—¿Segura que no pasa nada? —vuelve a indagar, haciéndole señas al primer taxista libre que transita por la avenida—. Te quedaste tan pálida de un momento a otro, que me preocupa. Con la mirada perdida en la acera de enfrente, solamente me limito a contestarle con un apenas audible "sí, no pasa nada". Sé que a Bruna no se le escapa ningún detalle; que justamente ahora, que mis ojos se centran en ella y su forma lenta de subir al automóvil, está fingiendo alegría y esa seguridad que arrasa con lo que tenga delante. Estoy plenamente convencida de que espera a llegar a la casa, para empezar con sus preguntas. —Señor —dice, cuándo me acomodo a su lado, abrocho el cinturón, y le coloco el seguro a la portezuela trasera—, Via del Corso; entre Borgognona y Frattina. Puede tomar la principal

