Con un suspiro que mezclaba resignación y una extraña satisfacción, Charlotte comenzó a recoger los restos de su noche de placer. Sus movimientos eran lentos, casi perezosos, como si cada prenda que levantaba fuera un recuerdo tangible que no quisiera soltar todavía. Mientras se agachaba para recoger una camisa arrugada, sus dedos rozaron algo más íntimo: los calzoncillos de Reinaldo. Sin pensarlo dos veces, los llevó a su nariz, inhalando profundamente. El aroma masculino, una mezcla de almizcle y algo indefiniblemente “Reinaldo” inundó sus sentidos. «Mmmm― pensó, cerrando los ojos mientras una oleada de deseo la recorría―Me encanta hasta su olor, me hacen hasta... olvidar todo. Cómo lo extraño» Sus pensamientos comenzaron a divagar, perdiéndose en recuerdos recientes y fantasías futur

