CAPITULO16

618 Words
La tableta quemaba en mis manos. No por el calor de la pantalla, sino por la frialdad de los datos. En el centro de la red de intrigas y cifras, se dibujaba el rostro de un hombre: Víctor, el traidor que Azrael sospechaba había estado trabajando con Elías. Todo lo que había sido mi vida—la mentira de mi hermano, su caída, mi propia culpa—convergía en ese mapa digital. Yo no era una víctima colateral; era la clave de la venganza. Azrael no me presionó. Solo se sentó en el borde del escritorio, observándome con la paciencia helada de un dios. Su silencio era un abismo, y yo sabía que mi respuesta debía ser perfecta, libre de cualquier rastro de la moralidad que había intentado sostener. Me obligué a mirar el perfil de Víctor, no como una estudiante de medicina, sino como la mujer que había aprendido de su hermano que la debilidad es una sentencia de muerte. "No es el dinero," dije, mi voz sonó extrañamente firme, ajena a la temblorosa chica que fui. "Su principal debilidad no es la codicia. Es la familia." Señalé un pequeño detalle en el informe. "Ha movido sus activos para asegurar la vida de su hermana en el extranjero. Un hombre que se preocupa por la protección de un solo ser querido es un hombre que puede ser roto. Él se rendirá para salvarla." Azrael no sonrió. Su expresión se relajó, lo cual, para él, era un signo de profunda satisfacción. Se inclinó, su aliento rozó mi oído, y el escalofrío que sentí fue una mezcla aterradora de miedo y triunfo. "Elías te enseñó a ver la traición en la luz," susurró, la voz llena de una verdad que me hizo temblar. "Yo te enseñaré a usarla en la oscuridad. Eres mejor de lo que imaginé, Zahria. Has visto a través del sistema de defensa de un hombre en un segundo." Me tomó la mano, y esta vez, el toque fue diferente. Ya no era un reclamo; era una aceptación. "Ahora, mi reina, la hora del café ha terminado. El juego ha comenzado, y vamos a salir a jugar." El pánico intentó ahogarme, pero Azrael no me dio tiempo. Se puso de pie con una eficiencia devastadora y me dio su primera orden real. "El Hombre de la Sombra te esperará. Necesitas un cambio de ropa. Algo que muestre lo que eres ahora. No una víctima. Mi igual." Salí del estudio, mi mente giraba. En mi habitación me esperaba un traje que jamás habría elegido: un pantalón de cuero oscuro y una chaqueta de seda negra, tan elegante como peligrosa. Al ponérmelo, sentí una transformación. Me acerqué al espejo y vi una figura afilada, sin rastro de la chica que se escondía en los callejones. Cuando regresé a la sala, Azrael me esperaba. Vestía un traje impecable, oscuro como la noche, y sostenía un arma que no me atreví a mirar. Me miró de arriba abajo, y en sus ojos vi una flama de orgullo. "Perfecta," sentenció. Extendió la mano, y yo, sin dudarlo, la tomé. No había vuelta atrás. No éramos un héroe y su damisela, ni un captor y su víctima. Éramos dos monstruos, unidos por un propósito oscuro, listos para salir a la noche. Cruzamos la puerta principal y salimos a la ciudad, la misma ciudad que había sido mi prisión, pero que ahora se sentía como nuestro campo de batalla. El frío de la noche no era rival para el fuego que ardía en mi interior. Ya no era la chica del callejón. Era la reina de la oscuridad, y mi primer acto fue entregar a un hombre a mi monstruo.
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