Graciela llega puntual a la entrada del Galaxy Pop, el lugar es un pop elegante que no muchos pueden costear. Es un lugar grande, está la entrada de las personas regulares y los VIP, un escalofrío corrió por su columna vertebral una vez estuvo al frente del prestigioso local. Espera algunos minutos cuando a lo lejos vio a Desirée y a Melanie que llegan muy elegantes y guapas.
Melanie es una chica bajita delgada, su cabello cobrizo y sus ojos color café. Esa noche ha dejado sus habituales espejuelos en la casa. Lleva lentes de contacto realzando sus facciones. Desirée es algo voluptuosa pero bien distribuida. Senos grandes, caderas grandes cintura pequeña. Ambas llevan un vestido serio al cuerpo mostrando lo hermosas que son. El vestido de Graciela es más conservador que el de las chicas, pero igual la hace lucir hermosa.
—Hola chicas. —dice un tanto incomoda, si bien es cierto que se lleva muy bien con Melanie, Desirée no le da buena espina.
—Hola Gras —saluda de un beso en la mejilla Melanie, ella se tienen confianzas.
— ¿Lista para empezar nuestra noche? —dice Desirée acercándose para tomarla del brazo y entrar como si fuera las mejores amigas.
Entraron al local, por el área general, hicieron la fila como todos, pagan la entrada y entran haciendo bulla, especialmente Desirée que parece que le falta un tornillo. Graciela no se siente tranquila, mira su teléfono celular en repetidas veces por si su madre la llama por alguna emergencia con Dominic. El ambiente está bien, solo que siente que algo no anda bien con ella. “De seguro es el tiempo que hace que no sales”. Dice su conciencia. Dejo de pensar en eso que le preocupaba y decidió comenzar a disfrutar la noche. No dejaran que se marche temprano. Ya Desirée dijo que la noche sería larga.
Se adueñaron de una de las mesas del local. Desirée y Melanie pidieron dos Martini mientras que Graciela pidió solo un agua carbonatada con sabor a limón. La música es la ideal para mover el cuerpo, eso hace mucho no lo hace. Comenzó a moverse en la silla. El baile es algo que le encanta, de pequeña solía ir a clases de bailes, pero los tuvo que dejar cuando su padre se enteró, él era un hombre muy conservador.
—Vamos a bailar —dice Desirée bebiendo su Martini de un golpe.
—Vayan ustedes, yo me quedo aquí velando la mesa y nuestras cosas. —dice Melanie guiñándoles un ojo. Desirée blanquea sus ojos. Graciela sonríe y asiente entendiendo.
Melanie estaba echándole el ojo al mesero que las estaba atendiendo.
—Vamos entonces —dice muy animada Desirée.
Caminaron hasta el medio de la pista donde comenzaron a mover el cuerpo a ritmo de Crazy in love de Beyonce. Graciela cierra sus ojos para dejarse envolver por el ritmo de la pegajosa canción. Comenzó con movimientos suaves y sensuales. Sus caderas tomaron vida propia. Su cabellera larga rizada, la hacía más sexy a los ojos de todos en la pista, poco a poco y sin que ella se diera cuenta estaba bailando sola en el medio de la pista. Sintió un roce en su espalda, pero no dijo nada, estaba envuelta en los movimientos de la música. Quien la siguiera lo hacía muy bien. Subió sus brazos sintiendo las manos suaves y firmes de un hombre quien bajo sus movimientos como si esculpiera su cuerpo mientras ella no para de bailar. Tenían una perfecta sincronía. Ella rozo su cuerpo con el del hombre, parecía una serpiente deslizándose hasta le suelo.
●●●
Arnold no pidió de vista a la morena que no ha salido de sus pensamientos desde su encuentro en el ascensor. Su amigo se disculpó, debía ir a resolver un asunto con algunos clientes. Vio a las chicas llegar a la pista de baile y bebió su trago de un golpe. Eso no se lo perdería ni muerto.
Entre las tantas cosas que Arnold uso para superar la muerte de sus padres fue el baile, sus padres le inculcaron el amor por el arte, la música clásica y si bien esta lo relaja nada como bailar una buena salsa o bachata. Se acerca sigilosamente siguiendo sus movimientos. Sonríe malicioso al ver como poco a poco ella se va quedando con la pista. “Quién lo diría, a la odiosa contable es una buena bailarina” dice su subconsciente.
Arnold decide entrar a la pista para dar el mejor espectáculo nunca dado. Era sublime verla baila, acariciar su hermoso cuerpo lo puso duro. Como resistirse a una mujer así. La delinea con sus manos, su cuerpo uno con las curvas perfectas para él. La imaginó atada a su cama gimiendo su nombre mientras el acaricia su cuerpo con hambre. Trato de despejar su mente, eso pensamientos harían que eso no acabará bien. El roce de su cuerpo con el de ella no lo ayudaba a mantener un pensamiento menos atrevido. Su m*****o estaba por explotar en su montaron. Deseaba hundirse en ella y hacerla gemir de placer. Ella se desliza como serpiente rozando su cuerpo y Arnold la ayuda a levantar con movimientos acertados. Ella sube sus manos por su pecho él la aferra a su cuerpo. Graciela lo tiene a explotar. No sabía que podía ser tan endemoniadamente sensual. Sin dudarlo dos veces la toma por la nuca y la acerca a sus labios. Si no la besaba en ese momento se volvería loco. La deseaba como nunca deseo a otra mujer en el mundo. Graciela se sorprendió al sentir los labios del hombre, pero se dejó envolver por un momento por los cálidos labios de quien la besaba con vehemencia. Subió sus brazos hasta el cuello del hombre y este la aferra más a su cuerpo apresándola en sus fuertes y determinados brazos. Unos minutos duro entregándole su alma en ese momento al hombre desconocido, cuando unos brazos la separan del calor que sentía. Ese que hace mucho no sentía, un lugar donde se sentía protegida, segura.
— ¿Graciela que demonios haces aquí? —La voz de Derian hizo que su cuerpo se estremeciera. ¿Qué rayos? ¿Cómo Derian dio con ella?
Arnold mira la situación anonadado ¿De dónde Derian conoce a su contable? ¿Qué está pasando entre ellos?
—Derian suéltame —dice enojada tratando de soltarse de su agarre.
—No —dice apretándola más fuerte. Arnold ve la expresión de dolor en el rostro de Graciela y reacciona. Desde atrás saca su mano cerrándola en un puño, estampándolo en el rostro de su amigo.
— ¿Que carajo? —dice Derian mirando a su amigo.
—Te dijo que la sueltes. —dice Arnold poniéndose entre los dos como un muro protector.
Toma la mano de Graciela entre las suyas, para comenzar a halar de ella. La sacaría de allí, no dejaría que el bruto de su amigo la lastime.
—Espera, mi bolso —dice Graciela, pero Arnold está ciego, sordo y mudo. No presta atención a nada de lo que ella dice. Llegaron afuera del local y entonces es que se detiene.
—Eres un bruto —le dice Graciela y Arnold asiente y sonríe.
—Un bruto que te acaba de salvar el culo. —dice tomándola por la cintura.
—Suéltame —dice Graciela con los dientes apretados.
—Vamos te llevo —Arnold señala la motora y Graciela niega.
—Traje mi auto. —dice con autosuficiencia.
—Pues vamos entonces, te llevo hasta tu auto. —dice invitándose a ir con ella.
—Tengo que ir por las llaves, las tiene Mel junto a mi bolso. —Arnold muerde su labio.
—No señorita, usted no vuelve a ese local. —La toma como saco de papas y la lleva hasta su moto.
—No puedo irme en esta cosa. —dice la mujer enfadada.
—No te estoy preguntando, Nos vamos a ir ahora. – le entrega uno de los dos cascos— Es eso o que te alcance Derian— dice Arnold y Graciela toma el casco de mala manera para ponérselo.
Arnold saca su celular de su bolsillo, no tenía mucho tiempo, conoce muy bien a su amigo y sabía que iría tras ellos. Luego hablaría con él. Escribió un mensaje que envió a Melanie para que enviara el bolso de Graciela a su departamento de soltero. Arnold toma su casco y se lo pone subiendo a la motora para ayudarla a montar. Salió del estacionamiento diciendo adiós a su amigo que salía con toda la escolta de guardias.
Arnold maneja su moto sin decir nada hasta llegar al complejo de edificios elegantes donde tiene su departamento, este que no conoce muchas personas. Solo Dimitri, Melanie y la persona que se encarga de limpiarlo tres veces por semana. Ese departamento fue lo primero que compró cuando sus padres murieron. Estaciona su moto en su garaje personal. Graciela baja y le entrega el casco. Este los puso en el manubrio de su moto y baja de la moto.
—Ahora dime que se supone que voy a hacer, sin auto, ni dinero para pagar un taxi que me lleve a mi casa. —refunfuña Graciela.
—Melanie va a enviar tu bolso a aquí, esperaremos al mensajero en mi departamento. —dice Arnold tranquilo. Graciela suspiro y asintió, no podía hacer nada más. Tenía frío y el bruto que está con ella ni su chaqueta le ha previsto para cubrirse. Luego iría a buscar a su auto.