Capítulo 4: Repetirme el plato

1881 Words
Llevamos ya unas cinco cervezas, bueno, Rafael, Max, Mateo y yo. Stefan y Amparo ya se habían ido, tenían que acostarse temprano las gallinas. Terminamos bailando en la pista del bar que estaba ubicada en el subterráneo, en un principio Mateo y yo bailábamos normal, como dos personas divirtiéndose, pero ahora, con varias cervezas encima estábamos tan pegado que el aire había quedado atrapado entre nuestros cuerpos, mientras la música sonaba fuerte, las luces de colores fuertes le daban un aire sensual. De pronto comienza a sonar una canción de Karol G, Vania aparece rápidamente separándome de Mateo, a muy pesar mío, aparte de ella llega Romina. Las dos comienzan a bailar metiéndome en un círculo, yo me río. —¡Es hora de sacar los pasos prohibidos! —me grita Vania, yo me río, siempre hacen lo mismo cuando empieza esta canción, pero que puedo hacer, me gusta bailar y todos lo saben. — Por encima se me nota que me sobre el piquete…—Canto con las chicas —.Yo también tengo una Jeepetaa… —me río viendo a Vania bajar hasta el piso y yo hago lo mismo, sin dejar de mover mis caderas incluso en el suelo, veo a Mateo mirándome fijamente mientras da un sorbo de su cerveza, ¡mierda, que bueno esta! Romina da un grito cuando nos ve a las dos y yo río, cuando las conocí pensé que eran unas chicas tranquilas, como Amparo pero las dos se desbaratan en las fiesta, las adoro. Me levanto y muevo las caderas de forma sensual hacia Mateo, pongo mis manos detrás de su cabeza y no dejo de moverme mientras lo miro fijamente, sus manos en mi cintura me aprietan hacia él.  —¡Irradias sensualidad! —me dice en el oído, su voz me provoca un cosquilleo que baja desde mi oído al cuello, y no me aguanto más, lo beso, lo beso con una pasión que me embargaba de tal forma que ya llegaba a ser dolorosa. Definitivamente no me había sentido así jamás. Mateo me devuelve el beso con la misma hambre, con la misma pasión. —Vámonos —le digo, él asiente, nos despedimos rápidamente de los chicos y subimos las escaleras, Mateo me acorrala contra la escalera y vuelve a besar, sus manos van a mi trasero y lo apreta, da un gruñido que me enciende aún más, estoy tan deseosa de sentirlo que lo haría aquí mismo. No se como llegamos a mi casa, el deseo tenía mi vista nublado, pero solo podía sentir el placer que me producían los labios de Mateo en mi cuello, en mis pechos. Le saco la polera que trae, su cuerpo marcado me hace morderme los labios, Mateo ataca mis labios mordiendo y chupando, paso mis manos por su pelo rubio y tiro su cabeza hacia atrás, sonrío mientras lo empujo hacia el sofá. —Ahora estoy yo a cargo, nene —le susurro en los labios, lo beso para luego comenzar a bajar por su pecho, su abdominales, sin dejar de mirarlo, su mirada está fija en mí, de repente lo siento suspirar. Sonrío, y  cuando llego al botón de sus pantalones lo desabrocho con facilidad, los agarro y los bajo de un solo tirón. Tomo su masculinidad en mis manos, sin dejar de mirarlo, sé que le gusta, lo estoy sintiendo perfectamente, paso mi lengua como si fuera un helado, su mano va hacia mi pelo, enreda sus manos y me pega más a él, sonrío, él que está a mi merced es él, no yo. Después de un rato de estarlo torturando, me levanto bajo su atenta mirada. Me saco la ropa y con mis bragas en la mano me subo arriba de él, Mateo me mira un poco confundido pero le encanta. —Como te dije, hoy soy yo la que está a cargo —amarro sus manos detrás de su cabeza, le hago un nudo en las muñecas con mis bragas y comienzo a dejar besos en sus labios. —¡Mierda, me vas a matar! —jadea en mi boca cuando agarro su pene y comienzo a ponerle un condón que saque de su pantalón, era obvio que andaba igual de preparado que yo. —¡Esta noche de lo único que morirás será de placer! —le susurro. Me agarro de sus manos para comenzar a moverme, primero lento, disfrutando de la sensación y luego muevo mis caderas más rápido, le acerco mis pechos a su cara y Mateo se deleita con ellos. La sensación es exquisita, y siento que ya no puedo aguantar y al parecer Mateo tampoco ya que se suelta y me agarra de la cintura para darme vuelta, ahora yo estoy abajo y Mateo arriba, sus ojos verdes están oscurecidos y algunos mechones caen en su frente. Me levanto y le agarro la cabeza para estampar mis labios en los suyos, Mateo pone un cojín debajo de mis cadera y entra en mi de un solo movimiento, provocando un pequeño grito de mi parte, me agarra del pelo y me tira hacia atrás, su aliento en mis labios, su mirada en mis ojos. —¡Ahora estoy yo a cargo, preciosa! —comienza un vaivén contra mi cuerpo, es imposible poder mantener mis ojos abiertos, la sensación que me produce cada toque de sus manos en mí, y con la intensidad que me miraba me tenían en completo éxtasis—. Ponte en cuatro para mi —dice dándome vuelta, pasa sus manos por mi trasero, subiendo por mi cintura en dirección a mi cuello. Agarra mi pelo haciéndome una coleta y comienza a torturarme con movimientos lentos y precisos, mientras con su mano libre me estimula. —¡Por dios! —gimo. —¡Si te vieras desde aquí, no sabes como me estoy conteniendo! —lo escucho decir. —¡Vamos bebé, no te contengas, lo quiero todo! —le digo en medio de un gemido cuando vuelve a entrar de forma más fuerte. Mateo comienza el vaivén rápido y fuerte que me gusta, mientras me agarra del pelo y me toca, la sensación comienza a subir desde mis pies, hasta explotar en mi vientre, mi cuerpo comienza a tiritar producto del fuerte orgasmo, y por el tirón que siento en mi pelo, sé que Mateo también acaba de llegar al orgasmo. Siento su pecho sudado en mi espalda desnuda, me dejo caer, aun sintiendo algunos espasmos.                      Un fuerte rayo de luz me impacta de lleno en la cara, siento un calor inmenso y un peso en mi cintura, abro los ojos acostumbrándome a la luz, cuando veo un brazo apoyado en mi cintura. Me muevo y siento un dolor en mis caderas, y sonrío al recordar el porqué del dolor, miro hacia mi lado para encontrarme a Mateo, desnudo, durmiendo.  —Me siento acosado si me miras así —dice con voz ronca, me sonrojo, y desvío mi mirada para que no me vea, después de años un hombre logra que me sonroja, busco mi ropa en el suelo para ponérmela, siento una de las manos de Mateo en mi espalda desnuda y como mi piel se eriza. —Si quieres puedes irte —le digo, me levanto pero sigo sin mirarlo. —Claro, tampoco me iba a quedar más tiempo —dice yo asiento y camino hacia mi habitación. —Cuando salgas deja bien cerrado, por favor —le digo, no espero su respuesta y me meto a la ducha, hoy tengo clases a las tres de la tarde y por lo que vi en el reloj de pared, son recién las nueve de la mañana, me duele un poco la cabeza por los tragos de anoche. Cuando estoy lista salgo de la ducha en toalla, Mateo ya se ha ido por lo que camino hacia el botiquín de remedios, saco un tapsin y me lo tomo con agua. Conecto mi celular a un parlante grande que tengo, comienzo a bailar mientras camino a cambiarme ropa. Esta es mi rutina para quitarme el estrés, la música fuerte, mientras canto y bailo. Es marzo, por lo que aún queda un poco de calor, me visto con un pantalón rojo bastante fresco y un top rojo del mismo color, un poco de sombra de color burdeo y el delineado, era de tez blanca, por lo que me gustaba mucho jugar con los colores fuertes, un poco de iluminador y me fui a preparar el desayuno. Mi celular vibra, veo que tiene poca batería así que voy a cargarlo, es un mensaje de Max. “¿Qué tal tu compañero de boda?” Muevo la cabeza sonriendo. “Uff, con ganas de repetirme el plato” “¡Dios, por qué no son gays!” “La suerte es mía” “¡Si maldita!” Cuando voy a responderle a Max, el nombre de mi Mamá aparece en la pantalla llamándome. —¡Hola Mamá! —saludo. —Hola nena, ¿cómo estás? —pregunta, escuchar su voz me produce mucha calma, la calma de una madre no la produce nadie más. —Bien Mamá, ¿que tal estás tú? — —Bien, con muchos turnos, aunque los acepto ya que tú no estás en casa —dice, había pasado varios días en casa para las vacaciones. —Si pero no te sobrecargues —le advierto—. Te quiero sana —la escucho reír y sonrío. —Buen hija, ¿cómo te fue en tu primer día? — —Bien, la misma lata de siempre el rector, felicitándome, pero ahora felicito a Stefan, dijo “también a Stefan McAdams, que por primera vez es el segundo mejor” —digo riendo recordando el momento. —¡Que estúpido! —dice ella. —Stefan y Amparo se casan en tres meses, soy dama de honor —digo. —Me encanta la pareja que hacen —dice mamá—. Pero los veo tan jóvenes, aunque se nota que están demasiado enamorados —dice, yo asiento. Igual pienso que son muy jóvenes, ¿que tal si luego no les funciona?, pero por otro lado, ellos están enamorados y deseo que les funcione muy bien.  No me imagino nunca casándome. El timbre me saca de mis pensamientos así que me despido de mamá. Cuando abro la puerta me sorprendo encontrándome nuevamente con Mateo, esta vez bañado y con otra ropa, sus ojos me recorren de arriba a abajo y luego me sonríe, yo le miro con una ceja levantada. —Mi teléfono creo que se ha quedado aquí —dice, yo me hago a un lado para que pase, cuando lo hace su perfume masculino llega a mis narices y por inercia cierro los ojos. Si hay algo que es mi debilidad,  los perfumes masculinos. —¿Lo encontraste? —pregunto ordenando mis pensamientos. —Sí  —dice, se acerca a mí con su celular en la mano—. Aprovecho para invitarte esta noche a comer algo —dice, yo ruedo los ojos. —Si quieres repetir no necesitamos ir a comer, ven en la noche y te doy lo que quieres —digo de forma sensual acercándome a él dejando un beso en la esquina de su boca.
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