Extra 1 - “Viernes de retorno”

2140 Words
POV: Chelsea. Una semana después del reencuentro. California. Es donde ahora estamos. En una isla privada alejada de todo, pero casi que a la vista, para el que quiera mirar más de cerca. El tiempo que pasé aquí antes de que Demian regresara, ni siquiera quise preguntar dónde estábamos. No era relevante, más allá de que supuestamente estábamos seguros. Sin embargo, todo ha cambiado. Esa seguridad jamás será completa y menos, con la advertencia que recibió Demian antes de volver conmigo. Vlasov sabe que no está muerto, que todo fue un circo. Y mi hermano, Alexei Solovev, está pagando caro su traición. O al menos eso es lo que creemos, después de ver su tortura de manos del ruso de mierda. De nada sirve esconderse, huir, si de todas maneras, hay pocas cosas que se pueden escapar de su control. Ivan Vlasov es una sombra, un viejo maldecido y bendecido a partes iguales. Si corremos, por más lejos que creamos que estamos, todo será un espejismo. Yo no quiero correr. Demian tampoco. Hemos estado haciéndolo siempre. Queremos paz. Las Vegas ya no es nuestra, que se maten entre ellos. Yo tengo a mi rey. Y sigo siendo su reina. —¡Mamá, mamá! —La vocecita de Abril me hace reaccionar y dejo de mirar por el amplio ventanal el mar azul turquesa que nos da los buenos días cada mañana. Me giro a tiempo de verla correr en mi dirección, con su bata de dormir y su nuevo unicornio gigante a rastras. Una sonrisa se forma en mis labios al verla. Sus rizos dorados flotan alrededor de su rostro, dándole un brillo más impactante a esos ojazos azules que tiene. Me agacho cuando ella está por llegar a mi lado e impacta contra mí con tanta fuerza, que casi nos caemos juntas. —Buenos días, pequeñaja. ¿No es muy temprano para ti? Sus manitas regordetas se abrazan a mi cuello, mientras deja besos por todo mi rostro y me aprieta con toda su fuerza. —Papi me dijo que debía darte muchos besos. Levanto la mirada al sentir sus ojos sobre mí y ahí está él, apoyado contra la pared, con su imponente y ancho cuerpo cubriendo la mitad del espacio y mirándome como solo él sabe hacerlo. Una semana ha pasado. Solo una. Todavía es normal que yo lo mire y sienta que estoy en un sueño. Que puede ser solo producto de mi imaginación, de mi cabeza negándose a aceptar lo que sucedió. Pero cuando él me sonríe y me guiña un ojo perezoso, vuelvo a la realidad. Sobre todo, al escuchar su voz. Esa que me dice que sabe lo que estoy pensando y cada vez, se ocupa de hacerme entender. —Estoy aquí, darling. Su voz grave, su boca deliciosa moviéndose con soltura. En mis sueños Demian no hablaba, es suficiente para mí escucharlo ahora. Abril, por su parte, cree que es con ella. No entiende lo que pasamos, la guerra que juntas ganamos. Una guerra en la que ella fue soldado y no lo sabe. Abril, como yo, no perdió nunca la fe de que su padre regresaría. Y a ella me aferré cuando la mía flaqueó. —Papá, ¿puedo decirle a mamá? —pregunta mi pequeña, soltándome y volteando a ver a Demian. Enarco una ceja, porque estos dos juntos no se sabe lo que pueden provocar. Hay pocas cosas que Demian le niega a Abril, gracias a Dios no es una niña caprichosa. Sin embargo, cuando estas cosas suceden, tiemblo, no sé lo que pueda esperar de ellos dos. —Ahora mamá tiene curiosidad, así que deben decirme —murmuro, separándome un poco de Abril para verla a los ojos. Su sonrisa es tierna, hermosa. Asiente muchas veces con la cabeza y mira a su papá. Sigo su mirada y Demian suelta una carcajada que me estremece, que me calienta el cuerpo. No es algo s****l, aunque en ese sentido puede hacer cualquier cosa y de todas maneras recibiría todo de mí, pero es más que eso. Después de todo un mes pensando lo peor, tenerlo conmigo, mirar sus ojos, disfrutar su sonrisa, escuchar su grave voz, me hace consciente de lo aferrada que estuve a la vida solo por Abril y por la esperanza de que él volvería conmigo. —Dile, pequeña —murmura, se impulsa de la pared para incorporarse y venir en nuestra dirección. Abril se revuelve en mis brazos y vuelve a ponerse frente a mí. —Papá me va a llevar a un parque grande, muy grande, por mi cumpleaños —declara, emocionada. Y aunque yo sonrío al escucharla, el miedo regresa a mí y hiela mis huesos. No puedo quitarle la emoción, así que solo asiento muchas veces y le digo lo entusiasmada que estamos por esta noticia. —Iremos todos, ¿verdad, mami Chelsea? —pregunta Abril y yo me tenso, pero no le niego nada. Le doy un beso en la mejilla, le sonrío y le pido que vaya con tía Carol para que le cuente los nuevos planes de su cumple. Abril sale saltando y chillando unos segundos después, contenta con decirle sobre su regalo a todo el que pueda. En cuanto nos quedamos solos, me levanto del todo. Demian se mantiene a solo dos pasos de distancia de mí. Nos miramos frente a frente. Yo necesito rodear mi cintura con mis brazos, siento frío y no es algo físico. Es interior. —Chels… —su tono es complaciente, en medio de su llamado de atención. —Es un riesgo —digo, porque eso es lo que más temo. Los riesgos. Me quedó demasiado miedo por dentro. ¿Alguien puede culparme de eso después de todo un mes creyendo lo peor? Esto nunca se lo dije a Demian, después que nos reencontramos, pero yo no dejaba de pensar en solo una cosa cuando de mis ojos no dejaban de salir lágrimas. Yo solo quería que los años pasaran, que Dios me diera la fortaleza para sobrevivir tanto tiempo, hasta que Abril estuviera encaminada. Solo entonces, nos volveríamos a encontrar. ¿Es justo decirle eso ahora?, ¿que la esperanza y el desaliento jugaban cada día con mi cabeza? —No, no lo es —asegura e interrumpe mis crueles pensamientos. Cierro los ojos cuando me arden, por aguantar las lágrimas. Tomo una profunda inhalación y suelto el aliento lo más lento que puedo para poder controlar lo afectado de mi cuerpo, mis emociones. Al instante, siento su calor. Él me rodea con sus fuertes brazos, me pega a su pecho y trato de concentrarme en los latidos de su corazón. Me aferro a él con mis dedos temblorosos. Todavía persiste ese temblor, aunque cada día despierte a su lado. Aunque cada mañana mi primer impulso sea tocar su lado de la cama antes de abrir los ojos, solo para verificar que allí está. Hasta entonces, mi corazón palpita tan fuerte y errático que lo siento en mi garganta, ahogándome. —¿Crees que después de todo, las pondría en peligro? —su pregunta me duele, odio que crea que dudo de él. Sé que no nos pondría en riesgo, estuvo todo un mes lejos de nosotras para que nos mantuviéramos a salvo. Eso fue más que una prueba para mí. —No, no es eso…es que…¿y si es demasiado rápido para mostrarnos al mundo una vez más? «Solo ha pasado una semana», quiero gritarle, para que él entienda mis recelos, pero me contengo. —Tú misma me dijiste que no querías esconderte —me recuerda. Y sí, no quiero esconderme, entiendo que eso es perder el tiempo. Pero no puedo dejar de pensar en que nos estamos exponiendo como si no nos importaran los riesgos. —Y no quiero, pero Abril es diferente. Ella ya vivió en carne propia esta guerra, no debería lidiar con algún otro trauma. Demian pone un dedo en mi barbilla y levanta mi cabeza. Sus ojos están brillantes, me ofrecen paz, tranquilidad. Y un amor inmenso. Se queda mirándome tanto tiempo que yo me pierdo en él. Regulo mi respiración, hasta que se acompasa con la suya. Solo Demian es capaz de calmarme de esta forma. La conexión entre nosotros es tan profunda, tan real y magnífica, que de solo pensar en no tenerla en mi vida de forma permanente me duele el pecho como si me estuviera dando un maldito infarto. —No sucederá nada —promete, con su voz baja y susurrante. Su rostro está sereno. Impasible. Mi rey logra mantener la calma aunque a estas alturas no podemos ser capaces de asegurar nada. ¿Cómo puede creer que Ivan Vlasov no actuará contra nosotros? Ya usó a Abril una vez, lo hará de nuevo si tiene la oportunidad, si se la ponemos en bandeja de plata. Y todo está demasiado reciente, lo que sucedió en Las Vegas, nuestro reencuentro. Mis temores siguen igual de fuertes. Él lo sabe. —¿Cómo estás tan seguro? —pregunto, con la voz rota. Su mano en mi barbilla se mueve hasta mi nuca, rodea mi cabeza desde atrás. Acaricia con suavidad con sus pulgares en mi mejilla. Baja su cabeza hasta que su boca está muy cerca de la mía. —Confía en mí, darling. Y me besa. Deshace esa absurda distancia que nos separaba y su aliento tibio se combina con el mío. El sabor a menta al instante llena mi boca, su lengua se abre paso, firme y deliciosa, traviesa como él mismo. Su mano detrás de mi cabeza me empuja contra él, mis ojos están cerrados y a pesar de eso, me siento mareada cuando separa nuestras bocas con un rápido movimiento que no me espero. Me quedo aturdida, sin aliento. Y cuando abro los ojos, los suyos están muy cerca, así como sus labios extendidos en una sonrisa maravillosa, perversa. —¿Lo harás? Su pregunta me deja en blanco, ya ni recuerdo qué se supone que debo responder. Pestañeo varias veces para alejar la bruma en mis ojos y lo veo sonreír con más fuerza. —¿Chels? Asiento. Aunque no sé a qué asiento. Su risa se extiende un poco más. —No va a suceder nada, podremos darle a Abril un poco de libertad, un poco de diversión. Siempre ha estado encerrada y merece vivir lo que los niños de su edad. Hago un puchero cuando recuerdo qué fue lo último que me dijo y que olvidé cuando me besó. —¿Por qué eres así? Siempre te sales con la tuya —murmuro, intento cruzarme de brazos, pero Demian no me deja completar la imagen de indignación por usarme así. —No pongas la boca así, darling —dice de repente, desviando todo el tema a uno que a él le conviene, presiona su pulgar en mis labios. Su mirada cambia por completo, ahora es más ardiente y yo, por supuesto, reacciono a él—. No es solo Abril la que merece su viaje de diversión, así que no me hagas pensar en extenderlo, solo para desquitarme de las veces que haces esta cosita tierna y deliciosa. Pellizca mi labio y el ardor momentáneo me estremece hasta la punta del dedo del pie. —Ah, ¿sí? —pregunto, porque la curiosidad desplaza a la preocupación. Asiente y baja su boca una vez más. Deja un beso corto, suave, lento, torturador. Mis brazos al instante viajan a su cuello, lo rodeo y me aferro a él. —¿Quieres detalles? —pregunta contra mi boca. Un escalofrío me recorre la espalda. Alzo la mirada y conecto con sus ojos. —Por supuesto que quiero detalles, amo… —susurro la palabra que le gusta, esa que hemos evitado esta última semana. Decirle así es como abrir una Caja de Pandora. Inevitable. Enfermizo. Perverso. —Estaba pensando en cobrarte lo que me debes, Chelsea Tremblay. Nunca necesité recordarte la palabra de seguridad, pero puede que ahora que volvemos al ruedo, sea necesario. Enarco una ceja. Aprieto mis muslos que ya comienzan a temblar de gusto y apenas me toca el jodido cabello. —¿Tan así? —replico. Pensar en los viernes que aún nos debemos logra relajarme y activarme a la vez. —Sí, y más que eso —asegura y muerdo mi labio. Me gusta cómo suena eso—. ¿Mantendrías tu palabra de seguridad? No necesito pensarlo, niego con la cabeza. Le sonrío y esa parte mía que solo sale a relucir cuando estoy con él, cuando regreso a su mundo oscuro, me absorbe. —¿Entonces? Me encojo de hombros. Con indiferencia. Con seguridad. —Ya no quiero ser una rosa, mi amo. Ahora quiero solo sentir las espinas. En este punto estoy más que preparada para subir de nivel.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD