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1543 Words
Un día después, Vladimir se tendió en el sofá de cuero de su discoteca en el lugar más cerrado y prohibido para estar tranquilo y pensar. Desafortunadamente, tuvo la desagradable sorpresa de ver aparecer a Tanya. Dio una calada a su cigarrillo y le lanzó una mirada violenta que debería haberla disuadido de seguir adelante pero, ay, este último se acercó para venir a besarlo. La dejó hacerlo, esperando sentir algo. Nada. Con los ojos fijos en el tapiz rojo, sin nada en la cabeza más que el que podría haberse convertido en su cautivo, Vladimir se liberó con un gesto brusco. - ¡Parada! Ella lo miró enrojecida de ira. - ¡Puedo saber lo que ha estado pasando durante setenta y dos horas! - No estoy de humor. Vladimir gruñó, aplastando su cigarrillo. - Desde que este chico vino a la fiesta, has estado completamente en otra parte. Ella escupió con desdén. El comentario de este último le hizo sonreír. - Este chico como dices tiene más en el cerebro que tú Tanya. Herida en su orgullo, apretó los dientes, tratando de poner buena cara. Vladimir sintió que sus músculos se contraían al recordar su sutil aroma a vainilla. Para relajarse, estiró los brazos en la parte superior del sofá como solía hacer y echó la cabeza hacia atrás. Cerró los ojos e inmediatamente, el rostro de esta joven que nunca había olvidado tomó posesión de su mente. Había matado a hombres absolutamente despiadados, pero quien se había atrevido a afirmar que lo veía como un violador había soportado la ferocidad de lo que ahora estaba grabado en su piel. Más allá del monstruo que era, Vladimir no podía soportar esta insoportable suposición que había manchado su honor. Cuando abrió los ojos, Vladimir salió lentamente de su letargo y sintió las manos de Tanya deslizarse por la abertura de su camisa. Molesto, la agarró por las muñecas. - Vete inmediatamente Tanya o siento que me voy a enojar. Anunció con un susurro amenazador. Ella se levantó de un salto y lo hizo obedientemente, sabiendo muy bien lo que tenía que perder si continuaba enfrentándose a él. La siguió con la mirada antes de que sonara su teléfono. Al final. - Escucho ? - Ni el más mínimo movimiento de jefe. Vladimir se puso de pie con sospecha. - ¿Es esto una broma de Dimitri? - No, estoy muerto de aburrimiento frente a este edificio silencioso. Él frunció el ceño. - ¿No se ha movido desde ayer al mediodía? Insistió, agarrando su chaqueta. - No es un movimiento de jefe. Afirmó con un fuerte suspiro. Las contraventanas están entreabiertas, no hay el menor destello de luz.2 No se dignó contestar, cortó la comunicación y abandonó la discoteca, esquivando a su personal que estaba ocupado haciendo que el lugar estuviera presentable para la noche.  ...Lily abrió los ojos por centésima vez, maldiciendo las pipas que le habían dado la peor noche de su vida. Estaba tan cansada que no pudo encontrar la fuerza para levantarse. La única solución que podía solucionar su problema de insomnio era romper esa tubería. ¿Cómo? 'O' ¿Qué? Lily consideró alquilar una sierra o un mazo gigante. Comprendió por qué Sandrine le había elogiado por un alquiler barato. Este barrio pobre la volverá loca, tanto que comenzó a contar las gotitas que caían a cámara lenta en la ducha. A los ciento cincuenta y cinco, Lily enderezó la cabeza con el cabello despeinado y sintió que su barbilla temblaba de rabia. ¿Por qué resistía la tentación de hacer la maleta? Nada la retenía.4 Antes incluso de darse cuenta de lo que sucedió, Lily vio que la puerta de entrada cruzaba la habitación justo en frente de su cama para encajar en la ventana. Ella soltó un grito justo después de la escena, como si él se hubiera negado a salir antes. Las últimas astillas de la puerta cayeron en una nube de polvo. Se sentó al borde de un paro cardíaco y apartó las sábanas solo para protegerse cuando vio aparecer una sombra en el marco. Tuvo que parpadear, le temblaba la barbilla para lograr lo impensable. - ¡Sr. Yankosky! Mayo... El interesado entró luciendo una larga barbilla negra, arma en mano. Él escaneó el estudio con una mirada seria y la miró. Petrificada hasta que no pudo moverse, Lily abrió los ojos como platos. - ¡Puedo saber lo que estás haciendo! Gruñó, guardando su arma. - ¿Qué? ¿Cómo es eso? Lily tartamudeó, agarrando su manta en su puño tembloroso. - ¡No has sacado un dedo del pie desde ayer al mediodía! ¡Pensé que te habían secuestrado! Como un pez fuera del agua, Lily lo miró dividida entre absoluta incomprensión y sorpresa. - ¿Es esa una razón para romper mi puerta? Respiró conmocionada, una mano en su corazón sin saber si latía tan fuerte por su puerta rota o por la improbable aparición de su malvado caminante en la arena. - ¡Parecía que un muerto vivía allí! Ni un sonido, ni una pizca de respiración. Se justificó yendo al baño como si buscara a alguien. Aturdida, Lily ni siquiera lo vio agarrar su barbilla. - ¿No estás solo? ¿Alguien te amenaza obligándote a jugar a la sorpresa de mi visita? Cuestionó seriamente. - Qué ? ¡Pero no, finalmente! ¡No hay nadie aquí más que yo! Ella lloró, recuperando su capacidad de pensar. Lejos de estar totalmente convencido de ello, agarró el borde de la cama y lo levantó sin esfuerzo, comprobando si había alguien debajo de quien esconderse. Abrió mucho la boca y respiró hondo cuando sintió que su delgado peso se deslizaba hacia un lado antes de que lo pusiera de nuevo en tierra firme. - ¿Entonces puedo saber qué estás haciendo encerrado solo bajo este hermoso día soleado? Preguntó con una voz más suave. Aún preocupada por esta pequeña demostración de poder, se tapó el pecho con las mantas. - ¡Estoy intentando dormir! - ¿A media tarde? - Sí ! Dijo agarrando su edredón lista para defenderse. Vladimir se acercó a la ventana y abrió las contraventanas. En treinta y dos años de existencia, había reaccionado por primera vez en su vida bajo un impulso destructivo. Avergonzado de haber sido demasiado brutal, bajó la cabeza, contuvo el aliento y se dio la vuelta, conteniendo todo el aire cuando la vio de pie, colcha en mano, buscando activamente algún objeto que pudiera ayudarlo a defenderse. Le dio una sonrisa diabólica antes de perderla cuando descubrió lo que había querido ver desde ayer. Se dio la vuelta y una vertiginosa masa de cabello n***o azabache apareció ante sus ojos, larga y sedosa. Las puntas de sus puntas formaban una, a lo largo de sus nalgas como una adorable cola de sacacorchos. Una bocanada de pensamientos lascivos le vino a la mente cuando acababa de agarrar un cuchillo que dejó al segundo siguiente vergonzosamente. - ¡Mi fontanería me impide dormir! - ¿Tu tubería? Vladimir repitió. - Sí. Sigue haciendo ruido, estoy pensando ... en demolerlo. Dejó de reír y abrió la puerta rota con el pie para despejar el camino. Pasó junto a ella, cepillándola a propósito mientras su edredón se ajustaba a su estómago. Vladimir descubrió que la tubería estaba realmente en mal estado, completamente oxidada, a punto de estallar en cualquier momento. - ¡No he cerrado los ojos en toda la noche! Ella gimió, apoyando la frente contra la pared. - Ella va a explotar. Anunció, tratando de apretar el cerrojo. Se sentó, sus ojos se iluminaron de alegría. - Es verdad ? Cuándo ? ¿Me voy a quedar callado después?77 Maldita sea ! Vladimir apretó los dientes y murmuró algo indistinto.2 - Sin duda tendrás los pies en el agua. Su sonrisa se desvaneció. Desesperadamente, dio unos pasos hacia su cama y se derrumbó sobre ella. Su pijama estaba lejos de ser glamoroso, parecía un leñador con su camisa a cuadros y pantalones rojos. - ¡Me voy a volver loco! Dijo con la cabeza enterrada en el colchón. Vladimir se puso las manos en las caderas y se tragó la oferta que estaba a punto de hacer. Lo tragó por segunda vez pero cuando fijó su mirada en esa masa de cabello, no pudo tragarlo por tercera vez. - Te sugiero que vengas a mi casa con el debido honor. Se enderezó con todo su cuerpo y soltó una risita nerviosa. - ¿Con todo honor? No, me niego que eso sería demasiado ... extraño. - Ya es muy rara la pequeña Lily. El miro su reloj. - Aquí está mi propuesta, saldré, volveré a mi coche y les daré diez minutos para que me acompañen. Cruzó la puerta y se detuvo para mirarla. - Si no vienes, creo que es hora de volver a Estados Unidos hoy. Dijo secamente. Hizo un gesto hacia la puerta rota en la distancia. - No tienes nada más que hacer aquí. Giró sobre sus talones, estratégicamente dejándola sola para pensar en su propuesta. Él sonrió mientras bajaba las escaleras, convencido de que ella estaría apuntando con la punta de la nariz en poco tiempo.
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