CAPITULO 11

582 Words
El beso terminó, pero la intensidad permaneció en el aire. Azrael se separó de mí, solo lo suficiente para mirarme a los ojos, una sonrisa peligrosa jugando en sus labios. Sus ojos, antes de un marrón profundo, brillaban con un matiz carmesí, un reflejo del abismo que había mencionado. La revelación no me sorprendió; en el fondo, siempre lo supe. Su poder, su aura, su dominio… nada de eso era humano. —Has sentido mi verdadera naturaleza —murmuró, su voz se había vuelto más grave, con un sutil eco. —Y no has huido. Eso me dice que no eres la simple ángel que tus hermanos creen que eres. Eres una Zahria que ha tocado la oscuridad. Mis manos aún se aferraban a su camisa, mi cuerpo temblaba, no de miedo, sino de una nueva y extraña emoción. Una combinación de pavor y una excitación prohibida. —Tú me arrastraste a ella —susurré, mi voz apenas audible. —Me hiciste ver lo que realmente soy. Él sonrió, un destello de colmillos afilados. Era un depredador, y yo, su presa dispuesta. —Te mostré lo que ya estaba ahí. La ambición, el deseo de poder. No eres pura, Zahria. Tus manos, tan blancas y puras, han anhelado el control. Y ahora, lo tienes. Me tomó de la mano y me guió más adentro de la biblioteca. La chimenea crepitaba, proyectando sombras danzantes que parecían cobrar vida propia. Llegamos al centro de la sala, donde el enorme globo terráqueo giraba lentamente. Azrael lo detuvo con un dedo. —Este mundo —dijo, su voz llena de un poder ancestral— es un tablero de ajedrez. Y tú y yo somos los jugadores. No los peones que pensaban que éramos. Me acercó a él, su mano en mi espalda baja, su aliento en mi oreja. —Los ángeles creen que la pureza es su mayor fortaleza, pero es su mayor debilidad. Se aferran a la luz, negando la sombra que hay dentro de cada uno de ellos. Pero la oscuridad es la verdad, Zahria. La oscuridad es la que moldea el mundo. Mi mente corría a mil por hora, tratando de procesar todo. El hombre que amaba no era un hombre; era un demonio, un príncipe del infierno, y yo, un ángel caído, una criatura de la que mi propio pueblo se avergonzaría. Pero la verdad era que nunca me había sentido más yo misma que en ese momento, junto a él. —¿Y qué hay de mí? —pregunté, mi voz temblorosa. —Mis poderes… mi naturaleza. Azrael me miró a los ojos, su mirada perforando mi alma. —Tu poder es la luz. Mi poder es la oscuridad. Juntos, creamos algo nuevo. Un eclipse. Ni ángel ni demonio. Algo más. Algo… peligroso. Sus palabras encendieron algo en mi interior. Una chispa. Un conocimiento que me hizo temblar. El poder que había anhelado toda mi vida, el poder que me había costado todo, estaba ante mí. Solo tenía que estirar la mano y tomarlo. Pero implicaba renunciar a todo lo que había conocido, a toda la moralidad que me habían inculcado. —¿Y qué pasa si me niego? —dije, mi voz más fuerte de lo que esperaba. Azrael soltó una risa gutural, un sonido que me hizo vibrar hasta los huesos. —No te vas a negar, Zahria. No puedes. Ya has probado la fruta prohibida. Y te aseguro que es la cosa más dulce que jamás has probado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD