+++++++++++++++++ Salí del Penthouse de Francesco todavía con el corazón enredado y la cabeza hecha un torbellino. Juro que ni sé cómo llegué al trabajo sin atropellar a medio mundo. Iba en mi moto, con el viento golpeándome la cara, y con esa sensación rara en el pecho, como si hubiera dejado algo atrás… o como si me hubieran arrancado un pedazo de mí y lo hubiera dejado tirado en el ascensor, junto a su maldito perfume caro. —Idiota —murmuré para mí, apretando más el acelerador—. No me vas a volver loca, Francesco, te lo juro. Llegué al trabajo y estacioné mi moto como siempre, entre el carro del jefe y esa camioneta que parece abandonada desde el 2010. Me quité el casco, me solté el cabello y respiré hondo. “Modo trabajo, Isabella. Profesional. Digna. Controlada.” Sí, claro. A los

