Capítulo 1:

1713 Words
El tenue y casi moribundo rayo de sol que se filtraba a través de las cortinas color crudo del hospital, besó su rostro algo pálido, trayendola de regreso al mundo real. Danika tardó unos segundos en esclarecer su mirada, pestañeando repetidas veces para alejar la nebulosa cortina de humo que empañaba su visión. Trago saliva para humedecer su garganta arenosa, e intentó incorporarse de su posición horizontal. Al instante, un pitido comenzó a retumbar por la habitación, emitido por la máquina a su lado. Su mirada color hielo se disparó al aparato y noto por primera vez que estaba conectada por unos cables a ella. «¿Qué demonios está ocurriendo?» pensó ella, mientras intentaba liberarse del agarre de los cables. —No haga eso por favor—suplicó con temor una voz a sus espaldas. La agente giró su rostro con brusquedad, intentando hallar al portador de aquel sonido, y lo encontró. De pie en el umbral de la puerta, se encontraba una mujer de cabello castaño y ojos de novilla, vistiendo un ambo color verde pastel. Una enfermera. —¿Quien eres?—gruñó Danika, cada palabra raspando en su salida, como si llevara días sin hablar. La enfermera de ojos de novilla se aproximó unos pasos hacia ella y observó la máquina a su lado durante unos segundos antes de volver a dirigirle la palabra. Estaba claro que aquella mujer tenía miedo de la hospitalizada agente, de seguro ya conocía, al menos, una pequeña porción de su historial. La agente estaba segura de que solo era una pequeña porción de su pasado la que retumbaba en la mente de la enfermera, porque de conocer todos los horrores que había provocado a conciencia, dudaba que estuviera allí de pie, aproximándose. —Estás en un hospital y yo soy tu enfermera, llegaste aquí hace seis meses por una herida de bala—explicó la aterrada mujer que aparentaba tener su misma edad. Sin embargo todo pensamiento respecto a su presunta enfermera fue dejado de lado y olvidado, solo una palabra quedó resonando dentro suyo como un eco implacable. "Seis meses". Había estado fuera del mundo real durante seis largos meses, medio año fuera del juego. Fue entonces que destellos de un vago recuerdo azotaron su mente: el brutal sonido del disparo, la imagen de Gleen siendo herido en medio de su pecho, por encima de su chaleco anti balas, acompañado por el conocido aroma a hierro que perfumaba el río de sangre donde ella misma había caído. —¿Gleen?—logró preguntar ella con un hilo de voz, temerosa de escuchar una respuesta. Las facciones de la enfermera se contrajeron, por lo que Danika obtuvo su respuesta antes de que las palabras fluyeran de los resecos labios de ella. —Sus heridas estaban más comprometidas que las tuyas, intentamos asistirlo pero no hubo nada que hacer. Murió—explicó la mujer cuyos ojos de novilla parecían haberse llenado de lágrimas. Aquellas palabras, atravesaron a Danika, quien comenzó a pestañear reiteradas veces para apartar el escozor de sus ojos, mientras sentía como su corazón se apretaba cada vez más, como si un puño invisible se envolviera a su alrededor con fuerza. Había sido entrenada para no llorar, tampoco sentir dolor, y sin embargo ahí estaba, sintiendo como su corazón le era arrebatado de su pecho. Un instante, solo eso había hecho falta para que la vida fuera expirada del hermoso cuerpo de su amante, la única persona que la comprendía realmente y su único amigo en el mundo. Desde que comenzó a trabajar en cubierto para el gobierno, supo que la muerte podría llegar en cualquier momento o situación, y ella estaba preparada para abandonar ese mundo. Sin embargo, jamás había cruzado por su mente la mera idea de que Gleen le fuera arrebatado. ¿Cómo se suponía que debía seguir viviendo en un mundo sin él?. —Agente—llamó una voz profunda y osca desde la entrada—Me alegra saber que acaba de despertar. La mirada color hielo de ella se disparó como dardo al hombre que ingresaba a la habitación, y al reconocer a su superior, trago su dolor, irguió la columna, llevando una mano a su frente a modo de saludo respetuoso. —Teniente—respondió ella bajando el brazo. Con pasos firmes y decididos, el teniente atravesó la habitación, quedándose de pie al final de la cama, con su mirada de cuervo clavada en ella. —¿Ya está en condiciones de reincorporarse al servicio?—preguntó él sin rastro de emoción o sentido de empatía hacia ella. Una actitud habitual y propia de los agentes especiales de inteligencia. Las palabras flotaron en el aire y llenaron los oídos de la chica de mirada de hielo, clavándose en su mente. Ahí tenía la razón para seguir habitando aquel mundo colmado de dolor, pérdida y sufrimiento; tal como había ocurrido la primera vez, sería el trabajo quien la salvase de su peor enemigo, el recuerdo. —Sí señor—respondió ella de forma veloz, con el mismo tono carente de vida. Por el rabillo del ojo, vio cómo las facciones de la enfermera volvían a contraerse, como si se negara a tal orden. Pero no dependía de ella, estaba claro que aquello había sido más una orden que una pregunta, y solo un loco o suicida desobedeceria una orden de aquel hombre. Tampoco es que sintiera algún tipo de dolor o semejante en su cuerpo, después de todo el disparo había ocurrido meses atrás, para entonces, su cuerpo ya estaba en perfectas condiciones para reincorporarse a su vida cotidiana. Y aquella era su vida. El teniente asintió ante tales palabras, y sin demorar un instante, giró su rostro de piedra hacia la enfermera, quien palideció aterrada ante su mirada de cuervo. —Retírese—susurró el hombre, en un tono tan frío y cortante como el hielo. Sin atreverse a contradecir sus deseos, con pasos veloces y algo temblorosos, la mujer escapó de la habitación, con una expresión en su rostro como quien acaba de ver al mismísimo diablo. La propia Danika podría haber afirmado que el teniente era el rey del infierno, si no se hubiera topado a lo largo de su vida con varios demonios peores que él. —Tengo una nueva misión para tí—susurró el hombre, mientras se aproximaba a la puerta y la cerraba con seguro. Danika elevó el mentón de forma casi imperceptible y se preparó para conocer el infierno al que sería enviada en esta ocasión. —Deberás infiltrarte a la organización del rey de la mafia, ganarás la confianza de la familia más poderosa y peligrosa que se conoce, para finalmente destruirla desde su interior—explicó el teniente de forma resumida y con simpleza—¿Aceptas la misión?. La agente no pudo evitar soltar una sonrisa lupina ante aquellas palabras, como si uno de sus mayores sueños se hubiera hecho realidad. Por fin tendría la oportunidad de destruir aquel imperio de caos y muerte, pero por encima de todo, obtendría venganza por el asesinato de Gleen. —Acepto la misión—confirmó ella con un dulce sabor en su lengua. ~•~•~•~•~•~•~••~•~•~•~•~•~•~••~•~•~ —No puede llevar armas, a menos que ellos se las entreguen—dijo en tono monótono el hombre de mirada de cuervo—tiene prohibido el ingreso o la vinculación con cualquier centro que represente autoridad. Se le asignará una nueva identidad y no volverá a saber de nosotros hasta que la misión esté concluida. Respecto al asunto que nos concierne, usted deberá acercarse a la élite de la mafia, lo suficiente como para que su presencia no sea vista como amenaza. Sólo entonces comenzará a destruirlos, enemistandolos, generando discordias, y cuando finalmente esto pase, los conduciremos a la trampa. No solo atraparemos a el rey, también a toda su prole—explicó con algo similar al orgullo el teniente. Aquellas palabras habían sido dichas varias horas atrás en la central, luego de que le dieran el alta en el hospital. No habían demorado ni un instante antes de ponerse en marcha a trabajar. Tampoco es que Danika tuviera muchas personas de las cuales despedirse o saludar, ella estaba sola en el mundo desde hacía mucho tiempo. Ahora, de pie frente al espejo intentaba maquillarse lo mejor que podía, tratando de volver su reflejo lo más parecido a una prostituta. No sé infiltraría como tal, sin embargo, habían encontrado un punto ciego a través del hijo menor del rey. Eros. Arrogante, vanidoso y demasiado promiscuo, el hijo menor de la familia era el encargado de dirigir y controlar los burdeles, bares y discotecas que aquel imperio de la mafia mantenía bajo su control. Fuentes confiables le revelaron que aquella noche él estaría en la más lujosa de las discotecas, como celebración por el cumpleaños de su primo. Danika se deslizaría en su cama y así también a su vida, utilizando aquello como un trampolín que la catapultaría a la cima de la dinastía. Pasando una última vez el labial rojo carmín sobre sus labios bien definidos, la agente deslizó un mechón color castaño tras su oreja y se despidió del hermoso reflejo del espejo. Con pasos confiados salió del baño, luciendo un ceñido vestido dorado que se adhería a sus curvas a la perfección sin dejar lugar a la imaginación, tal como lo había previsto su equipo. Sin miedo y con un objetivo claro en mente, Danika entró en el vehículo que la esperaba fuera del motel, preparado para llevarla a su destino. No tenía pavor o pudor por lo que debería hacer, después de todo había sido entrenada para no sentir nada en absoluto. Sin embargo, echaba de menos la presencia constante de su arma junto a sus muslos, aquella falsa sensación de seguridad a la que se había aferrado durante años. Con su mirada azul hielo clavada en el frente, ella comenzó a recrear los pasos a seguir para concretar su plan. «Esta noche, Eros será mío» pensó, mientras una sensual sonrisa de medianoche emergió en sus labios.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD