Me le quedé viendo a Leonardo, parpadeando como idiota porque mis ojos estaban tan cansados que apenas enfocaban. No tenía fuerzas para escucharlo, no en ese momento, ni nunca, si soy sincera. —Mañana —solté, intentando sonar firme— en la oficina, Leonardo, estoy agotada. Él dio un paso hacia mí, y se inclinó un poco, sentí mi piel se erizarse —Es urgente —susurró— necesito advertirte, lo que quiero decirte es serio, Valeria. Hay cosas que necesitas saber antes de que sea tarde. ¿Advertirme? Mi cabeza saltó directo a Lisandro. ¿Qué más podría ser? Este tipo lleva días jugando conmigo, seguro quiere llenarme la cabeza de basura sobre Lisandro, hacerme dudar más de lo que ya dudo. Abrí la boca para mandarlo a paseo, pero entonces la puerta se abrió de golpe detrás de mí. ¡Gracias al ci

