Entre el Amor y el Sexo

Mi nombre es Daniel

-¡Novato! –La voz aguda de Haylee se escuchó en la distancia, resonando por todo el vestidor de los jugadores.

Daniel estaba con Johan, y ambos giraron su rostro hacia donde venía el llamado; aunque no fueron los únicos, todos le prestaron atención a la porrista.

-¿Podemos hablar un minuto? –Haylee se paró frente a él. No sabía qué le iba a decir con exactitud, pero quería reclamarle que la hubiera abandonado en su habitación, porque no estaba acostumbrada a que los chicos no se despidieran de ella. Los ojos color miel mostraban molestia, estaban fijos en los verdes, que se encontraban tranquilos, pero en desacuerdo con la actitud que estaba mostrando.

-Tengo clase –Cerró con fuerza el locker, produciendo un sonido escandaloso, se dio media vuelta, para dejar a la porrista con la palabra en la boca. Todos se quedaron pasmados, congelados en su lugar, ¿cómo se atrevía a rechazar a la chica más popular y asediada de la universidad?

Johan reaccionó –Discúlpalo, tiene una enfermedad mental –Le habló a la pelinegra, que aún se encontraba con los ojos abiertos ante la actitud de Daniel. El rubio corrió para alcanzar al castaño -¡¿Estás loco?! –Daniel le dio una mirada fugaz, con una expresión de fastidio –¡¿La rechazaste públicamente?! ¡Eso es suicidio idiota! –

-No te preocupes, yo sé lo que hago, me va a volver a buscar –Dijo con tanta seguridad, que Johan abrió los ojos con amplitud, simplemente lo intuyó.

-¡¿Te acostaste con ella?! –Daniel no respondió, solo le dio media sonrisa, engreído, y entró al salón de clases.

Johan lo siguió, y se sentaron en los últimos pupitres del aula -¡Eres un maldito bastardo con suerte! –Dijo realmente envidioso, haciendo que Daniel se burlara de él.

-¡Jóvenes hagan silencio! –La profesora entró casi enseguida, y ya no conversaron del asunto.

El resto de la mañana la pasó en clases, evadiendo las preguntas insistentes de su compañero. Iban caminando hacia el vestidor de nuevo, la hora de la práctica se acercaba y necesitaban prepararse. Haylee estaba a mitad del pasillo, con los brazos cruzados, una expresión dura y la vista fija en Daniel.

-Te veo en el vestidor –El castaño le dijo a Johan justo cuando llegaron con Haylee. Su amigo entendió y los pasó de largo.

-¿Quién te crees que eres novato? –Cuestionó completamente iracunda, pero Daniel no se inmutó. Se acercó a ella hasta invadir su espacio personal, pasó la mano por la cintura, pegándola a su cuerpo y hundió su rostro en el hueco de su cuello.

-No me hables así bonita, no me gusta que me traten mal –Haylee sintió la voz grave y seductora susurrándole al oído, provocando que su enojo desapareciera y se mojara en el proceso –Estoy dispuesto a perdonarte –La porrista se separó levemente, con una expresión incrédula miró al castaño, porque era ella la que debería estar ofendida, especialmente por haberla expuesto en el vestidor. Iba a decirle algo, pero Daniel se apresuró a poner su dedo índice sobre los labios de Haylee –¡Shh! Ven, redímete –La tomó de la mano, y comenzó a caminar, jalando a la porrista junto con él.

-¡Novato…! –Pero Daniel no la dejó terminar.

Ladeó su rostro ligeramente y le dio una mirada severa –¡Shh! –Y eso fue suficiente para que Haylee se dejara llevar por él en completo silencio.

Las miradas de los estudiantes estaban sobre ellos, pero eso no lo detuvo. Llegaron a los últimos baños del pasillo, del último piso, esos que todos sabían, no había mucha afluencia de personas. Entró al que correspondía al de las mujeres con ella, cerró con seguro la puerta, y simplemente se agachó para ver si se veían algún par de zapatos que indicara que había alguien más ahí.

-Esto me estorba –Fue un aviso, porque ni siquiera la dejó decir nada, la despojó de la falda del uniforme de porrista, junto con la ropa interior. La cargó sin complicaciones, para sentarla en el lavabo de mármol y guió sus tobillos para que los subiera también.

-¿Qué estás haciendo novato? –Haylee tenía una mezcla de sentimientos siendo expresados por su rostro: asombro, deseo, miedo.

El castaño volvió a poner su dedo índice sobre los labios de la pelinegra –Daniel, mi nombre es Daniel. Deja de decirme novato, por favor –Le pidió con tono amable. Le dio una sonrisa dulce y se perdió entre las piernas de la porrista.

Tan pronto sintió la lengua en su clítoris, gimió sin represión e inesperadamente, incluso tuvo que buscar sostenerse de algo, por el nivel de placer que la estaba haciendo alcanzar. Ya le habían dado sexo oral un par de veces, pero no como lo estaba haciendo él. Daniel la estaba saboreando, no permitió que nada del líquido de Haylee se escapara de su boca; fue tan excitante sentirla retorciéndose y produciendo más fluido para él, que creyó que no iba a poder aguantar más para penetrarla; pero pronto Haylee explotó extasiada. Daniel se levantó relamiéndose los labios, satisfecho por haberla llevado hasta la cima. Tomó un condón del pantalón y abrió su cremallera, para poder colocarse el preservativo. La porrista estaba absorta en todo lo acontecido, que cuando el castaño la jaló para penetrarla lentamente, se volvió a extraviar en el placer de sentirlo dentro de ella.

-¿Quién te está dando placer, Haylee? –Se estremeció con el susurró varonil en su oído.

-Tú Daniel, tú –La hizo gemir su nombre.

La tomó con fuerza, penetrándola salvajemente. Haylee terminó por sostenerse del cuello del castaño, mientras él la sostenía de las piernas, ya que estaba a horcajadas sobre él. Daniel tenía el control de todo: del ritmo y de la profundidad; que para cuando advirtió que se estaba dejando llevar por su propio placer, Haylee llegó al orgasmo, así que no dudó en alcanzarla.

Estaban agitados, Daniel sudaba, pero no podía detenerse a descansar. Se quitó el condón y se acomodó la ropa con rapidez. Le ayudó a vestirse a la porrista, que aún se encontraba reacia en creer que existiera alguien como Daniel.

-Tengo entrenamiento –Le dijo totalmente natural –Te veo luego bonita –Se acercó a darle un beso en la mejilla y la abandonó en el baño.