VENDIDA Y TRAFICADA

Michell nació en un pueblo donde las oportunidades eran casi nulas, las condiciones de vida de su familia eran aún peores. Su padre alcohólico los maltrataba a ella y a su hermano mayor, su madre habia muerto por una enfermedad años atrás y desde entonces las condiciones de vida eran cada vez mas difíciles. Ella trabajaba en una pequeña tienda de zapatos pero lo que ganaba apenas alcanzaba para comer, por otra parte, su hermano estaba metido en cosas raras; no sabía exactamente en qué pero de pronto comenzó a aparecer con grandes cantidades de dinero que sólo se gastaba en él mismo. A pesar de que le había preguntado a qué se estaba dedicando, éste solo la había tratado de entrometida. Ya no era el chico inocente que solía ser y un buen día tan solo tomó sus cosas y desapareció. Era el día de su cumpleaños número 19 y Michell se encontraba trabajando, era un día más para ella. Roy, el dueño de la tienda era un hombre mayor y de apariencia descuidada que la pretendía porque quería llevársela a la cama, ese día apareció con un pastel decorado para ella. -Michell, feliz cumpleaños preciosa. -Gracias Sr. Roy, no debió molestarse.- ella lo recibió sin un ápice de emoción. -No es molestia, por tí bajaría la luna si me lo pidieras. -Por favor no comience con lo mismo. - si no fuera porque necesito el trabajo lo habría mandado al diablo. Pensó Michell. -Es que quiero que me hagas caso, yo podría darte todo lo que necesitas, te trataría como una reina si tan solo me dejaras tenerte.- los ojos de lujuria con los que aquel hombre la veía le producían asco. -Ya es suficiente. Tenga algo de respeto hacia su esposa y hacia mí. El hombre lo dejaría asi, por ahora. Pero estaba decidido a convencerla de ser su amante. Michell era hermosa, su piel blanca hacía resaltar sus ojos avellanas y su cabello largo y n***o hasta la cintura en suaves ondas. Ella era una mujer no muy alta pero con buenas curvas, sabía que era atractiva a la vista de los hombres, sin embargo, nunca había salido con nadie. Era fiel creyente del amor y de que algún día llegaría ese hombre maravilloso al cual se entregaría por completo. Aún creía en los cuentos de hadas. Esa noche al salir de trabajar, Michell se encontró con su amiga Ángela en un pequeño café. -Te traje este pequeño regalo. Feliz cumpleaños Mich.- la abraza Ángela con mucho cariño. -Gracias, lo aprecio mucho. -¿Cómo has estado? - Ángela sabia muy bien sobre los dilemas familiares de Michell -Todo igual, desde que Rob se fué papá solo me tiene a mí para descargar su ira. Bebe cada vez mas y temo que un día amanezca muerto. -¿Has pensado en lo que te dije sobre irnos a la ciudad?- Ángela le habia dicho a Michell que se fueran juntas a la ciudad, donde hay mas oportunidades, podrían estudiar y trabajar. Alquilar un departamento juntas, ambas podrían apoyarse y salir adelante. -Si, y creo que es hora de buscar un futuro mejor. Aquí solo he tenido una vida llena de carencias. -Entonces hagamoslo - dice Ángela llena de emoción - Tenemos que reunir buen dinero este mes para irnos lo mas cómodas posible. -Así lo haremos. Yo tengo algunos ahorros, estoy segura de que nos irá bien. Después de un rato mas de conversación Michell se va a su casa, afortunadamente su padre no está así que se encierra en su habitación; luego de darse un baño y ponerse ropa cómoda se acuesta, sueña con un brillante futuro. . . . Un mes después durante una mañana, su hermano regresa a casa acompañado de una mujer muy atractiva y exuberante. Se le nota que le está yendo bien. -Hermana, ¿cómo has estado? - dice rob con falsa amabilidad. -Bien - responde Michell sin más. ¿A qué volviste? -Solo estaré un par de días por negocios. No habría venido de no ser necesario. -Rob, tu hermana es muy hermosa - dice la desconocida rubia que acompaña a Rob.- un gusto, soy Daniela. - se presenta extendiendole la mano. -Gracias, yo soy Michell. -¿A qué te dedicas muñeca? - esa mujer estaba siendo muy amable pensaba Ángela. Ni siquiera su hermano se interesaba tanto. -Trabaja vendiendo zapatos, cree que así saldrá adelante - interviene Rob -Es una pena, podrías ser modelo y ganar mucho dinero. - Daniela sonríe como cordero -No lo creo, de todas formas pronto me iré de este pueblo y conseguiré un mejor trabajo. - sonríe Michell de vuelta con entusiasmo. -Eres una tonta, la ciudad te comerá viva. - Le dice Rob con burla. -No seas malo cielo, ¿no crees que podríamos ayudarla? -¿Ayudarme? - interrumpe Michell - ¿como podrían? Daniela se acerca a ella y le da la vuelta observandola completamente. - Eres preciosa y tienes un cuerpo increíble. Verás, tengo unos amigos dueños de una agencia de modelos que necesitan niñas para que trabajen en el extranjero, si quisieras podría ayudarte a entrar. El pago es increíble, más de lo que has visto en toda tu vida. -Lo siento pero no tengo pasaporte y no quisiera irme al extranjero. -Te dije que es una tonta - le dice Rob a Daniela riéndose. -Piénsalo, sé que no eres tonta y quieres ganar dinero. Esta oportunidad te ofrece salir de esta miseria solo por ser bonita. Nos iremos en 2 dias, espero tener noticias tuyas.- Le extiende a Michell una tarjeta con su número telefónico. -Gracias, aunque no creo cambiar de opinión. - dice Michell convencida. -Estaremos en el hotel del pueblo, no pienso quedarme en esta casucha. Solo vine a ver si el borracho seguía vivo. - dice Rob con desprecio refiriendose a su padre y luego sale de la casa tomando a Daniela de la mano. Michell sabe que ella nunca le ha importado a nadie, así que el comportamiento de su hermano ya no le afecta. El es otra persona, la dureza con la que fue criado lo cambió. Su padre sale de una pequeña habitación aun tambaleandose de lo borracho. -Hey mocosa estúpida dame dinero. -No tengo mas dinero, me darán mi pago el fin de semana. -Eres una inútil, tienes que traerme dinero, pídele un adelanto a tu jefe. -Lo haré. Pero ahora me voy a trabajar. - responde Michell y se va corriendo antes de que su padre se ponga violento. Su día en el trabajo trascurre con normalidad, hay pocas ventas así que no hay mucho que hacer, las horas pasan y pronto será hora de salir. Decide enviarle un mensaje a Ángela para que se vean, no quiere llegar temprano a casa por miedo de encontrarse con el ebrio de su padre. Michell cierra la tienda pero no completamente porque su jefe aun no sale de su pequeña oficina. Ella va al baño antes de irse pero justo antes de salir escucha afuera una voz conocida. -Michell maldita mocosa, sal de donde estás. - era su padre pero ¿que hace allí? -Michell vine por mi dinero, tendré que entrar a buscarlo - dice el hombre arrastrando las palabras. -¡Carajo! - susurra Michell aun en el baño. Ella se dispone a salir antes de que su jefe escuche el alboroto pero es tarde. Lo escucha hablar. -¿Quien es usted? - pregunta el sr. Roy -Soy el papá de Michell, dígale que venga. Necesito dinero. -Oh ella ya se fue. Es un poco tarde. ¿Dice que es usted su padre? -Sí, desafortunadamente lo soy. Esa mocosa es una malcriada. - el hombre borracho da unos pasos para irse. -Espere - lo detiene Roy - Quisiera proponerle algo. -¿Se trata de dinero? - pregunta el ebrio -Le daré diez mil si me deja llevarme a Michell de viaje, su hija me interesa como mujer. Michell, quien estaba escuchando todo desde el baño se queda perpleja. Jamás pensó que ese hombre fuera capaz de hacer una cosa asi. Era un verdadero cerdo. -Ese es un excelente trato, llevese a la mocosa. Es suya. - a Michell se le encogió el corazón al darse cuenta de que para su padre ella no significa nada. -Pero usted debe ayudarme, ella no querrá, asi que debe convencerla u obligarla si es necesario.- le dice el asqueroso Roy. -Vaya a casa esta noche, se la entregaré en bandeja de plata y usted podrá hacer lo que quiera con ella. - dice el borracho alegre. Roy saca un pequeño fajo de billetes y se lo entrega al hombre que sonríe como niño con una golosina. - Tenemos un trato señor. Michell no sabía que hacer, su padre era capaz de golpearla hasta lograr su cometido y recibir el dinero. La estaba vendiendo como mercancía barata. Maldito ebrio desgraciado. Ella esperó a que ellos se fueran y luego salió, fue corriendo hasta el café donde siempre veía a Angela y las lágrimas corrian por sus mejillas sin parar.