Facundo
—Buen día. —Escuché atrás mío.
—Buen día. —Me giré con una sonrisa, que se borró cuando vi que era Sebastián—. ¿Qué querés, pendejo? ¿No tenés que estar en el colegio ahora?
—Mis viejos me controlan menos.
—Me importa una mierda lo que hagas, pero no me hace gracia tener que verte acá, así que celebro cada vez que estás en el colegio. Decime qué querés y andate.
—¿No puedo quedarme acá?
—No.
—Dale, Facundo. Nos conocemos hace rato.
—Te dije que no. Si no vas a comprar nada, andate, que tengo cosas que hacer.
Suspiró y salió con cara de perro mojado. Qué cara de venir a romper las pelotas después de haberme dejado otra dichosa carta en mi casa. No sabía cuándo dejar de joder ese chico. Me obligué a dejar de pensar en él y en lo mucho que me molestaba que siguiera intentando acercarse a mí como si no hubiera hecho nada. La llegada de clientes me distrajo de mi cabeza, por suerte. Si seguía dándole vueltas, iba a salir a buscarlo para darle un golpe. Me ponía de mal humor ese pendejo. No podía verlo sin pensar en todo lo que le hizo pasar a Gabo y odiarlo cada vez más. Una vez que los clientes se fueron, agarré mi celular, aprovechando que mi tío no estaba, y le mandé un mensaje a Nuria contándole lo que había pasado con Sebastián, pero ni siquiera vio el mensaje, intuí que estaría trabajando. Miré para afuera, seguía un poco molesto por lo que había pasado recién. No era que Sebastián hubiera hecho algo, no había hecho nada en realidad, parecía que se había rateado del colegio y no tenía donde quedarse, pero eso no impedía que no me acordara de lo que había hecho hacía dos años. Nuria me diría que no tendría que importarme a esta altura, contrario a lo que debería pasar, en realidad seguía importándome, y molestándome, sobre todo. No sabía exactamente qué era lo que hacía que el rencor saliera de mi interior cuando lo veía. Sí, me molestaba que le hiciera la vida imposible a Gabo mientras estuvo acá, él los había perdonado como la buena persona que era. A mí me provocaba rechazo tenerlo cerca, pero sabía que no era la única razón por la que brotaba el odio de mí cuando me hablaba. Supuse que era porque no me bancaba que me insistieran tanto para hacer algo. Lo odiaba, no sabía si a él o a su insistencia. De repente, mi celular vibró en mi mano, miré la pantalla, era Gabo.
—"Decime que también estás al pedo".
—"Sí, aunque estoy de mal humor ahora".
—"¿Qué pasó?"
—"Vino Sebastián a romper las bolas. Creo que se rateó del colegio y vino a joderme".
—"¿Por qué sos tan malo con él?"
—"No sé, la verdad. Siento que hay algo de él que no me cae". —Seguí escribiendo—. "Debe ser porque me insiste mucho con que vaya a su dichoso cumpleaños. Volvió a dejarme una carta hoy".
—"¿No será que le gustás?"
—"¿Gustarle al homófobo ese? Gabo, ¿lo decís en serio?"
—"No sé, hablamos de eso con Manu y mi cuñada, nos tiró que capaz hizo lo que hizo porque no sabía cómo decir que es gay".
—"¿Te parece?"
—"Acordate que yo no le pegaba a nadie, pero me castigaba igual por eso".
—"Sos demasiado bueno para pensar así de él, pero yo sigo pensando que es un pelotudo".
—"Dale una oportunidad, Facu, por ahí necesita un buen amigo al lado suyo como el que tuve yo".
Sonreí por unos instantes, me había dicho tantas veces eso, que había sido su apoyo hasta el día que se fue. Sabía que había sido un apoyo para él en este barrio de mierda, pero no pensaba que pudiera hacer lo mismo por Sebastián, ni siquiera pensaba que podía ser gay, lo más probable que su insistencia era por querer hacerme algo con los igual de pelotudos de sus amigos. Miré para afuera, lo vi como si pudiera reconocerlo en cualquier lado, estaba sentado en la vereda con el celular en la mano. Por un segundo, no sentí el odio de siempre hacia él, las palabras de mi amigo resonaron en mi interior haciendo que lo viera como alguien miserable en este lugar. Pero de nuevo todo el rencor volvió a mí, aparté la mirada de él y seguí con mi trabajo. Que fuera o no gay, daba igual, había hecho miserable a mi mejor amigo por ser quien era, no iba a dar el brazo a torcer con él, no tenía ganas de tener mayor comunicación del que ya tenía cuando venía comprar. Me puse a reponer los productos que faltaban en lo que venía gente, necesitaba matar el tiempo de alguna manera. Le di un par de vueltas a lo que mi amigo había dicho, pero después de un rato me distraje con la música que había puesto. A veces agradecía que mi concentración fuera tan baja, al menos así podía pensar poco en las cosas, sobre todo cuando había algo que me molestaba.
***
Cuando llegué a mi casa, mi mamá estaba sentada en la mesa del comedor mirando su programa, creía que era una novela de esas que le gustaban a ella, con mucho drama y gritos de mujeres reclamando cosas a los coprotagonistas hombres. Me metí a mi cuarto, saqué unas cuantas prendas y volví a salir en dirección al baño para meterme a bañar. Me duché lo más rápido que pude para volver a mi cuarto sin ganas de hacer mucho. Me senté en la cama con el celular en la mano, tenía un mensaje de María, abrí w******p y después su chat. Me invitaba a pasar la noche en su casa. Sabía lo poco me gustaba quedarme en mi casa, siempre que ella y Laura no trabajaban al otro día, me invitaban a quedarme con ellas. Preparé una mochila con lo necesario y salí de nuevo colgándomela en el hombro. Escuché a mi mamá decir algo, pero, la verdad, no le presté atención, solamente salí de mi casa sin ni siquiera mirarla. Guardé las llaves en mi bolsillo cuando salí por el portón principal. Caminé lo más rápido que pude hasta la casa de la polaca para evitar el frío que hacía. Cuando llegué, golpeé las palmas afuera de la reja, no pasó mucho para que Laura saliera a abrirme.
—¿Cómo andás? —Le di un beso como saludo—. Gracias por invitarme.
—Sabés que nos gusta tenerte acá.
Me invitó a pasar y me llevó al sillón, María estaba ahí sentada, con una frazada sobre las piernas y una taza en las manos. Ni bien me vio, soltó todo y se levantó para saludarme. Seguía pensando que era la chica más linda de todo el barrio, creo que le tenía un poco de envidia a Laura por lograr conquistarla, pero tenía que reconocer que se veían lindas juntas.
—¿Tenés frío, Facu?
—¿Me lo preguntás en serio? Está a punto de llover pingüinos.
La polaca soló una risita antes de ir a la cocina, Laura me pidió la mochila para llevarla al cuarto. Me saqué la campera y la tiré del lado del sillón en el que me iba a sentar. Hacía dos años que me quedaba acá, casi era como mi propia casa a estas alturas. María me dio una taza de café y volvió a acomodarse en el sillón con la frazada.
—Me contó Gabi que Sebastián te manda cartas.
—Ni un secreto me deja tener ese chico. —Ella se rio de nuevo—. Sí, el pibe ese es más pesado que yo cuando me gustabas.
—Vos no eras pesado. De hecho, fue muy lindo de tu parte dejar de lado lo que sentías para ayudar a Gabi.
—No abandonaría a mi mejor amigo.
—¿Ves?
Laura se acomodó al lado de ella dejándola en medio de los dos. Tomé un sorbo de café en el silencio que se había formado. Laura le puso play a la película que estaban mirando antes que llegara. Miré la taza con el líquido humeante, me alegraba que me recibieran así. Las miré, María estaba recostada contra su novia, que la abrazaba. Volví a bajar la mirada a la taza, por un segundo me sentí solo, mis amigos estaban en pareja, yo era el único que todavía no había encontrado a nadie. Tomé otro sorbo intentando tragarme esa sensación de mierda que tenía de repente. Sabía que no estaba solo, tenía a Nuria, a María, a Laura y Gabo, mi mejor amigo, el que no me dejaba nunca, a pesar de estar lejos. Y todavía sabiendo eso, la sensación de soledad seguía ahí. Por ahí quería lo que ellos tenían más de la cuenta, más de lo que me gustaría admitir estando sobrio. Sentí de repente una mano pasar por mi nuca en una caricia suave, desvié la mirada, era María.
—¿Qué pasa? La mayoría de veces no te podés quedar callado.
—Estoy haciendo un esfuerzo sobre humano para no cagarles la película, polaca.
Soltó una risita que se apagó rápidamente.
—En serio, ¿qué te pasa?
Negué con la cabeza con todo mi poder de convencimiento. No quería hablar de esto ahora.
—¿Todo bien con tu mamá?
—Sí, ni nos hablamos, ya sabés. Desde que supo que mi amigo, el "desviado", pervirtió al cura del barrio, las cosas fueron a peor.
—¿Y con eso de tu hermana?
—Ni la podés mencionar, se pone como loca diciendo que solamente tiene un hijo. No sé cómo alguien puede ser así con sus hijos.
—Ya sabés cómo son las cosas en este barrio. —Se puso a jugar con un mechón de mi pelo—. Che, ¿Cuándo nos vas a presentar una novia? Pero una que dure más de una semana.
—Es muy insensible de tu parte, polaca, no todos somos lindos y conseguimos pareja sin siquiera intentarlo.
—Por ahí no estás buscando bien.
—¿Y dónde tengo que buscar?
—Quiero decir que, capaz, no tenés que buscar a una chica.
—No gracias, polaca, no tengo interés en hombres.
—Yo no diría eso con tanta seguridad —dijo Laura.
—¿Se creen que se pega o qué?
—Creemos que por ahí por eso no durás con ninguna chica.
Las dos se me quedaron mirando como esperando una respuesta, pero no me salió ninguna, era como si mi cerebro se hubiera roto con aquella afirmación de las chicas. Lo único que me salió hacer fue sonreírles con la cara de imbécil que tenía siempre. Tenía que decir que tenían razón, no sabía por qué, pero mis relaciones duraban poco. Cada vez que empezaba a salir con una chica, las cosas en algún punto cambiaban, ya no quería estar con ellas, como si las repudiara de un día para el otro. Nunca me había planteado mi sexualidad, no hasta esta charla. Siempre pensé que las cosas con las chicas eran porque no servía para estar en una pareja estable más de dos días. Miré la película sin prestarle demasiada atención, no como lo hacían ellas. Para mí solamente era una sucesión de movimientos sin sentido. Tomé lo que me quedaba de café meditando cuidadosamente sus palabras.