Con una cortesía que parecía una cruel burla de la intimidad compartida momentos atrás, Reinaldo le cedió el paso a Charlotte. Mientras descendían las escaleras, cada paso parecía alejarlos más del sueño de lo que podrían haber sido, atrapados en una danza dolorosa de deseo y negación, de un amor naciente y un miedo arraigado. La entrada de la gran mansión bullía con la energía de la partida inminente. Anna, su hermana Mimi y "El Encinas" estaban rodeados de maletas y bolsos, listos para emprender su viaje. El ambiente era de emoción cuando, de repente, el sonido de pasos en la escalera atrajo la atención de todos. Anna, la matriarca astuta y observadora, notó de inmediato la atmósfera cargada que rodeaba a Reinaldo y Charlotte. Sus ojos, agudos como los de un halcón, captaron cada gesto,

