Deja de pensar
— Ok, entonces ¿puede indicarme lo primero que haré?
De inmediato él le dio instrucciones, su trato varió de inmediato, frío, cortante y seco, ella agradeció aquella manera de tratarla, realmente había un cúmulo de trabajo, todo lo que su jefe indicó, le dio a entender a ella que no sabía a qué hora se levantaría de esa silla, pero se sintió bien no tener que verlo y que existiera ese panel entre los dos, había sido demasiado contundente para ella verlo allí, descubrir que él sería su jefe, más cuando esté hombre estaba desquiciado por ella.
La verdad, no sabía de dónde había sacado tanto coraje para enfrentar a éste hombre, quizás no debió aceptar quedarse, ahora se arrepentía de haber cedido, trató de sacar los pensamientos que la tenían abrumada, se puso a trabajar de inmediato para poner todo al día lo que le su jefe le había indicado, a la una de la tarde estaba lista, su estómago reclamaba alimentos.
Movió el panel, asomó su cabeza, él no estaba allí, así que decidió cerrar nuevamente y buscar en su mochila la vianda con la comida que había traído que consistía en un sándwich de carne fría con algo de salsa, estaba por empezar, cuando vio que el panel se abrió y allí estaba él con su cara de pocos amigos diciendo:
— ¡Tenemos una reunión en diez minutos, ven conmigo!
Ella cerró la vianda, colocándola nuevamente en la mochila y se levantó para seguir al hombre.
— ¡Muévete, no tengo todo el día!— Gritó
Ella apretó los labios y contuvo un suspiro, apresurando el paso. Pronto estuvieron en el estacionamiento del edificio, ella esperó a que él encendiera el auto y apenas se activó, él abrió la portezuela y se sentó, ella estiró su cuerpo indignada.
Él la observaba, detrás de sus gafas oscuras, claro que ella evitaba mirarlo a la cara, así pudo notar que no era una belleza, pero era muy hermosa, sacudió su cabeza enojado con el mismo por mirar a la muchacha, «se llamaba Catalina, se veía ahora tan diferente» pensó. Quería abrir la puerta, pero recordó que ella era su empleada entrando al auto sin más.
Ella pensó:
—«¡Ni siquiera va a abrir la puerta, el muy patán! », ella abrió y entró sin emitir una palabra.
—«Está enojada—pensó él— no me importa, solo es mi asistente »
Otra vocecita interior le dijo:
— «¡Y te gusta esa mujer!»
Él dió un golpe seco al volante del auto y Catalina pegó un brinco, sorprendida.
Evan no dijo nada, solo arrancó dejando a la muchacha con preguntas en su cabeza.
Llegaron a un restaurante exclusivo, allí aparentemente era la reunión, un mesero entregó el menú y ella lo miró confundida.
—¿Acaso no tienes hambre?— preguntó él.
— Sí, pero creí que habría una reunión acá — dijo ella.
— Y la habrá, mientras, vamos a comer — dijo Evan muy tranquilo.
— No estoy acostumbrada a estos platillos, señor…— dijo ella.
El la interrumpió para decir:
— Catalina, nos conocemos ya íntimamente, para que me llames “señor”— dijo haciendo una comilla con sus dedos — soy Evan, así quiero que me llames cuando te dirijas a mí; ¿¡está claro!?
Ella apretó sus labios en un gesto de rebeldía para decir:
— No creo que se vea bien que le llame Evan, cuando apenas estoy empezando a trabajar para usted, ¿No le parece?
Él entrecerró los ojos y respondió:
— Entonces, aceptando tu lógica, cuando estemos a solas, soy Evan y en público, señor Bragg.
Por fin pudo saber cómo se llamaba su jefe, suspiró aliviada de que él le diera la razón; entonces lo escuchó decir:
— Dices que no estás acostumbrada a estos platillos, no entiendo como comías antes con tu antiguo jefe, conmigo siempre será así, te prohíbo traer una vianda de comida a la oficina— exigió Evan.
— No tengo para pagar platillos tan caros como éstos— dijo Camila.
— Tranquila, éste correrá por mí cuenta, los demás te serán descontados de tu sueldo—informó él.
— Entonces mejor traigo mi comida —respondió ella .
Él alzó la mano en un gesto de mando para decir:
— ¡Dije que no!
Ella se sobresaltó y miró a su alrededor, tragó fuerte y no dijo más nada.
Trajeron los platillos, ella estaba hambrienta, así que disfrutó todo lo que le sirvieron con gusto, él solo la observaba disimuladamente, Camila no entendía porque la voz de éste hombre la alteraba tanto, con su antigua jefa, que era super gritona, jamás le replicó nada, y eso que el sueldo era miserable, pero con Evan, estaba siempre a la defensiva. Terminaron de comer y minutos más tarde entró un grupo de personas que indudablemente eran los asistentes a aquella reunión.
Los condujeron a un salón más amplio, dónde solo estaba el grupo de Ceos con sus asistentes. Cada uno fue exponiendo su asunto, luego al final Evan, la sorprendió pidiéndole a ella que expusiera su punto de vista, Catalina entendió que él la estaba poniendo a prueba para ver, si realmente estaba apta para él empleo.
Ella empezó a hablar de cálculos y ganancias de todo lo expuesto con maestría, dejando a todos complacidos con lo que ella había compartido.
Ella pudo notar un brillo especial en los ojos de su jefe, solo duró unos segundos, pero lo disfrutó, sabía que había pasado la prueba.
Eran las cuatro de la tarde cuando regresaron a la oficina, sin mediar palabras él se sentó detrás de su escritorio, ella abrió su panel, cerrando y volviendo a su trabajo, cuando levantó la cabeza, le dolía el cuello, vió la hora, las 8 de la noche, se levantó y estiró sus brazos al cielo, tomó su mochila y abrió, ya Evan se había ido, ni siquiera le avisó para que ella también fuera a casa.
— «¡Desgraciado mal nacido!» pensó.
Salió, todo estaba solitario, solo el guardia de seguridad la vió y dijo:
— Su primer día, como que fue agotador; hasta mañana señorita…
Ella le sonrió, respondiendo:
—Soy Catalina Craven, hasta mañana.
— Un servidor, soy Johnson.
Vió venir un taxi y lo paró,necesitaba llegar pronto, realmente el guardia tenía razón, había sido agotador, notó que las náuseas y mareos solo estaban en la mañana, así que se dijo: «seguramente lo que cenaba me está dañando el estómago, esta noche, solo comeré cereal con leche, de todas maneras, hoy he tenido un muy buen almuerzo».
Entró en su “cuchitril” así lo llamaba ella, encendió la luz, se fue directo al baño, necesitaba agua caliente para relajar los músculos de la espalda que los tenía ateridos, después se sirvió un tazón de cereales con frutas y se metió en la cama a ver televisión, era la primera vez en cinco años que no llevaba trabajo de la oficina a casa.
Suspiró y se dijo
— «Eso es por qué es el primer día, espera a que agarre confianza el tipo».
Encendió la tele, nada bueno que ver, busco un libro en una de las gavetas de su cómoda y al abrirlo, saltó un papel escrito por Peter Wilcox:
“Eres el sol que ilumina mis días tesorito”
Lo estrujó hasta hacerlo añicos, y pensó:
— ¡Cómo alguien es capaz de fingir que no tiene una esposa e hijo! ¡Qué caradura!
En la casa de Evan, éste estaba encerrado en su despacho pensando:
— «¿Ya se habrá ido? Quizás debí decirle que podía ir a su casa, no, no quiero que piense que me importa lo que le pasa, mejor así, que me vea como a un desgraciado, bueno eso es lo que soy, por no tenerla más cerca, cuánto daría por creer que realmente es una chica de oficina, pero de seguro tiene alguna cita con algún millonario»
Así se torturaba Evan con respecto a Catalina; sus pensamientos siguieron su curso:
—«¿Y si llamo para saber si se fué? ¡No! puede contestar y ¿Qué le diría?» En su mente imitó la voz de ella: « ¡No estoy acostumbrada a comer platillos como estos! Si claro, ahora no trabajas en eso, y antes »
Se levantó lleno de enojo por todo lo que pasaba por su cabeza y se dijo:
—«¡Ya Evan, deja de pensar en esa mujer!»