Facundo No sabía por qué me había puesto a vigilar a Sebas, ni por qué decidí que era buena idea intervenir cuando el chico se le acercó, ni por qué lo agarré de la cintura y mucho menos por qué la mejor mentira que se me ocurrió fue decir que era mi novio. Pero ya había pasado y, por alguna razón que no era capaz de procesar, seguía sosteniéndolo de la cintura con fuerza. Él tampoco se movía de su lugar. —No se te puede dejar solito. Solté un suspiro para descargar la tensión que me di cuenta que tenía. Me separé lentamente de él, miré el trago que estaba en la barra sintiendo, ahora, su mirada sobre mí. Seguramente entendía menos que yo toda la secuencia que acababa de pasar, más que nada por mis acciones. —¿Es tuyo? Agarré el vaso mirándolo de nuevo, él solamente asintió. Me tomé l

