta con todo lo que normalmente me olvido. Porque eso me permite ir a Artes aéreas en Green Bay: soñar un poco. Mi lado práctico y probablemente cualquiera que conociera esta afición tan loca me diría que es inútil siquiera practicar un arte tan desconocido. Pero intento callarme. No suelo escuchar.
Con Nolan es diferente, eso es lo que pienso mientras llego al gimnasio en Green Bay. Animé a Nolan a dedicarse a su afición porque puede ganarse la vida con ella. Porque es así de bueno. ¿pero qué puedo hacer yo con sedas?
Cada vez que lo pienso, puedo oír a mi hermana mayor, Florencia, burlándose de la ridícula pérdida de tiempo que es cuando hay cosas más importantes en las que centrarse, como pagar las cuentas. Y no se equivoca, si esta fuera su vida. Pero es la mía. No puedo soportar otra ronda de juicios sobre esto que es tan querido para mí. Así que lo mantengo escondido, atrincherado, para que nadie pueda tocarlo excepto yo.
Tan pronto como pongo un pie en el vestíbulo bien iluminado del gimnasio de telas aéreas, parte de mi tensión se disuelve. Todos aquí me conocen y algunos de mis instructores me llaman su estrella emergente. Pero no me gusta que me suba a la cabeza. probablemente se lo dicen a todo el mundo.
La clase a la que asisto empieza con estiramientos. Somos seis mujeres y yo, y charlamos y reímos mientras hacemos las rutinas habituales. Nos traen las colchonetas de yoga, seguidas de pesas rusas y bandas de resistencia. Después, pasamos a ejercicios más avanzados: secuencias de yoga que nos hacen suspirar a todas.
Una vez terminada nuestra rutina de calentamiento, ya llevamos una hora. Lo bueno ya casi esta aquí. Nos tomamos un pequeño descanso para ir al baño e hidratarnos, y me dirijo a mis cosas guardadas en los cubículos de la pared de fondo. Al acercarme, mi teléfono está vibrando contra mi botella de agua, produciendo un extraño ruido metálico.
Es mi hermana Florencia. Me quedo mirando el teléfono vibrando un momento, pensando en no contestar. Al fin y al cabo, estoy en medio de mi entrenamiento. Es mi momento. Pero si no contesto, volverá a llamar. Y otra vez. La culpa empezará crecer en mí. recuerdo la última vez que no conteste cuando llamó, y fue cuando su hija Alabama estaba siendo llevada de urgencias.
–Hola, Flor– Aprieto el teléfono entre la oreja y el hombro mientras destapo mi botella de agua. –¿Qué pasa? –
–Escucha, he tenido una mañana loca– Casi puedo verla sentada en el taburete de la isla de su cocina, presionando la punta de su dedo en medio del entrecejo como cuando esta estresada. –¿Puedes venir a cuidar a Ricky y a Bama un ratito? –
Ya Ricky es mi sobrino, Richard, y Bama es mi sobrina, Alabama. Parece al revés, pero para estos pequeños y adorables diablitos, tiene sentido.
–Uhhhh– empiezo mi habitual ciclo mental de excusas. “Estoy a punto de entrar a una clase pagada de sedas aéreas” me traería demasiadas preguntas, pero “estoy ocupada” es demasiado vago.
–No estoy precisamente en Bahía Azul ahora mismo…–
–Tengo que ir a buscar a Benny a la cárcel– dice Flor, con un suspiro de derrota escapándose de ella. Benny es su novio. El papá de su sus hijos. Su compañero de vida emocionalmente inmaduro que una vez que me dijo que leer el periódico era una tarea reservada a las mujeres. –No es tan difícil como parece. Pero me llevará un par de horas–
Tomo otro sorbo de agua, mirando el reloj de pared del gimnasio. Me desperté a las siete de la mañana, conduje con una hora y pagué cuarenta dólares precisamente por la parte de la clase que aún no ha empezado.
–¿Podrías preguntarle a mamá…? –
–Ella está en camino al trabajo–
Hago una mueca. Mamá usa la excusa del trabajo porque es enfermera. Pero como soy una simple camarera que vende bebidas alcohólicas y vivir de propinas, tengo que responder a la llamada cuando mi hermana me necesita. En resumen, el mundo necesita los servicios de mi madre, ¿pero los míos? No tanto. Algo que también me dijo una vez el ilustre Benny.
Detrás de mí, las chicas ya estan pasando a la parte de la práctica con las sedas. Largas tiras de tela, como cintas, cuelgan del techo por pares. Verde azulado, n***o, plateado, morado. Miro por encima del hombro a mi compañera Rita mientras tira de las sedas y luego se levanta, colgando del suelo simplemente por la fuerza de sus brazos.
–Tengo que ir a trabajar a las tres– le digo. No importa. Nunca importa.
–Deberíamos haber terminado para entonces– insiste. Pero ya sé que, por alguna razón, seguiré llegando tarde. Porque Flor y su vida siempre me hacen llegar tarde al trabajo. Cuando estoy callada, añade: –Tendrás mucho tiempo. Además, si vamos a llegar tarde, puedes llevarlos a casa de mamá y papá. Papá sale a las dos.
Llevarlos no es poca cosa. Implica sobornos, crisis nerviosas, regateos y una estricta promesa de helado al llegar, que casi nunca se cumple y siempre me perjudica la próxima vez que veo a mis sobrinos queridos. Mis ojos se cierran de golpe.
Porque estoy aquí de nuevo. De vuelta en este lugar familiar.
–Si– digo, finalmente, con una gran bocanada de aire saliendo de mi cuerpo. Muevo la mandíbula de un lado a otro, mirando a Jazmín mientras realiza una lenta voltereta entre las tiras de tela. Engancha el pie izquierdo alrededor de las sedas al descender, creando un nudo en la pantorrilla. –Voy a regresar al pueblo. Probablemente no llegaré hasta dentro de una hora–
–¡Ay, gracias, hermanita! – solo me llama hermanita cuando le doy la respuesta que quiere oír. –Están deseando verte–
No dudo de lo que dice, pero a los cuatro y seis años. Rick y Bama tampoco ven la hora de ver al cartero cada día. –De acuerdo. Me voy–
Colgamos y me quedo mirando la tapa de mi botella de agua hasta que se me nubla la vista. Me encuentro en esta situación más a menudo de lo que quisiera: rescatando a mi hermana para que pueda seguir con su vida tan importante. Nunca pregunta que estaría renunciando o sacrificando para poder ayudarla una vez más. Cada vez que me descontento con otra solicitud de cuidar a los niños, hago algún mandado o voy a comprarles la cena a algún lado, inmediatamente me pongo en mi lugar, ya sea por mis padres o por el universo, o por ambos.
A mis padres les encanta recordarme lo difícil que es vivir con dos hijos. Ellos tuvieron dos; ahora Flor tiene dos. Yo no tengo ninguno, así que, según ellos, me paso el tiempo haciendo volteretas y sin hacer nada. De hecho, la mitad de eso es cierto. Pero en lugar de hacer nada, los engancho en telas aéreas.
Es lo único que me mantiene con los pies en la tierra, irónicamente, dando vueltas en el aire. No vengo a Artes aéreas ni la mitad de lo que quisiera, pero cuando lo hago, y de hecho puedo complementar mi sesión como Dios manda.
Pero si mi familia se entera de que abandoné a Flor en su momento de necesidad para ir a jugar con telas de seda o a centrarme más en mis flexiones, me ridiculizarían durante un año entero. Así que me lo guardo para mí. Nadie en mi familia lo sabe, y así seguirá siendo.
Además, puede que suene estúpido, pero siento que le debo algo. Cuando estaba en el último años de preparatoria y descubrí las telas aéreas, la deje plantada cuando la necesitaba para poder ir a una de las primeras sesiones de telas aéreas de mi vida, ¿y adivina que? Alabama casi muere de una reacción alérgica, el auto de Benny no funcionaba y el único familiar disponible en el momento; yo, estaba fuera, sin hacer nada y haciendo volteretas.
Siento el cuerpo pesado por un sinfín de razones. No solo hice solo un tercio de mi entrenamiento habitual, sino que estoy decepcionada y me siento culpable. Porque esa es la otra cara de esta moneda conmemorativa tan rara: me da pavor que me pidan ayuda para gestionar la vida de Flor, pero también me odio por sentir pavor porque es de la familia y debería hacer todo lo posible por ayudarla. Es una situación en la que perdemos todos, y solo yo.
Guardo mis cosas en la mochila negra que me sirve de bolso. Me cambiaré en su casa cuando llegue la hora de irme, y ya estoy pensando en excusas para mi jefa si llego con entre diez y cuarenta minutos de retraso hoy. Como hacia la instructora, Romina, quien siempre bromea diciendo que sus padres eligieron el mejor nombre para ella ya que le encanta actuar como un pájaro en el cielo.
–Oye, tengo una pequeña emergencia familiar, así que tengo que salir– le digo. Mi mirada se dirige a mis compañeros de clase en varias etapas de trepar por las sedas. Jazmín ya está completamente ocupada en medio de sus sedas, con un muslo envuelto mientras ejecuta una flexión hacia atrás, con los brazos extendidos hacia el suelo. Es un hermoso cisne envuelto en tela. Mierda. Hoy quería ser el cisne.
–Oh, ¿está todo bien? –
–Si, debiese estar bien– Esbozo una leve sonrisa. –No sé cuándo podré volver. Espero que pronto–
Romina me toca la muñeca suavemente. –Espera. Quería hablarte de algo–
Hay una emoción subyacente en su mirada que me acelera el corazón. –Una famosa compañía de teatro ha abierto una plaza de suplente. Están en la Costa Este, que sé que está un poco lejos. Pero quiero enviar tu secuencia para que la consideren, si me lo permites–
Parpadeo un centenar de veces, sin entenderlo. –Perdona. ¿Qué? –
Su sonrisa se ensancha. –Eres nuestra estrella emergente, Alexa. No bromeo. Creo que tienes posibilidades de que te seleccionen. La experiencia que ganarías sería…increíble. Imaginable. Creo que te encantaría–
Estoy balbuceando. –Tengo un trabajo y esas cosas…–
–Lo sé. Es un poco irreal, pero…– se encoje de hombros, con los ojos llenos de fantasía. –¿Y si lo intentamos? Lo peor que puede pasar es que digas que no y se queden con su segunda opción–
Aprieto las correas de mi mochila. Todo mi ser quiere decir que no, poner a mi hermana y su vida al frente de mi vida, como suelo hacer. Pero mi interior, sepultado bajo capas de practicidad, pesimismo y negatividad, me grita: ¡HAZLO, DEMONIOS!
Anoche animé a Nolan a hacer lo mismo. ¿Por qué yo no? mis posibilidades de ser elegida son infinitamente menores que las suyas, pero, aún así, ¿y si lo hiciera solo para demostrarme yo misma que mi pasión secreta merece en un lugar en foco?
–Bien– digo de golpe. –Si, yo …si lo crees. ¿Estás segura? O sea, mi secuencia…–
–Es fabuloso– interviene. –Planeo usar los videos que grabamos el mes pasado. Te veías increíble. Me encargaré de todo el proceso de envió, ¿de acuerdo? Solo necesitaba que me dieras luz verde–
Mi corazón late fuerte y asiento como un muñeco cabezón. –Si. Genial. ¡Wow! Es que…Bien–
Me aprieta los brazos. –¡Ay! ¡Que emocionante! Te enviaré la información sobre la compañía para que puedas echarle un vistazo mientras tanto–
Me guiñe un ojo y se aleja hacia su vestido de seda en la entrada del gimnasio. –Conduce con cuidado, Alexa–
Cuando llego al coche, me lanzo a comerme una barrita de proteínas. Mi teléfono empieza a sonar justo cuando le doy el primer bocado.
–Holaaa– dice Nolan mientras me acerco el teléfono a la oreja. Tiene la costumbre de saludarme primero, incluso cuando es el quien llama.
–¿Qué pasa? – Aprieto el teléfono contra mi hombro mientras giro la llave. Titubea y luego no gira. –Mierda– Lo intento de nuevo.
–¿Ese es tu motor? –
–Si– Suspiro, intentándolo de nuevo. Vuelve a la vida un momento después.
–Niña, déjame mirarlo–
–¿Podrías? Pero no hay prisa–
Andy solía encargarse de todo eso, pero no pienso llevar a mi coche a su trabajo pronto. –Empezó a fallar hace una semana…quizá más–
–Alex, tienes que decirme estas cosas. Ya podría haberlo revisado y arreglarlo–
–Bueno, no quería molestarte–
Salgo de mi aparcamiento al a sombra de los arces y salgo al brillante sol de finales de mayo. –Haces esas cosas ocho horas al día. Se que no llegas a casa cada día pensando:“¡Me encantaría trabajar en un coche más!”–
–Es diferente si es uno de mis amigos– doce Nolan. –¿Dónde está ahora? ¿quieres que vaya a verlo? –
–No, es tu día libre. No necesitas molestarte–
–Alexa–
–Me dirijo a casa de Flor ahora mismo– Mi intermitente suena débilmente cuando llego a un semáforo justo antes de la autopista.
–¿Estarás cuidando a los niños? –
–Si. Luego trabajaré hasta cerrar–
Entro en la autopista y pronto el lago brilla a lo lejos. Siempre me ha encantado vivir cerca del lago y en Bahía Azul. Pensaba que ya habría probado un nuevo lugar. Siempre he querido recorrer Estados Unidos, de mochilera, de viaje por carretera o incluso simplemente mudarme de casa. Pero cuando llegaron al mundo Ricky y Bama…eso se me escapó enseguida.
–No puedo esperar por las nuevas noticias de Benny de hoy– bromea Nolan.
–Si, yo tampoco. Estoy a punto de publicar mi primer libro de sus citas– El novio de mi hermana podría tener su propia línea de productos dedicado a las cosas ridículas que dice. Una de las mas destacadas. “¿Por qué quieres mudarte de tu apartamento, Alexa? Los apartamentos son para personas solteras” “No puedes comprarte una casa. Las casas son para familias completas”
Debí haber pasado por alto es regla del manual de vida, Benny. No estoy segura de que dice sobre Flor, que sigue con él.
–¿Quieres hacer una parada después de que salgas de trabajar? –
-No. Quiero que disfrutes de tu día libre y no te preocupes por mi coche–
–De acuerdo. Entonces, harás una parada al salir–
Sonrió y sacudo la cabeza, aunque él no pueda verlo. –Además, tenemos algunas cosas de que hablar– añade.
Mi estómago se cae al suelo. De repente me estoy estrujando la cabeza buscando recuerdos recientes. ¿Actúe inapropiadamente en la boda? ¿Hicimos algo que no debíamos? Quizás sin querer, active una videollamada mientras casi me masturbaba recordándolo, y ahora sabe que me atrae un poco. –¿Tenemos? –
–El concurso de camiones de comida. Duh– puedo oír su sonrisa arrogante, y solo imaginarla me provoca escalofríos en la espalda.
–Oh, Dios mío, es cierto– Agarro el volante con más fuerza, con alivio y ansiedad recorriendo mi cuerpo. Gracias a Dios, de eso se trata su charla, y no de algo potencialmente incómodo y que arruine la amistad como “Admitiste que estas enamorada de mí, y creo que no deberíamos vernos durante el próximo año” –Lo olvidé por completo–
–¿Entonces no hablabas en serio? –
–No, no, no, es eso– Es solo que me cegó temporalmente mi propio y emocionalmente avance hacia un pasatiempo secreto que no quiero que nadie sepa. Pero, siendo sincera, sé que no tengo tiempo para ayudar a Nolan con todo lo que necesitara para que esto funcione. Pero tampoco puedo dejar que se duerma en los laureles como lo ha estado haciendo durante los últimos, bueno, cinco años con su increíble don en la cocina. Debo encontrar la manera de ayudarlo.
–Hablaba en serio– le digo. –Hablo en serio. Solo necesitamos acordar un horario o algo así–
–Exactamente. Nos vemos esta noche–
El cuelga antes de que pueda protestar. No es que fuera a protestar con mucha vehemencia. Mi contraargumento es, como mucho más débil, y solo oculta una verdad más profunda que dudo en reconocer: ver a Nolan siempre es lo mejor de mi día.
Y agradezco cada oportunidad que tengo de ver a ese hombre. El único problema es que sigo queriendo más de él. Y Nolan solo está dispuesto a dar hasta cierto punto. Él nunca me entregará lo que más anhelo: un futuro.