+++++++++++++++++++++++ Me tiré a la cama como quien se rinde después de una batalla. Sí, una batalla, porque entre los gritos de mamá, la maldita llamada de Alejandra cancelando la cena, la comida deliciosa de mi hermana y las emociones que todavía me daban vueltas por dentro, sentía que había cargado un día entero sobre mis hombros. La sábana estaba fría, helada casi, pero mi piel ardía. Me quité la ropa tan rápido que apenas pensé en lo que hacía; dejé los jeans y la blusa blanca en el suelo como si no me importara nada, y me hundí desnuda bajo las cobijas. Mi hermana Viktoria me lanzó una mirada rara, de esas que mezclan reproche y cariño, y yo levanté la ceja, como diciendo: ¿qué? Estoy cansada. Ella se rió bajito, esa risita suya que siempre me da rabia porque parece que se burla,

