Sebastián —Mirá por donde vas, boludo. Levanté la mirada, era Facundo, me lo topé cuando doblé la esquina. Él me miró con una expresión que no supe identificar al principio, después frunció el ceño como hacía siempre que me veía. —Perdón, no te vi. —Además de boludo, sos ciego también. Correte, nene. Me empujó para pasar, no supe cómo saqué la valentía para agarrarlo del brazo y dejarle en la mano la carta nueva que había escrito. Facundo me miró, pensé que me iba a pegar cuando apretó el puño arrugando el sobre y la carta con él, pero, en vez de darme una trompada, se soltó para irse. Solté el aire en algo que no sabía si definir como un bufido o un suspiro, pero sirvió para que soltara el nerviosismo que tenía en el cuerpo. Miré a mi alrededor, no había nadie, esperaba que no hubier

