Con dedos que temblaban ligeramente, comenzó a escribir en la tableta. Reinaldo bajó su mirada hacia la pantalla, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Se sentía extrañamente aliviado, como si un peso que había cargado durante años finalmente se hubiera levantado de sus hombros. Nunca había sido un hombre de confesar secretos; ni siquiera su amigo Iñaki lo sabía. Solo Charlotte, hasta ahora. Las palabras aparecieron en la pantalla: "No, no me lastimas para nada. Al contrario, me encanta. No te puedo negar que se siente algo de presión cuando me penetras, pero me encanta esa presión. De hecho, puedo confesarte que me siento adicta a él. A... tu condición." Charlotte levantó la mirada, con sus ojos brillantes se encontraron con los de Reinaldo. En ese instante, el rostro de Reinald

