Buen sexo

1189 Words
-¿Está Haylee en la habitación? -Preguntó Hannah, la copia idéntica de la pelinegra con ojos color miel, cuando vio a Daniel cerrando delicadamente la puerta. -Sí, pero… -El castaño titubeó -Está dormida -Respondió con expresión de culpabilidad. -¿Qué? ¿Cómo que está dormida? ¿Qué le hiciste amigo? -Cuestionó incrédula, porque su hermana no solía dormirse hasta que amaneciera. -¡Nada! ¡Ella está bien! –El castaño habló rápido, intentando justificarse, hasta le abrió la puerta de súbito, para que ella lo corroborara -¡Solo... está cansada! ¡Puedes entrar a verla! -Hannah entrecerró los ojos, escudriñando sus palabras. -¿Cansada? -La nutrióloga repitió, mientras caminó hacia la puerta de la habitación, desde donde vio a Haylee profundamente dormida y desnuda sobre la cama. Con rapidez volteó a ver a Daniel, atónita. -¡Ves! Solo necesita descansar -Le aseguró de nuevo el castaño y volvió a cerrar la puerta, mostrando una actitud de inocencia. -¿Tuviste sexo con ella? -Preguntó con escepticismo. Daniel pasó su mano por su cuello y cerró los ojos, se sintió acorralado -Sí -Aceptó. Hannah lo observó por algunos segundos con la boca abierta. Debió ser un buen sexo para que su gemela se haya quedado dormida, fue la idea que le atravesó la mente. -¡Vaya! -La mirada le cambió -¿Y... podrías repetir ésta noche? –Los ojos color miel, recorrieron con lujuria el cuerpo de Daniel, quien se rio con ironía. -Si es contigo, sí -Respondió seductor, provocando que Hannah lo tomara de la mano, para guiarlo a su habitación. -¿Cómo te llamas? –La pelinegra le preguntó mientras se sentaba en la cama, queriendo tomar el control. -Daniel -Respondió metiendo las manos en los bolsillos del pantalón y se mantuvo de pie a una distancia prudente de la cama -Tú debes ser Hannah, ¿cierto? -Todos sabían de la hermana gemela de Haylee; además lucían idénticas. -Eso es más que obvio –Le respondió con cierto fastidio, así que Daniel solo se encogió de hombros ante el comentario -Dime Daniel, ¿por qué no te había visto antes en éstas fiestas? ¿Vienes de intercambio? –Lo cuestionó de nuevo. -Acabo de entrar este año a la universidad -Dijo sincero. -¡Espera! ¿Eres de primer año? -Hannah abrió sus ojos ante la revelación. -Sí -Aseveró. -¿Por qué te invitaron? –Pero esa pregunta era más para ella, entonces de inmediato agregó una segunda -Ya eres mayor de edad, ¿cierto? - -Sí –El castaño se rio ante las preguntas. -Está bien, quítate la ropa -Daniel sonrió y obedeció. Hannah se levantó, caminó alrededor de él deslizando su mano sobre la piel desnuda, para sentirlo y verlo por completo. Tuvo que admitirlo, el cuerpo de complexión atlética tenía los músculos muy bien trabajados. Quedó frente a él y contempló sus ojos verdes. -Muéstrame lo que puedes hacer -Lo retó. Daniel la giró bruscamente, encontró el cierre del vestido y lo bajó para que cayera alrededor de sus pies. Tal como su hermana, solo le faltaba remover una prenda para desnudarla por completo. Hannah se sorprendió por el movimiento, y fue manifestado por un jadeó, que se escapó de su boca. El castaño rozó con las yemas de sus dedos la parte superior de la pelinegra, y terminó por detenerse entre sus piernas. Sutilmente palpó el clítoris sobre la fina tela que lo separaba del contacto directo, y se percató que se encontraba húmeda. Además de una característica que la diferenciaba de Haylee, Hannah era más sensible a su toque. Daniel cruzó con su brazo desde la cintura hasta el hombro, para sostenerla y pegarla a su cuerpo. Hannah sintió que algo sobresalía del cuerpo de Daniel, duro y, que a pesar de la tela, sentía el calor emanando, además de que palpitaba por su espalda baja. El castaño introdujo su otra mano en las bragas de Hannah, llegando a su clítoris para masajearlo con la lubricación que ella misma produjo. Ella se retorcía entre sus brazos del placer, y sus gemidos lo incitaban a no dejar de tocarla; le besaba la mejilla, el cuello, el hombro. Hannah se derritió en las manos de Daniel, pudo sentir sus bragas siendo empapadas y líquido escurriendo por sus muslos. Lo agarró con fuerza de los brazos hasta el punto de enterrarle las uñas, su clítoris palpitó con fuerza y el resto de su cuerpo convulsionó, por lo que estuvo agradecida que la estuviera sosteniendo por completo. La recostó gentilmente en la cama y la despojó de las estorbosas bragas, Daniel se inclinó y de su pantalón sacó un condón, para ponérselo sin perder tiempo; en ese proceso, Hannah se mordió el labio inferior, si la había hecho llegar al orgasmo solo son las manos, ¿cómo sería cuando la penetrara? El castaño se subió con las piernas flexionadas a la cama, la haló hacia él, y comenzó a jugar con su pene en el clítoris de Hannah, y una de sus manos la acariciaba, amasaba los senos, pellizcaba los pezones. Ella estaba sensible, las piernas le temblaron y sus manos lo único que podían hacer era agarrarse con fuerza de las sábanas. Hannah sintió el placer llegar al pico máximo de nuevo, Daniel se dio cuenta al instante, lo que aprovechó para entrar al agujero húmedo y caliente que le daría atención a su falo duro. -¡Mierda! ¡Estás tan estrecha! -Daniel dijo en un jadeo. Se dejó caer sobre ella, con un brazo sostuvo su propio peso, mientras el otro la rodeó por la cadera para tener mayor control del ritmo, ya que Hannah se tensó por completo, el orgasmo le había llegado con fuerza, gimió descontroladamente y él se lo estaba prolongando. Daniel se deslizaba con facilidad por la lubricación, a la vez que sentía que lo estaba estrangulando. Solía entrar lento, la fascinante sensación de ser recibido, abrazado en toda su longitud era un deleite; sin embargo, la estrechez era demasiado estímulo para entrar y salir sin compasión. El placer se disparó en su cuerpo, el orgasmo llegó rápidamente y dio fuertes, pero espaciadas embestidas al cuerpo de Hannah. -No puedo creer que estés en primer año -Hannah le dijo incrédula, con la respiración entrecortada -Eres demasiado bueno -Daniel salió de ella con una sonrisa de satisfacción. -¿Puedo usar tu baño? -Preguntó, mientras se quitaba el condón. -¡Claro! -Hannah se levantó sobre sus codos en la cama, para observarlo por completo, sin reservas. El castaño tomó su ropa del suelo, hasta desaparecer por la puerta del baño. Daniel salió de la habitación, ya ni siquiera se preocupó por buscar a Johan; atravesó la puerta principal de la casa, exactamente cuando la luz matinal comenzaba a teñir el cielo. En ese momento, no sabía que haber tenido sexo con las gemelas representaría un cambio en su vida estudiantil universitaria. En la secundaria y preparatoria, había sido un chico serio, introvertido, con un amigo fiel que era de su mismo sexo; pero eso, cambiaría drásticamente por solo una noche.
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