Reinaldo, con una mezcla de curiosidad y emoción brillando en sus ojos, volvía a sumergir sus dedos en el líquido viscoso que reposaba en el tazón entre ellos. Esta vez, extrajo una cantidad generosa, permitiendo que el gel translúcido se deslizara entre sus dedos como si fuera una sustancia viva, pulsante de posibilidades. Con la mirada fija en aquello, Reinaldo comenzó a palpar la sustancia, maravillándose por su textura única. Esa mezcla, era fresca al tacto, y sus dedos comenzaron a jugar con la sustancia, estirándola y observando, fascinado, cómo formaba delicados hilos antes de volver a unirse, como si fuera lubricación femenina. Siempre había usado otros lubricantes, pero no ese y menos sacado de la naturaleza. —¿Esto lo vamos a usar como una especie de lubricante? —preguntó Reina

